Catar y el juego sucio de la FIFA
Un nuevo escándalo sacude
a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), entidad que
controla a las federaciones de ese deporte en todo el mundo: en su
edición de ayer, el rotativo londinense Sunday Times reveló que
en 2010 la cadena de televisión de Catar Al Jazeera pagó un soborno de
unos 100 milllones de dólares para lograr que ese emirato petrolero del
Golfo Pérsico fuera designado sede del torneo mundial de 2022;
posteriormente, la empresa televisiva, que era propiedad del entonces
emir Hamad bin Jalifa Al Thani, entregó a la FIFA otros 480 millones de
dólares por la adquisición de los derechos televisivos. De esta forma,
Catar se impuso como sede a Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, que
eran los candidatos favoritos.
Cabe recordar que en mayo de 2015, como antecedente, 14 altos
funcionarios de esa organización fueron detenidos por soborno, fraude y
lavado de dinero en lo que se llamó Fifagate y que el entonces
presidente del organismo, Joseph Blatter, fue suspendido de su cargo, al
cual hubo de renunciar en forma definitiva al año siguiente.Pero los señalamientos por corrupción en el seno de la FIFA datan de mucho antes, al menos de 2002, cuando se acusó a Blatter de comprar votos para alcanzar la titularidad de la federación y de haber causado la bancarrota de la compañía International Sport and Leisure (ISL), auspiciante de la FIFA.
A su vez, el antecesor de Blatter, el brasileño João Havelange, fue
objeto de acusaciones por delitos tales como la recepción de sobornos e
incluso de tráfico de armas y vínculos con el narcotráfico.
Significativamente un reporte sobre los estados financieros de la
FIFA entre 2015 y 2018 y que fue difundido hace unos días por la agencia
Ap señaló que sus reservas de efectivo alcanzaron 2 mil 740 millones de
dólares y que sus ingresos se elevaron a 6 mil 400 millones en ese
periodo.
El actual presidente del organismo, el ítalo-suizo Gianni Infantino,
recibió un salario anual de casi 2 millones de dólares, además de un
bono de 550 mil dólares.
Tales cifras, por desmesuradas que puedan parecer, quedan muy por
debajo de los ingresos de Blatter, quien se otorgaba bonos de 11 o 12
millones de dólares tras la realización de cada mundial.
La organización rectora del futbol mundial es, pues, un nido de
corrupción de altos vuelos. Pero este deplorable fenómeno no se limita a
la cúpula: como pudo verse en los procesos de 2015, lo compartían
varias federaciones nacionales, aunque en menores escalas monetarias.
Lo exasperante del caso es que no hay, a lo que puede verse, una
institución capaz de sanear ésta y otras entidades internacionales en la
medida que se requiere, y que la corrupción sigue afectando los
intereses legítimos de países, empresas y, desde luego, aficionados de
ese deporte.
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