martes, 13 de agosto de 2013

Bajo la Lupa
90 por ciento de las reservas de crudo, bajo control de las petroleras nacionales: The Economist
Alfredo Jalife-Rahme
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Plataforma de exploración Bicentenario, en el el Golfo de MéxicoFoto José Carlo González
La vez anterior apunté en Bajo la Lupa (7/8/13) que “la revista neoliberal británica The Economist (‘El crepúsculo de las trasnacionales anglosajonas’, 3/8/13) –que forma parte del Grupo Pearson/Penguin/Random House con The Financial Times, a cuyas oficinas acudieron Peña y Videgaray a dar el banderazo de la privatización de la renta petrolera de Pemex (ver Bajo la Lupa, 30/6/13)– se alineó finalmente a la innegable realidad: en los años 50 las siete hermanas controlaban alrededor de 85 por ciento de las reservas globales. Hoy, más de 90 por ciento (¡supersic!) de las reservas se encuentran bajo control de las empresas petroleras nacionales (¡supersic!), que son propiedad, por lo menos en parte, de los gobiernos (¡supersic!). En el pasado, las empresas petroleras nacionales dependían del conocimiento tecnológico, habilidades administrativas de proyectos y el alcance global de las trasnacionales anglosajonas petroleras para producir, refinar y vender su petróleo. En estos días, las empresas petroleras nacionales son capaces de actuar sin ayuda de las trasnacionales anglosajonas”, lo cual fue mi tesis ante el Senado en 2008 (http://www.youtube.com/watch?v=DRPfjaLmr9Q)”.
The Economist, polémica revista portavoz del neoliberalismo global, cuenta entre sus principales accionistas a los legendarios banqueros Rothschild y a sus asociados, quienes detentan 50 por ciento de sus acciones, al unísono de otro 50 por ciento propiedad de The Financial Times (Brook Stephen, The Guardian, 25/2/08).
Sir Evelyn Robert de Rothschild fue jerarca de The Economist de 1972 a 1989 (Andrew Cave, The Telegraph, 29/11/12).
En forma impactante resaltan los vínculos de los legendarios banqueros Rothschild con la petrolera BP (Garry Withe, The Telegraph, 1/10/12).
Stephen Kinzer, corresponsal veterano de The New York Times y hoy profesor de periodismo en la Universidad de Boston, en una entrevista con Amy Goodman (conductora estrella de DemocracyNow!) asevera que BP es la empresa petrolera de los Rothschild (http://careandwashingofthebrain. blogspot.mx/2010/06/rothschild-petroleum-corporation-aka.html).
No es un asunto menor que The Economist, portavoz de los Rothschild –considerados por los chinos como la familia más rica del mundo, aunque no aparezca nunca en la polémica revista Forbes (ver Bajo la Lupa, La guerra de las divisas y los Rothschild, 12/9/10)–, decrete el crepúsculo de las trasnacionales petroleras anglosajonas, donde destacan BP y la angloholandesa Shell (además de las estadunidenses Chevron, ExxonMobil y ConocoPhillips), lo cual, a mi juicio, le imprime una gran credibilidad a su epitafio petrolero, en el que resume que su próximo gran negocio se centrará más en el gas que en el petróleo, en donde han perdido la partida en beneficio de las empresas petroleras estatales (¡supersic!), que han pasado de detentar 15 por ciento (en los años 50 del siglo pasado) a 90 por ciento del control de sus reservas en la actualidad.
The Economist se empata seis años después con los hallazgos del artículo paradigmático de Carola Hoyos ( The Financial Times, 12/3/07) de su socio en el grupo Pearson/Penguin/Random House.
La célebre cuan controvertida revista considera que el rápido crecimiento de los mercados emergentes también exacerbó la tendencia de una extensión de medio siglo de su dominio del petróleo, que se ha trasladado (sic) a los países (¡supersic!) donde es hallado.
Interesante descubrimiento lo es que la futura demanda del petróleo provenga también de las economías emergentes donde se encuentra su oro negro.
No se espera el mismo crecimiento en el mundo de los ricos (sic), donde tienen su base las supertrasnacionales anglosajonas, debido a una mayor eficiencia de los combustibles en sus nuevos vehículos, cuya mayoría usará menos petróleo.
The Economist/BP/Los Rothschild apuestan al gas natural proveniente del polémico fracking del shale gas (gas esquisto/lutitas)y otras nuevas técnicas de producción.
El mundo se encamina así a una fractura de facto entre los países ricos, que usarán mayormente gas, y los mercados emergentes supeditados al petróleo.
Ahora la mitad del gasto de capital a largo plazo de las trasnacionales anglosajonas se dirige a los campos petroleros costosos (sic) en aguas profundas o no convencionales, cuando los arreglos en la participación de la producción y en las licencias para perforar en los patios traseros de las empresas petroleras estatales (sic) son cada vez más difíciles de encontrar.
Hoy las grandes empresas estatales (sic) constituyen seis de los 10 principales productores de petróleo del mundo, cuya posición en las grandes ligas de la producción –en millones de barriles de petrolero al día (MBD) en 2012– es: 1) Aramco (Arabia Saudita): 12.7; 2) Gazprom (Rusia): 8.4; 3) NIOC (Irán): 6.1; 4) ExxonMobil: 4.1; 5) PetroChina: 3.6; 6) Kuwait Petroleum: 3.3; 7) Shell: 3.3; 8) Pemex: 3.2; 9) BP: 3.0 y 10) Chevron: 2.9.
Resalta que Pemex sea considerada la octava productora de grandes ligas, así como la mediocridad de la producción cada vez más declinante de las trasnacionales anglosajonas, mientras que en exploración de aguas profundas nadie se compara a Petrobras.
Cita tanto la producción mundial del petróleo, que se encuentra cercana a los 90 MBD (cifras de 2012), como a la consultora Bain & Company, que refiere que cinco de las mayores petroleras estatales invirtieron 5 mil 300 millones de dólares en investigación y desarrollo (I&D) frente a 4 mil 400 millones de dólares de las trasnacionales anglosajonas y 2 mil 300 millones de dólares de las pequeñas empresas petroleras de servicios ( v. gr. las vilipendiadas depredadoras Halliburton y Schlumberger).
El panorama para las trasnacionales anglosajonas en el ámbito del petróleo no es nada halagüeño cuando se considera la proporción de sustitución de reservas (RRR, por sus siglas en inglés): medición que compara la cantidad de petróleo descubierto con la producción, pese a que invierten 100 mil millones de dólares al año en exploración y producción.
Todo lo contrario sucede en el rubro del gas, que constituye más de 40 por ciento de su producción; para Shell y ExxonMobil es mayor a 50 por ciento”.
A su juicio, las penurias de BP como consecuencia del desastre en el Golfo de México pueden ser la guía para el futuro de las trasnacionales petroleras anglosajonas.
Su consejo es que en lugar de aventurarse a fronteras cada vez más esotéricas (¡supersic!) deben disminuir su tamaño y abandonar el negocio del petróleo que sobrestiman y que el mundo ya no desea tanto –y que otros (¡supersic!) pueden explotar igualmente bien–, para adentrarse a su nuevo mundo del gas.
Sería recomendable que antes de tomar una decisión precipitada con la reforma Peña/Videgaray/Aspe, los poderes Ejecutivo y Legislativo de México lean detenidamente el epitafio de las trasnacionales anglosajonas en el tema del petróleo, como lo han sentenciado The Financial Times /The Economist, y sopesen que existen opciones mejores que entregarse a los muertos.
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