lunes, 5 de agosto de 2013

Bajo la Lupa
Chatham House, de Gran Bretaña, amenaza con inminente desplome del precio del petróleo
Alfredo Jalife-Rahme
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La plataforma marina Gilda frente a la costa de Ventura, California, en Estados UnidosFoto Ap
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iempos de incertidumbre planean en el mundo del petróleo: desde las brutales exigencias perentorias de Estados Unidos y Gran Bretaña para privatizar Pemex (ver Bajo la Lupa, 31/7/13) hasta la sectaria descomposición del gran Medio Oriente, donde pesa enormemente el factor Arabia Saudita, en que llamó la atención la sorprendente declaración del multimillonario príncipe saudita Alwaleed bin Talal, sobrino del rey Abdalá, quien adopta la teoría de la tecnología fracking del shale gas ( Financial Times, 29/7/13).
Al unísono, el analista Philip Verleger anuncia El fin de la crisis del petróleo debido al auge del shale gas (gas esquisto/lutitas) en 2020 (invierno 2013, The International Economy).
Después de que el petróleo alcanzó un superpico de 150 dólares el barril y durante el mes de julio elevó su cotización 10 por ciento ( MarketWatch, 31/7/13), para situarse arriba de 100 dólares, sonaría descabellado que alguien se atreva a imaginar siquiera un choque petrolero, como esboza Paul Stevens, becario del think tank británico Chatham House ( Financial Times, 25/7/13).
Chatham House, donde despacharon tres primeros ministros de Gran Bretaña, es considerado el segundo think tank más influyente del mundo, detrás de Brookings Institution (EU), según el ranking de la Universidad de Pennsylvania (2012).
Su director, Robin Niblett, fue antes director ejecutivo del omnipotente think tank CSIS, donde despachan Kissinger y Brzezinski. El famoso historiador británico Arnold J. Toynbee fue también director de Chatham House.
Se han intensificado las advertencias catastrofistas sobre un desplome del precio del petróleo para colocarse entre 35 y 60 dólares el barril (Steve Levine, Foreign Policy, 20/6/12) y a las que se ha sumado Alexie Kudrin, anterior ministro de Finanzas de Rusia ( Ria Novosti, 4/3/13).
Un ex ministro ecuatoriano, a su paso por México el año pasado, confesó los mismos temores sobre un deliberado desplome del oro negro.
Ante el yunque de la reforma energética Peña/Videgaray/Aspe y el martillo del choque petrolero, resulta de actualidad que la tesis de Luis Videgarary en el MIT, bajo el padrinazgo del latinófobo Rudiger Dornbusch (aliado de Pedro Aspe), haya sido La respuesta fiscal a los choques petroleros (junio 1998).
Paul Stevens amenaza que el mundo se podría estar dirigiendo a un choque del precio del petróleo.
Considera que existen dos nuevas dimensiones en los mercados internacionales del petróleo y que están sembrando las semillas de un choque del precio: 1) las consecuencias del levantamiento árabe de 2011, y 2) “el desarrollo y aplicación de la tecnología fracking del shale gas”.
Llama la atención su segunda semilla, ya que hace tres años el mismo Paul Stevens alertó sobre la escasez de la producción del petróleo (Chatham House, septiembre 2010). De su anterior pesimismo –con sendos ar­tículos sobre la carestía del abasto (Chatham House, agosto 2008) y las turbulencias de los oleoductos como fuente de conflicto (Chatham House, marzo 2009)–, resulta que ahora ha dado un giro acrobáticamente espectacular.
Hoy Paul Stevens aduce que los países productores de la OPEP del Medio Oriente necesitan mayores ingresos para pagar las políticas sociales (¡supersic!) que calmarán el levantamiento popular, lo cual requiere mayores precios del oro negro, como es el caso de Arabia Saudita, que necesita una cifra de 95 dólares para equilibrar su presupuesto.
Juzga que los altos precios “producirán respuestas del mercado y aquí es donde aparece la tecnología shale de costo relativamente alto que ha llevado a un aumento dramático en la producción del petróleo, mayormente en Estados Unidos”. Se basa en la multicitada Revisión de las Estadísticas del Mundo Energético de la depredadora BP, que exhibe cómo en 2012 Estados Unidos tuvo el mayor aumento en su producción de petróleo.
Alega que los altos precios llevarán a la destrucción de la demanda del petróleo cuyo impacto será resentido en el Medio Oriente, India y China (a quienes les aplica el acrónimo de MIC). Se equivoca: India y China, importadores netos de petróleo, se beneficiarían con un precio bajo que afectaría a Rusia y a la OPEP (y a México).
Cita a la muy mendaz Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), según la cual los MIC tendrán 68 por ciento de incremento en la demanda del crudo fuera de la OCDE entre 2011 y 2035.
Arguye que la presente situación es muy reminiscente del periodo 1981-1986, que culminó en el dramático colapso del precio del petróleo de 1986.
Aquí Paul Stevens se salta la histórica connivencia entre Arabia Saudita y Estados Unidos para desplomar el precio y perjudicar a la URSS, lo cual tuvo como consecuencia tres años más tarde, en su retirada de Afganistán y la caída del Muro de Berlín y, dos años después, en la disolución soviética (Thomas Friedman, The New York Times, 5/11/04).
El abordaje unifactorial mercantilista de Paul Stevens es muy endeble: elude el gran juego y las estratagemas que operan tras bambalinas en el mundo geoestratégico de los hidrocarburos en los siglos XX y XXI.
Paul Stevens comenta que desde 2002 los precios del oro negro se han incrementado desde 20 dólares a más de 100 dólares el barril. De nuevo el defecto geopolítico de Paul Stevens, quien esquiva que fue en la primavera de 2004, cuando se supo que ni Estados Unidos ni Gran Bretaña podrían controlar los hidrocarburos de Irak, que el precio inició su ascenso irresistible, a la par del oro.
Equipara la presente situación con 1986 y concede el mayor peso específico a la decisión de Arabia Saudita, quien ha sido capaz de acumular su colchón financiero.
Admite que en el seno de la OPEP, que enfrenta divisiones extrasectarias, el papel de Arabia Saudita será determinante, aunque existen diferencias notables que complican la historia, ya que en aquel entonces no existía la bursatilización con el papel petróleo para comerciar a futuro. Asimismo, el nuevo abasto de hoy tiene una diferente estructura de costos y responde más rápido a los precios bajos.
Cuenta también la retroalimentación negativa: una caída abrupta del precio puede llevar a mayores revueltas en los países productores de crudo, lo cual estimularía los mercados y cuyo resultado sería una enorme volatilidad, lo cual presionaría a regular el mercado del papel del petróleo (nota: existen 500 barriles de papel financiero por cada barril tangible).
Al final, Paul Stevens se pronuncia por la brusca volatilidad en los mercados.
A mi juicio, hay que tener la mira bien puesta en todo lo que suceda en Arabia Saudita, donde se encuentra la clave geopolítica: reflejo de la nueva correlación de fuerzas en el Golfo Pérsico, donde tampoco hay que soslayar las jugadas estratégicas de Irán ni perder de vista a Rusia, la máxima productora de gas natural del mundo y una de las tres potencias geoestratégicas con Estados Unidos y China. Estados Unidos ya no juega solo en el nuevo orden multipolar.
Peor aún: a Paul Stevens, de proclividad unipolar, se le pasa por alto que hoy 90 por ciento de las reservas mundiales están bajo control de las empresas petroleras nacionales (¡supersic!) –El crepúsculo de las trasnacionales petroleras, The Economist, 3/8/13)–, lo cual advertí hace cinco años en el Senado mexicano.
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