domingo, 31 de marzo de 2019

María Consuelo Mejía Piñeros feminiza a México
¿Cómo quiere mi corazón? ¿Entero o en cachitos? ¿Envuelto en una tortilla? ¿Frito, rebosado o enchilado? María Consuelo Mejía va por la vida con su corazón en la mano, listo para ofrecérselo a ti y a mí y a nosotros tres y a la multitud de menesterosos que somos todos. Seguro, en el cielo asoleado de Yucatán, la luchadora visionaria nacida en 1878, Elvia Carrillo Puerto, primera defensora de la mujer, se felicitó de que se le concediera el premio que lleva su nombre a María Consuelo Mejía Piñeros, comprometida, teóloga feminista quien alega que Jesucristo es el primer feminista.
El martes 26, a la una de la tarde, en sesión solemne en el Senado, María Consuelo, directora de la multipremiada asociación Católicas por el Derecho a Decidir, católica roja y liberal, según sus palabras, recibió la presea Elvia Carrillo Puerto. La senadora Malú Micher (promotora y convincente oradora) nos explicó que Elvia Carrillo Puerto fue conocida como la Monja Roja y María Consuelo, alumna del Sagrado Corazón, heredó ese título: Monja Roja del Siglo XXI. También Malú informó que la galardonada está convencida de que la moral sexual limita la autonomía de las mujeres, su libertad y su empoderamiento y que la maternidad tiene que ser voluntaria, que la violencia y la desigualdad están causando embarazos que las mujeres no buscan, no quieren, no planean, y provoca que en pleno siglo XXI todavía la mayoría de las mujeres sean víctimas de sus condiciones sociales.
Originaria de Colombia, de donde salió porque peligraba su vida por guerrillera, María Consuelo Mejía, en tanto que socióloga, trabajó durante cinco años en la Univrsidad Nacional Autónoma de México al lado de don Pablo González Casanova, ex rector de esa institutción y autor de La democracia en México, a quien le atraen los rebeldes y ha entregado gran parte de su vida (nació en 1927) a los indígenas y al estudio de los movimientos sociales. María Consuelo Mejía no sólo se ocupó de los temas de González Casanova, sino que los amenizó con canciones de protesta y de libertad acompañándose con su guitarra. Su repertorio es tan grande como el de Mercedes Sosa. Hoy por hoy, sus hijos Carlos y Angela también cantan a María Consuelo, orgullosos de tener una mamá que se la juega, nunca les miente, jala parejo y les da la certeza de que una intelectual puede ser divertida, entenderlo todo e insuflarles la certeza de que las mujeres tienen derecho a una maternidad libre y voluntaria.
Después de cinco años de clandestinidad en la guerrila al lado de la excelente escritora colombiana Laura Restrepo, María Consuelo Mejía optó por la Teología de la Liberación y escogió a los olvidados de siempre. Siguió el ejemplo de quienes combaten los fundamentalismos religiosos como don Sergio Méndez Arceo y don Alejandro Solalinde. Por eso, María Consuelo se entregó a niñas y a mujeres marginadas que son las grandes olvidadas de la historia, adolescentes víctimas de una sociedad en la que cunde una violencia que, a las privilegiadas como yo, nos golpea en la mañana al abrir el periódico. ¿Cuántas mujeres no han muerto o desaparecido en México? Ni siquiera me atrevo a poner la cifra.
María Consuelo Mejía Piñeros feminiza a México. Maternal, lo toma entre sus brazos y protege a niñas y a mujeres a quienes enseña a respetarse a sí mismas: Esta soy yo y esto es lo que decido hacer. La serie televisiva Catolicadas, bien recibida por creyentes y no creyentes, hizo la delicia de muchos televidentes. Demostró la necesidad de defender los derechos humanos femeninos y proteger la laicidad como principio básico de la democracia. Sin laicidad no podríamos vivir libremente de acuerdo con los dictados de nuestra conciencia, concluyó su formidable discurso en el Senado, así como aclaró que sin la laicidad tampoco hubiera sido posible su presencia en el Senado. La conciencia es libre. El Estado es laico. Final contundente que logró que nos levantáramos y aplaudiéramos frente al sonriente senador Martí Batres.
Al presidir hoy nuestro Senado, Martí trata con esmerada cortesía a diputadas, senadoras, reporteros, visitantes, despistadas y envía desde el presidio mensajes cordiales como el que recibí al aparecer antes de tiempo en su sala: Dice el presidente del Senado que si gusta puede sentarse en su curul.

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