Astillero
El espejismo de los 100 días // Activismo frente a realidad // Guillotinas económicas // En Jalisco:
Darse la paz
Julio Hernández López

▲ MUESTRA POBLANA. Asistentes al acto del presidente Andrés Manuel López
en el Centro de Exposiciones de esa entidad, donde se deslindó del
proceso electoral.
Foto Pablo Ramos
El arribo a los primeros
100 días de gobierno lopezobradorista está lleno de contrastes: un
dominio pleno del tabasqueño sobre el tablado público y en cuanto a
encuestas de opinión que le siguen manteniendo en una promisoria luna de
miel con una inusitada porción mayoritaria del electorado; una baraja
de proyectos, promesas y primeros avances que, sin embargo, aún no
parecen estar plenamente montados sobre tierra firme; un aplastante
control político y escénico, con un gabinete variopinto que nunca
alcanza los tonos épicos de su jefe sino los meramente operativos, acaso
meramente burocráticos; un activismo mediático desbordado, que de lunes
a viernes se desahoga en las conferencias mañaneras de prensa y los
fines de semana en actos multitudinarios de reparto de fondos públicos,
promesas y reafirmaciones masivas de lealtad política al orador
omnipresente.
Y, sin embargo, no todo se mueve a la par del deseo y los énfasis del
tabasqueño enjundioso. Algunas empresas calificadoras de procesos
gubernamentales y de circunstancias económicas y crediticias pasan del
primer gesto, atento al arranque del lopezobradorismo, a la preocupación
creciente en cuanto a los intereses de los grandes capitales,
nacionales e internacionales. Los proyectos y promesas del gobierno
federal de centroizquierda (que en ocasiones se convierte en
centroderecha, como en el caso de los derechos sexuales y reproductivos
y, en particular, en el tema de la suspensión voluntaria del embarazo)
prenden bien entre un público que está deseoso de cambios profundos,
pero al mismo tiempo, esas intenciones se debaten y empantanan en la
realidad implacable de una economía lastrada que no da margen a
demasiados sueños de modificaciones a fondo y, también, en los tonos
disparejos, con ciertos trazos de novatez e impericia, de un gabinete
presidencial siempre en un segundo plano, casi solamente acomodaticio a
las necesidades inmediatas que les plantea el obsesivo e hiperactivo
jefe máximo.Un Presidente de la República convertido en activista incansable no necesariamente garantiza el buen cumplimiento de sus planes y sus intenciones. La realidad globalizada, las implacables fuerzas económicas transnacionales, el peso de las
leyesdel mercado, la amenaza constante de las fluctuaciones cambiarias y la pérdida de la
confianzade los grandes capitales” son guillotinas invisibles, pero muy presentes. Por eso es que López Obrador se mueve sin cesar entre los escenarios clamorosos del activismo político, promisorio y explicativo, y el antiparaíso del obligado realismo político y económico que lo sujeta a leyes prácticas de las que se fuga en el discurso y a las que vuelve, pragmático, en cuanto esos tensos resortes globalizados se muestran incómodos o francamente reactivos.
En todo caso, el hiperactivismo lopezobradorista permite mantener en
alerta las lealtades partidistas y facilita la construcción,
reconstrucción e incluso reacomodos del discurso político. López Obrador
está gobernando, pero sobre todo, está comunicando que gobierna y está
reafirmando, afinando y amoldando a la visión de sus conveniencias el
discurso político, la comunicación social: una especie de pejepardismo
llamado Cuarta Transformación: hacer que mucho parezca que cambia para
que al final algo (un poco más o un poco menos de lo deseado o
prometido) cambie.
En Jalisco, por ejemplo, el Presidente en sus primeros 100 días
explícitos (pues asumió crecientes funciones de poder apenas un par de
días después de la histórica elección del primero de julio del año
pasado, ante un Enrique Peña Nieto dando paso a un relevo político
acordado y sin guillotina), dijo este fin de semana:
... hay que dejar a un lado los rencores, nada de odios. Tenemos que reconciliarnos. ¿Nos vamos a dar la paz sí o no? Claro que sí. Ya chole, ya que se vaya por un tubo, ya chole con la politiquería, la grilla, ya me tiene hasta el copete. ¿Que ganamos con eso?, nada. Ahora mismo va a subir Carlos Lomelí y se va a dar un abrazo con Alfaro.
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