lunes, 11 de marzo de 2019

Catar y el juego sucio de la FIFA
Un nuevo escándalo sacude a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), entidad que controla a las federaciones de ese deporte en todo el mundo: en su edición de ayer, el rotativo londinense Sunday Times reveló que en 2010 la cadena de televisión de Catar Al Jazeera pagó un soborno de unos 100 milllones de dólares para lograr que ese emirato petrolero del Golfo Pérsico fuera designado sede del torneo mundial de 2022; posteriormente, la empresa televisiva, que era propiedad del entonces emir Hamad bin Jalifa Al Thani, entregó a la FIFA otros 480 millones de dólares por la adquisición de los derechos televisivos. De esta forma, Catar se impuso como sede a Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, que eran los candidatos favoritos.
Cabe recordar que en mayo de 2015, como antecedente, 14 altos funcionarios de esa organización fueron detenidos por soborno, fraude y lavado de dinero en lo que se llamó Fifagate y que el entonces presidente del organismo, Joseph Blatter, fue suspendido de su cargo, al cual hubo de renunciar en forma definitiva al año siguiente.
Pero los señalamientos por corrupción en el seno de la FIFA datan de mucho antes, al menos de 2002, cuando se acusó a Blatter de comprar votos para alcanzar la titularidad de la federación y de haber causado la bancarrota de la compañía International Sport and Leisure (ISL), auspiciante de la FIFA.
A su vez, el antecesor de Blatter, el brasileño João Havelange, fue objeto de acusaciones por delitos tales como la recepción de sobornos e incluso de tráfico de armas y vínculos con el narcotráfico.
Significativamente un reporte sobre los estados financieros de la FIFA entre 2015 y 2018 y que fue difundido hace unos días por la agencia Ap señaló que sus reservas de efectivo alcanzaron 2 mil 740 millones de dólares y que sus ingresos se elevaron a 6 mil 400 millones en ese periodo.
El actual presidente del organismo, el ítalo-suizo Gianni Infantino, recibió un salario anual de casi 2 millones de dólares, además de un bono de 550 mil dólares.
Tales cifras, por desmesuradas que puedan parecer, quedan muy por debajo de los ingresos de Blatter, quien se otorgaba bonos de 11 o 12 millones de dólares tras la realización de cada mundial.
La organización rectora del futbol mundial es, pues, un nido de corrupción de altos vuelos. Pero este deplorable fenómeno no se limita a la cúpula: como pudo verse en los procesos de 2015, lo compartían varias federaciones nacionales, aunque en menores escalas monetarias.
Lo exasperante del caso es que no hay, a lo que puede verse, una institución capaz de sanear ésta y otras entidades internacionales en la medida que se requiere, y que la corrupción sigue afectando los intereses legítimos de países, empresas y, desde luego, aficionados de ese deporte.

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