domingo, 10 de marzo de 2019

Estonia: Ratas se va, la reacción llega

Escrito por  Arnaldo Musa/ Cubasí
No sé a qué le llamarán centro en el espectro electoral europeo, pero lo que acaba de acontecer en Estonia es un retroceso neto del grupo gobernante de franco matiz socialdemócrata, lo cual le ha otorgado el poder a la centroderecha y el avance incontenible de la ultraderecha, que se ha convertido en la tercera fuerza política del pequeño estado del Báltico, que desprecia a la población rusoparlante y añora los tiempos en que grupos de asalto nazis se enfrentaban al ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial.

Hace unas horas la comisión electoral confirmó los resultados preliminares de las más recientes elecciones, en los que el ente gobernante fue castigado ante reiterados incumplimientos y el fracaso en el enfrentamiento a la corrupción que ha permeado abundantemente las capas oficiales y que contribuye en general a ver a la reacción como un brazo salvador.

El Partido Reformista, de centroderecha y proeuropeo, ganó las elecciones parlamentarias en Estonia, donde la ultraderecha se convirtió en la protagonista, al aumentar casi el triple sus apoyos y convertirse en tercera fuerza.
Según los datos difundidos por el Comité Electoral, el Partido Reformista logró un 29,6% de los votos, claramente por encima de lo que le asignaban las encuestas, y ganaría cinco diputados, hasta los 35, en el Riigikogu (parlamento unicameral estonio), con 101 escaños.

En segunda posición quedó el Partido del Centro, la formación denominada de centroizquierda que lidera el actual gobierno tripartito del primer ministro, Juri Ratas, tras haber atraído el 22% de los apoyos, lo que le supondría un retroceso de dos escaños, hasta los 25, y a continuación se situó el ultraderechista Partido Popular Conservador (EKRE), la revelación de la jornada electoral, tras lograr el 17,7% de los apoyos, lo que le haría pasar de los actuales siete escaños a los 19. Los otros dos partidos que superaron el límite legal del 5% de los votos para acceder al parlamento son Pro Patria, de centro-derecha, y los socialdemócratas, que firmaron la mayor caída de las elecciones.

Esta cuestión revela lo que sigue pasando en Europa, donde las facciones más conservadoras se siguen imponiendo, sin recurrir a “pucherazos” u otras acciones ilegales, principalmente en naciones de la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

En Estonia esto toma un matiz especial, debido a su vecindad con Rusia. De hecho, la compleja relación con el gran vecino del este ha sido uno de las cuestiones claves de la campaña, tanto en el debate sobre el gasto en defensa como en la polémica sobre el uso del ruso en los colegios públicos del país, donde esta minoría supone el 25% de la población.

En tanto, los medios en los países escandinavos vecinos han calificado ya a EKRE como el verdadero ganador de estos comicios y esbozaron su alegría, porque estas elecciones mostraron una victoria sobre el apoyo casi monolítico de la comunidad local rusa.

No obstante, no se ha podido borrar la anterior influencia positiva de sociedad soviética, y es bueno recordarlo cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer.

UN PROBLEMA DESCARTADO

Pero a pesar de que las autoridades estonias enfilan generalmente sus cañones contra la vecina Rusia, la inmensa mayoría de las mujeres tienen elogios de la no discriminación en este sentido a la política igualitaria de la URSS, que ejerció benigna influencia en la pequeña nación de un millón 300 000 habitantes, siendo un ejemplo para toda la región.

Las propias mujeres estonias reconocen la buena influencia que ejerció el antiguo poder de la Unión Soviética.

En Estonia, todo o casi todo hace pensar que esta lucha no tiene sentido. “Es cierto que en Estonia no tengo la impresión de que sea algo por lo que haya que luchar, mientras que en la mayoría de países sí lo es”, confirma Liis Kuuli, estudiante estonia de primer año en la Universidad de Tallin. “En el día a día no noto ninguna desigualdad particular. Luego, en un contexto más profesional, lo que pasa a veces es que los hombres te miran por encima del hombro, porque eres una mujer, pero no es algo para nada habitual”, explica.

Una particularidad que podría entenderse con la historia de Estonia, según Kristjan Taal, otro joven estudiante de la Universidad de Tallin. “Cuando Estonia estaba bajo la influencia de la URSS, las mujeres tuvieron que hacer bastantes cosas sin los hombres, dado que Rusia a veces los convocaba. Las mujeres trabajaron en su lugar y tomaron decisiones importantes. Por eso, cuando actualmente un hombre se atreve a hacer una broma sexista sobre las mujeres, lo cual es más bien raro, todo el mundo lo mira mal”. El acoso por la calle, tan criticado en Europa occidental, parece estar mucho menos presente en Estonia. “Tuve la oportunidad de ir a Francia varias veces y pude ver que allí el acoso por la calle era muy problemático. No obstante, aquí esto no es así, porque los hombres estonios suelen ser más bien tímidos”, asegura Liis Kuli sobre la cuestión.

Lo mismo opina Ingrid Hinojosa, responsable de relaciones internacionales: “eso no suele pasar en Estonia. No es la mentalidad de los hombres estonios, que son bastante más cerrados, excepto cuando van borrachos. Pero en todos los casos, nada suele llegar muy lejos ni estar fuera de lugar”.

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