PEMEX es una empresa
Con las reformas energética y fiscal impulsadas por el actual Gobierno, que aumentan los impuestos de lo más necesario y libera de pagos fiscales a los grandes consorcios, queda consumado en México el golpe de Estado empresarial.
Por Alberto Híjar
La mano invisible tiene rostros y nombres. No es una fuerza misteriosa para reducirlo todo a mercancía en beneficio de políticos administradores de los intereses de los grandes consorcios antinacionales. Sumisos operadores del gobierno mundial a cargo del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y demás tiranías económico-políticas, procuran totalizar el proceso de la modernidad capitalista que siempre fue antinacional, racista, antipopular y, claro, antiobrero y campesino.
En la oligarquía dominante, apoyada por las potencias capitalistas, no caben los trabajadores para decidir. Sus deteriorados derechos históricos han sido anulados y los que restan han quedado bajo control de sindicatos con dirigencias corruptas. Con la reforma energética y la fiscal que aumenta los impuestos de lo más necesario y libera de pagos fiscales a los grandes consorcios, queda consumado el golpe de Estado empresarial que tanto regocija abiertamente a Claudio X. González y a los operadores del gobierno que unos meses sirven a los aparatos financieros trasnacionales y otros trabajan como expertos privatizadores.
Nada tiene que ver con todo esto Lázaro Cárdenas del Río y la tendencia que construyó. La expropiación petrolera de 1938 fue posible gracias a la fundación de la CTM (Confederación de Trabajadores de México) como gran central de los trabajadores asalariados y con sindicatos tan combativos como el SME, promotor principal del Frente de Defensa Proletaria. Si en algún momento funcionó bien el frente amplio decidido por la COMINTERN para oponerse a la guerra imperialista, defender a la URSS aislada y en peligro y a la República Española acosada por todos lados, fue en la consolidación del Estado mexicano a partir de las corporaciones obreras, campesinas y de servicios y luego del 38, de empresarios y patrones que cuentan mucho en los proyectos capitalistas, así sean los benefactores del pueblo, esa entelequia que sólo existe cuando lucha y hace suyas las propuestas de Estado para orientarlas en beneficio de los más necesitados.
La soberanía, esa que dice la Constitución de 1917 que está depositada en el pueblo, se concretó más allá de las representaciones parlamentarias no tan indignas en aquel entonces donde había diputados caricaturizados en el cine con su sombrero tejano de fino fieltro, su pistolón y sus botines y bigotes, todavía en el umbral del caciquismo devenido dirigente del recién fundado PNR (Partido Nacional Revolucionario). El pueblo soberano organizado y no, llenó el Zócalo para escuchar el decreto expropiatorio, vitoreó al presidente y sus colaboradores y se aprestó a apoyarlo. Cantaba un corrido: “la señora presidenta el dinero recibía y de recuerdo en sus manos un anillo les ponía” como testimonio del acto de acopio para la expropiación petrolera encabezado por doña Amalia Solórzano, la fiel compañera de vida de Tata Lázaro, como le dicen aún los viejos de Michoacán, su tierra natal.
Los trabajadores petroleros tomaron plantas, talleres y refinerías enfrentando a las guardias blancas. Doheny el Cruel, el más poderoso de los gerentes, sentenció: “me trago el petróleo que puedan producir estos mexicanos” y ordenó tapar los pozos arrojando a ellos maquinaria descompuesta y chatarra. Los ingenieros mexicanos, expertos y avezados se empeñaron hasta restablecer la producción y uno de ellos, el ingeniero Teófilo García Sancho, obtuvo la autorización presidencial para el proyecto secreto de producción de tetraetilo de plomo, componente necesario para la refinación. Explotó el laboratorio una vez, pero el tetraetilo se hizo para burlar el boicot trasnacional.
Hubo equipos de trabajadores que hicieron tuercas y piezas de ébano para sustituir las refacciones negadas por los mercaderes imperialistas. No prosperó la formación de grupos armados de terroristas a partir de traidores como el General Cedillo y los guardias blancos de las empresas que actuaban como reinos soberanos. De nada de esto hablan los priístas ni los perredistas que disputan el nombre de Cárdenas. Hablan de leyes y reglamentos y ni siquiera informan de la economía clandestina de PEMEX con manejo presidencial, de las alrededor de 51 empresas coordinadas por PEMEX, 31 fuera de México con administración autónoma, ni de la fractura organizada por el gobierno de Salinas en cuatro divisiones para facilitar la intrusión empresarial privada.
Francisco Labastida, el histórico perdedor del PRI consolado el sexenio pasado con la presidencia de la Comisión de Energía del Senado, fue designado por el PRI para explicar las maravillas peñanietistas en la Cámara de Diputados. Todos recordaban el PEMEXgate que desvió mil millones de pesos por vía del Sindicato de PEMEX para la campaña presidencial fallida. Están pendientes los juicios contra Romero Deschamps, el invisible dirigente petrolero, y contra su sicario Aldana, a quienes hicieron miembros del parlamento para garantizarles inmunidad. El senador Romero descansa tranquilo en su butaca de senador donde presume su única propuesta, consistente en exigir que las gasolineras tengan baño público. Nada importa la denuncia del auto europeo de lujo etiquetado para su hijo, ni la boda faraónica de su hija, con avión privado para viajar con sus perros bajo protección y vigilancia del equipo de sirvientes.
La reducción del pleito por la inminente legalización de la explotación, refinación, transporte y exploración por empresas privadas a la discusión carrancista constitucionalista, oculta la ausencia de los trabajadores despojados de sus derechos históricos, incluyendo a los ingenieros despreciados o subordinados a los consorcios. Asombra que el Frente de Trabajadores de la Energía que sucumbió por sus diferencias con el SME, el sindicato independiente de trabajadores de PEMEX y el grupo de ingenieros Constitución de 1917 estén ausentes de la discusión y de las presentaciones peñanietistas ante auditorios de aplaudidores con mayoría de bien trajeados. Siguen las felicitaciones trasnacionales, las de España que ya controla gran parte de la energía eléctrica y que agradece el puerto en Cádiz a cargo de PEMEX con todo y buques, cisternas y hoteles marinos en asociación con los señores de la monarquía.
No queda más que el duelo. “Se vende mi país” llama Oscar Chávez a su concierto en el Auditorio Nacional. Cantemos, gritemos y lloremos que aquí ya pasó todo. El gobierno de empresarios para empresarios, definido así por (el expresidente Vicente) Fox, marcha adelante. Sus reformas constitucionales significan un golpe de Estado irreversible por el tiempo de los contratos a 30, 50 y 90 años.
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