José Martí, Venezuela y el precio de la apostasía
Escrito por
Giusette León García / CubaSí
Mientras leo sobre los militares venezolanos que desertaron de la
Guardia Nacional Bolivariana, me viene a la mente la pregunta de Martí:
¿sabes cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía?
Qué cualidad la de Martí de regresar una y otra vez a la vida. Tiene
palabras sabias para todas las circunstancias humanas. Vuelve a la hora
del amor y también en el tiempo de defender la justicia.
Ahora mismo, mientras leo sobre los militares venezolanos que desertaron de la Guardia Nacional Bolivariana animados por un montón de dólares y un exilio con privilegios, me viene a la mente la carta que a Martí le costó presidio:
«Compañero: ¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos tu contestación, que no puede faltar a su patria ni a sus deberes como cubano un discípulo de Rafael María de Mendive».
Así, en términos casi cordiales, siempre respetuosos, ponía en su lugar a un traidor. ¿Sabrán estos soldados que vendieron su lealtad cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Hace siglos, costaba tortura y muerte.
El tiempo pasa y las cosas cambian, pero la traición tiene el mismo significado y genera, cuando menos, un karma inevitable. Allá están en Cúcuta, desde donde se disponían a llevarle la guerra a sus propias familias, abandonados por los traficantes de mercenarios, repudiados por los pobladores de la zona y con las autoridades locales lavándose las manos como Poncio Pilato.
Nadie les pagó; de la residencia norteamericana, ni señales; el show se terminó, se apagaron las cámaras. Ellos, los apóstatas, terminaron víctimas de su propia traición, y nosotros, los pueblos, sobre todo el pueblo venezolano, su propia sangre, ya no los quiere de vuelta.
Ahora mismo, mientras leo sobre los militares venezolanos que desertaron de la Guardia Nacional Bolivariana animados por un montón de dólares y un exilio con privilegios, me viene a la mente la carta que a Martí le costó presidio:
«Compañero: ¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos tu contestación, que no puede faltar a su patria ni a sus deberes como cubano un discípulo de Rafael María de Mendive».
Así, en términos casi cordiales, siempre respetuosos, ponía en su lugar a un traidor. ¿Sabrán estos soldados que vendieron su lealtad cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Hace siglos, costaba tortura y muerte.
El tiempo pasa y las cosas cambian, pero la traición tiene el mismo significado y genera, cuando menos, un karma inevitable. Allá están en Cúcuta, desde donde se disponían a llevarle la guerra a sus propias familias, abandonados por los traficantes de mercenarios, repudiados por los pobladores de la zona y con las autoridades locales lavándose las manos como Poncio Pilato.
Nadie les pagó; de la residencia norteamericana, ni señales; el show se terminó, se apagaron las cámaras. Ellos, los apóstatas, terminaron víctimas de su propia traición, y nosotros, los pueblos, sobre todo el pueblo venezolano, su propia sangre, ya no los quiere de vuelta.
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