jueves, 22 de agosto de 2013

Bajo la Lupa
México, sin industria privada petrolera; inversiones son de empresas foráneas: The Economist
Alfredo Jalife-Rahme
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Plataforma Bicentenario, en el pozo Talipao 1, del Golfo de MéxicoFoto José Carlo González
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lamó la atención que mientras la prensa estadunidense –primordialmente The Wall Street Journal, The Washington Post y The New York Times (12/8/13) no estuvieron satisfechos en plenitud bursátil con la entreguista y antiambientalista reforma Peña/Videgaray/Aspe–, los dos principales portavoces del neoliberalismo global en Londres, tanto The Financial Times como The Economist (miembros del Grupo Pearson/Penguin Random House), exhibieron su condescendiente compresión a la propuesta que indispuso a Wall Street con un aviso de descenso de las cotizaciones de la bolsa y una leve devaluación del peso al día siguiente.
The Financial Times (12/8/13) manifestó que, en el caso mexicano, obtener un pedazo de la tajada del pastel petrolero constituía un gran paso y que la tan soñada privatización total, mediante la bursatilización de los operadores anglosajones en sus fabulosos bloques seleccionados en las aguas profundas del Golfo de México, debía realizarse paso a paso.
El Grupo Pearson/Penguin Random House sabe en forma omnisciente que, reformados los artículos constitucionales 27 y 28, lo que sigue es pan comido: las conducentes leyes secundarias les otorgarán las concesiones y la bursatilización anheladas. No hay que comer ansias: pronto sus deseos serán cumplidos cabalmente pese al gigantesco repudio ciudadano que no se traga los engaños publicitarios.
The Wall Street Journal considera que la verdadera oposición a las propuestas podría venir de las calles (¡supersic!), a lo que se suma The New York Times, que aduce que un lleno en las calles (¡supersic!) de la capital podría dificultar el respaldo de los líderes políticos al plan.
Dos días antes The Economist publicó un artículo fatalista sobre la tarea imposible de reparar Pemex.
Aduce que, aun con los cambios constitucionales, el gobierno se detendrá muy lejos de privatizar Pemex, por estar envuelto en un mito de soberanía nacional. Pues tan mítico como la obsoleta y decadente monarquía británica.
¿La revista de los banqueros Rothschild, controladores de la petrolera depredadora BP, desean la demolición de Pemex para repartirse mejor su sepelio?
Sentencia que México no tiene un significativo sector privado (¡supersic!) de industria petrolera, por lo que la mayor parte de las inversiones tendrían que proceder de las firmas foráneas (sic), y para los nacionalistas esto sería difícil de digerir.
El verdadero mito lo constituye la participación de las empresas privadas mexicanas que carecen tanto de dinero suficiente como de tecnología, si hacemos caso a su mediocre innovación, de acuerdo a listados mundiales, en que México brilla por su orfandad, a diferencia de Brasil (Afp, 14/8/13).
The Economist cita a Bernardo Minkow, anterior consultor de McKinsey, quien alega que Pemex es tan complejo y tan pobremente administrado que sería muy difícil, si no imposible, reparar (sic). ¿Los británicos desean aniquilar a Pemex para que no quede huella histórica de su pasado?
A juicio de The Economist –que soslaya tramposamente la decapitación financierista de Pemex por la Secretaría de Hacienda, que aplica casi 70 por ciento de carga fiscal para paralizarla–, su primer problema es estructural, ya que nunca ha sido tratado como una empresa creadora de ganancias, cuando cada barril de petróleo con un costo menor a 7 dólares lo vende en 100 dólares, pero ha perdido 29 mil millones de dólares en los recientes cinco años.
Otro burdo engaño de la revista británica que soslaya que Pemex ha tenido 552 mil 7 millones de dólares de ingresos en el mismo lapso (en 2008, 119 mil 235 millones; en 2009, 80 mil 722 millones; en 2010, 101 mil 506 millones; en 2011, 125 mil 344 millones, y en 2012, 125 mil 200 millones). ¿Se puede comparar los más de 550 mil millones de dólares de ingresos con su pérdida artificial de 5.3 por ciento? Resalta el defecto estructural abultado malignamente por The Economist.
Su diagnóstico es peor porque atribuye los defectos a su negocio de refinación, donde pierde una fortuna (sic), y a su división petroquímica, que también es deficitaria, pese a las grandes ganancias de la producción de petróleo y gas. Oculta que desde hace mucho la petroquímica ha sido encubiertamente privatizada, sin mejores resultados.
Condona que el gobierno succiona el flujo de efectivo de Pemex (sin decir el monto) para compensar la falta de ingresos vía impuestos que recauda en el resto de la economía.
¿Por qué los gobiernos neoliberales no cobran impuestos a los peces gordos empresariales?
Se recuerda que tanto Roberto Hernández Ramírez, magno accionista de Televisa, quien evitó pagar 2 mil 500 millones de dólares en la venta ilegal de Banamex a Citigroup, así como Valentín Díaz Morodo, firmante conspicuo del reporte WWC/ITAM/Imco (ver Bajo la Lupa, 17/7/13), quien esquivó vía bolsa también pagar 7 mil 500 millones de dólares de impuestos.
Más aún: un anterior procurador fiscal me señaló que el SAT deja de recaudar más de 50 mil millones de dólares al año. Todo esto lo oculta The Economist, a quien se le hace más sencillo endosar todos los defectos del fallido modelo neoliberal exclusivamente a Pemex, que subvenciona con 40 por ciento el presupuesto gubernamental.
Arguye que debido al drenaje perpetuo (¡supersic!) al flujo de caja de Pemex, su deuda se ha disparado a 60 mil millones de dólares y el agujero de su reserva de pensiones constituye la enormidad de 100 mil millones de dólares. Esta aparatosa contabilidad no es tampoco tan dramática como la esboza la revista –que oculta cuantitativamente los magnos ingresos para dejarlos en la etérea zona cualitativa–, ya que habría que ver cuáles son los plazos escalonados de pago de la deuda, cuando tampoco todos los trabajadores se jubilan el mismo año.
Su última trampa exageradamente chapucera es una gráfica de Cidac –extraña entelequia cordobista-zedillista consagrada a firmar la entrega de Pemex en cualquier documento de Estados Unidos desde hace 15 años– que compara en forma absurda los barriles de petróleo producido por empleado de siete empresas petroleras, en donde viene en primer lugar la noruega Statoil –seguida por la Ecopetrol, ExxonMobil, BP, Shell y Petrobras– y coloca en un despectivo último lugar a Pemex que, con 151 mil empleados, se encuentra muy lejos de sus contrapartes foráneas.
A Cidac se le olvido factorizar el salario de los trabajadores, ya que no es lo mismo tener el triple de empleados en México, con un salario de miseria, frente a los sueldos de alcurnia en coronas noruegas de Statoil.
Sea lo que fuere, el maldito Pemex, con todo y sus defectos incurables, es más eficiente en términos de ingresos, reservas y producción, ya no se diga en la medición contable EBITDA, que Statoil (lugar 39 del listado mundial de Fortune/CNN con ingresos de 124 mil 400 millones de dólares).
Pero todo eso no importa: lo que se trata es de demoler a Pemex, para que no quede huella histórica de su pasado exitoso. ¿La banca británica busca la muerte prematura de Pemex para florecer sobre su cadáver?
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