Adiós, Guaidó
Ángel Guerra Cabrera
La agresión de potencias
extranjeras brinda a los pueblos en revolución la posibilidad de elevar
su conciencia política y autoestima, aumentar su voluntad y cultura de
resistencia y comprobar su capacidad de vencer a enemigos muy poderosos.
O se fortalecen frente a la intervención, o son derrotadas por ella y
por la contrarrevolución. El pueblo venezolano se ha fogueado en casi
dos décadas de fiera hostilidad del imperialismo de Estados Unidos, sus
aliados y lacayos. Ha sido atacado en múltiples frentes como la guerra
económica, la guerra mediática y la guerra eléctrica, en el contexto de
la táctica de golpe continuado y guerra irregular, o híbrida. Pero ha
salido victorioso y con la moral alta después de cada ataque.
Las últimas dos grandes arremetidas del gobierno colonialista y
neofascista de Donald Trump contra Venezuela han sido un completo
fracaso. Pero la pandilla de maleantes encargada de la política imperial
hacia América Latina y el Caribe llegó a soñar con que el liderazgo del
presidente Nicolás Maduro y el edificio de la revolución bolivariana
implosionarían el 23 de febrero, o que, en el peor de los casos, lo
harían a consecuencia del mayor y más prolongado sabotaje terrorista
contra el sistema electro-energético de Venezuela y, probablemente, de
nación alguna, que apagó al país casi una semana. O debido a las dos
embestidas sumadas. De lo que no hay duda es de que ambas agresiones han
ocasionado graves consecuencias económicas y humanas a una población
sometida ya a los rigores de la guerra económica y al estrés generado
por una de las más intensas y prolongadas campañas de terrorismo
comunicacional contra un país.Hay que insistir en la considerable envergadura de la victoria del 23F, proeza del chavismo civil y militar que unido y cohesionado impidió la introducción, con derroche de violencia paramilitar y mercenaria, de la llamada ayuda humanitaria, a través de las fronteras terrestres. El chavismo derrotó una tremenda amenaza de violación a la soberanía venezolana por Estados Unidos, varias naciones europeas y los gobiernos lacayos del imperialismo en nuestra región.
El gran apagón fue planeado y ejecutado desde las entrañas del imperialismo yanqui, aunque al parecer con cooperación desde dentro del sistema eléctrico venezolano, y el modus operandi durante esos días y los anteriores del grupo neofascista compuesto por Trump, Pence, Bolton, Pompeo, Rubio y Abrams evidencia que el sabotaje formaba parte del plan de guerra sicológica previo a la eventual intervención militar, que estaban informados en detalle sobre él y que trataron de sacar el máximo provecho a la gravísima situación creada para sus planes de derrocamiento de Maduro.
Venezuela no ha vivido una tragedia de gran proporción en estos días
de apagón gracias al heroísmo, el temple, la paciencia, la disciplina,
la solidaridad mutua y la alta conciencia patriótica de la unidad
cívico-militar. Si con la agresión del 23F no lograron quebrar a la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana ni al chavismo civil, con el sabotaje
terrorista no consiguieron sumir en el caos y desarticular al pueblo ni
crear nada parecido a una rebelión. No había agua, ni combustible, la
comida se fermentaba, las escuelas y los centros de trabajo fueron
cerrados, el Metro y gran parte del trasporte colapsaron, la atención a
los pacientes en algunos hospitales tuvo baches hasta que fueron
instalados generadores donde no se tenían. No obstante, no se produjo
una sola defunción a consecuencia del apagón, aunque las bocinas
mediáticas llegaron a mencionar cerca de 300 personas muertas, de ellas
80 recién nacidos. Y no hubo defunciones porque las autoridades
adoptaron medidas drásticas para asegurar la continuidad del servicio en
los centros asistenciales. ¿Quién puede negar que este sabotaje
constituye un crimen de lesa humanidad del gobierno de Trump?
Por su parte, el payaso títere Guaidó siguió volatilizándose,
despareciendo políticamente hasta no poder reunir más que un grupito de
personas en la supuesta gran marcha que convocó para el martes 12. Nunca
tuvo gran convocatoria, lo suyo es el apoyo yanqui. Pero como escribió
Luis Hernández Navarro, la oposición se suicidó cuando el autoproclamado
presidente interino pidió la intervención militar estadunidense en su
propio país. Aparte de la traición a la patria y la enorme perversidad
entrañada en esa solicitud, revela una gran ignorancia sobre la cultura
política y los sentimientos patrióticos y antimperialistas del pueblo
venezolano, que no le perdonará su infamia.
Estados Unidos se ha metido en un gran problema y ha arrastrado
consigo a la Unión Europea, que ya anda buscando como cautela sus
intereses en Venezuela ante el hecho evidente de que Guaidó es el
presidente fantasmagórico de un gobierno gaseoso y Maduro se queda,
sólidamente enraizado en el pueblo venezolano.
Twitter: @guerraguerra
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