Unas de cal y otras de arena
Guillermo Almeyra (1)
Anadie cuerdo se le puede
ocurrir pedirle al presidente Andrés Manuel López Obrador ni siquiera
una política nacionalista revolucionaria como la del general Lázaro
Cárdenas del Río. La relación de fuerzas es muy desfavorable y México
está incorporado al Comando Sur de Estados Unidos que prepara la
invasión de Venezuela y de Cuba; Washington, además, es el principal
comprador de los productos mexicanos y nos vende la inmensa mayoría de
nuestros alimentos e insumos –lo cual le da una inmensa capacidad de
chantaje– controla igualmente las finanzas y fomenta el narcotráfico;
brindándole un enorme mercado y un santuario financiero y vendiéndole
todas las armas que quiera.
Por otra parte, ni México, ni Estados Unidos, ni el mundo siguen
siendo los de finales de los años 30. El país está desquiciado por los
saqueos de los gobiernos neoliberales. La gallina de los huevos de oro
Petróleos Mexicanos (Pemex) está maltrecha, flaca y desplumada y no es
competitiva en un mundo que, además, se aproxima a una nueva recesión
económica que reducirá el consumo de combustibles fósiles. La sociedad
es actualmente mucho más desigual, el feminicidio es masivo y cotidiano,
las solidaridades se están disolviendo y unos pocos multimillonarios
planetarios se enriquecen cada día más explotando a una inmensa mayoría
de pobres desorganizados que han retrocedido en el nivel de conciencia y
de autoorganización que tenían cuando Lázaro Cárdenas sostenía la
denominada educación socialista y armaba a los campesinos para enfrentar
las llamadas guardias blancas.
Pero sí es posible exigirle a AMLO inmediatas medidas democráticas,
reformistas radicales, e imponerle prioridades sociales de fuerte
impacto económico. La transición no debe favorecer sobre todo al gran
capital sino que debe, en cambio, pagar la deuda histórica con los
explotados y oprimidos y preservar lo que aún queda de los recursos
salvajemente depredados.
En vez de un gobierno
progresistatardío mucho más moderado que los de Luis Inácio Lula da Silva o los Kirchner es posible una democracia apoyada en la autonomía, la autogestión, la autoorganización y la movilización de los 30 millones que votaron por Morena y también de buena parte de las otras decenas de millones que se abstuvieron, sufragaron en blanco o dieron su voto a alguno de los candidatos independientes.
AMLO es un presidente procapitalista, pero tiene una base de masas
que exige medidas antiimperialistas que afectan al capital. Hasta ahora
ha preferido dar prendas y comenzar a pagar de inmediato lo que las
fuerzas armadas y un sector del gran capital le exigieron para aceptar
su acceso al gobierno. Por consiguiente, no puede evitar echar unas
paladas de cal y otras de arena, hacer concesiones a las fuerzas que le
presionan por la derecha y por la izquierda. Pero lo que está dando al
gran capital perpetúa el México que hay que erradicar e impide su real
transformación cualitativa.
Para hacer un gobierno democrático y popular debe, en cambio,
satisfacer más a los pobres y explotados que a los Romo, Salinas Pliego y
compañía.
Es correcto que Pemex sea prioritaria y que se impida el huachicoleo.
Pero hay que restructurarla y eliminar y castigar la corrupción.
Cuauhtémoc Cárdenas ha formulado para ello una serie de propuestas
correctas y necesarias. Habría que añadirles la democratización y
limpieza del sindicato, la construcción de refinerías y la
complementación de la producción de petróleo y de gas mediante la
extensión masiva de la captación de la energía solar, eólica y marina.
El recalentamiento global, en efecto, desertifica aún más todo el
norte del país y para frenarlo es posible instalar donde no haya tierras
cultivables grandes usinas solares y plantar decenas de millones de
árboles para dar trabajo, mejorar los suelos, traer lluvias, absorber
carbono y reducir las temperaturas extremas. Los molinos eólicos
deberían trabajar en las zonas norteñas semidesérticas y en las costas
poco pobladas de ambos océanos donde también es posible captar las
mareas, no en las regiones ístmicas densamente pobladas. Esa producción
de energía limpia y renovable reduciría los costos globales y evitaría
los derrames, el huachicoleo y la contaminación. También hay
que reforzar el tráfico de marítimo y ferroviario para reducir la
contaminación, el consumo de carburantes y el despilfarro de materias
primas en la fabricación de automotores y neumáticos.
Un país con escaso poder adquisitivo, bajísimo nivel cultural,
ignorancia y miseria masivas produce súbditos y esclavos, no ciudadanos
libres. Por eso los escasos recursos disponibles deben servir
prioritariamente para elevar de inmediato el nivel de vida y crear
empleos bien pagados y para elevar la productividad es necesario
reforzar al máximo los esfuerzos en pro de una educación moderna,
hospitales, medicina preventiva y viviendas dignas. La Justicia debe
obligar a los ladrones a devolver lo robado, hacerles pagar sus delitos
sin perdón alguno y castigar sin dilación los asesinatos de Samir Flores
Soberanes, de los 43 normalistas de Ayotzinapa, de Miroslava Breach,
Javier Valdés y otros periodistas y militantes sociales. (Sigue el
próximo domingo).
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