Jóvenes armados con tubos, palos, bombas molotov y piedras se enfrentan a la
policía
Siete horas de disturbios en el DF; daños severos a comercios
y mobiliario urbano
Descomunal respuesta de los agentes, con gases lacrimógenos, agua y otros
instrumentos
Agentes federales dispararon gases lacrimógenos a los
manifestantesFoto Alfredo Domínguez
Fernando Camacho y Laura Poy
Periódico La Jornada
Domingo 2 de diciembre de 2012, p. 6
Domingo 2 de diciembre de 2012, p. 6
Grupos de jóvenes –encapuchados, con máscaras de Anonymous
y antigás– se sumaron a la convocatoria de la Convención Nacional contra la
Imposición (CNI) y el movimiento #YoSoy132 y, armados con palos, tubos, bombas
molotov y piedras, protagonizaron durante siete horas enfrentamientos con las
policías federal y capitalina, dejando una estela de destrucción.
Comercios, cafés, cajeros automáticos, hoteles y mobiliario urbano (desde
arbotantes hasta monumentos) acusaron serios daños al paso de esos
manifestantes. En las refriegas hubo decenas de heridos.
La protesta fue en repudio al arribo de Enrique Peña Nieto a la Presidencia.
Su meta era romper el escudo de seguridad tendido por la Policía Federal
alrededor del Palacio Legislativo de San Lázaro. Así, cuando llegaron al cerco
de enormes mallas metálicas comenzaron a lanzar bombas molotov y piedras.
La respuesta de los uniformados fue también descomunal: lanzaron gases
lacrimógenos y pimienta, chorros de agua a presión y, en un momento dado,
disparos con balas de goma (la Policía Federal negó haber usado esos
proyectiles).
El primer encontronazo ocurrió minutos antes de las siete de la mañana –los
jóvenes habían salido dos horas y media antes del Monumento a la Revolución–
sobre avenida Zaragoza, a unos metros del cruce con Emiliano Zapata (frente a la
estación San Lázaro del Metrobús).
Fue un choque de una violencia inusitada. Tanta, que maestros de Oaxaca, que
se ubicaban a unos metros de ahí, sobre la avenida Eduardo Molina, y
supuestamente se unirían al contingente, se quedaron a la expectativa.
La refriega continuó a pesar de los llamados de los profesores oaxaqueños
para que las personas se replegaran.
Gran número de los muchachos que participaron en las trifulcas llevaban
camisetas negras con el símbolo de los movimientos anarquistas (la
amayúscula encerrada en un círculo).
Antes de las 10 de la mañana, hora en la que estaba previsto el arribo de
Peña Nieto a la Cámara de Diputados (los acontecimientos retrasaron la sesión
solemne), manifestantes y elementos de la fuerza pública habían participado en
por lo menos una docena de escarceos. Volaban bombas, piedras y tubos de un
lado, y latas de gases del otro. El caos.
Aunque los jóvenes más representativos de #YoSoy132, al igual que los
maestros, se abstuvieron de participar en los choques, sí, en cambio, se
organizaron en brigadas para dar auxilio a los muchachos que caían heridos,
desmayados o afectados por los gases.
Parecía que los jóvenes de los pasamontañas habían previsto los distintos
escenarios, y llegaron bien pertrechados para disminuir los efectos de los
gases, ya que usaban pañuelos y vinagre, entre otros instrumentos.
Así, mientras en el Palacio Legislativo comenzaba la ronda de oradores de los
partidos, en los puntos de choque se corrió el rumor de que uno de los
manifestantes había muerto justo al recibir un proyectil –una bala de goma,
decían unos; una lata de gas, sostenían otros– proveniente de las filas de la
PF.
Integrantes de #YoSoy132 informaron en un primer momento que se trataba de
Carlos Yahir Valdés, quien habría muerto a consecuencia del impacto.
Sin embargo, Adrián Ramírez, de la Liga Mexicana en Defensa de los Derechos
Humanos, informó que el joven lesionado es en realidad Carlos Valdivia, y que su
estado de salud es grave, pues la bala le provocó desprendimiento de retina y
serio traumatismo craneoencefálico, aunque ninguna de las dos versiones pudo
confirmarse después.
A partir de ese momento el encono se agravó. Arreciaron los ataques de ambas
partes, así como la destrucción de mobiliario público: parabuses, luminarias,
banquetas, tapas de coladeras y estaciones del Metrobús.
Los manifestantes utilizaron carros del supermercado para trasladar bombas
incendiarias, piedras, tubos e, incluso, extintores, que trataron de arrojar a
los uniformados.
Luego de dos horas y media de enfrentamientos se leyó en medio del caos el
comunicado conjunto preparado por la CNI y #YoSoy132, minutos antes de que los
grupos participantes en la movilización se dirigieran al Zócalo por Eduardo
Molina hasta llegar a Eje 1 Norte.
En la retaguardia se concentraron grupos de jóvenes con letra
aen sus playeras, quienes iban destruyendo semáforos, casetas telefónicas y señalizaciones urbanas con tubos y palos.
Pequeños grupos de manifestantes vestidos de negro atacaron dos gasolineras
en las inmediaciones del Metro Tepito, en las que saquearon un camión repartidor
de refrescos y destruyeron un vehículo particular, además de sustraer gasolina,
al tiempo que la vanguardia magisterial se separó del resto de la marcha.
En su recorrido por Eje Central, jóvenes encapuchados saquearon tiendas de
conveniencia, lo que generó una respuesta de elementos de la policía capitalina
que venían resguardando la movilización, aunque algunos transeúntes se oponían a
cualquier acto de represión contra los manifestantes, y hubo quienes les
ofrecieron pedazos de ladrillo para lanzarlos a los uniformados.
En la esquina con la calle de Tacuba ocurrió una confrontación en la que los
manifestantes lanzaron piedras y bombas incendiarias, mientras los agentes
respondieron con gas lacrimógeno.
Minutos después hubo un nuevo enfrentamiento, frente al Palacio de Bellas
Artes, donde personas en su mayoría vestidas de negro comenzaron a lanzar
piedras y botellas contra los elementos de seguridad, quienes se protegían con
sus escudos, aunque hubo confrontaciones cuerpo a cuerpo.
La situación se volvió más caótica: mientras algunos manifestantes corrían
espantados ante el avance de los granaderos, otros los confrontaban y les
lanzaban piedras, en medio de las sirenas de los bancos con los cristales
destrozados, los escarceos y gritos en la Alameda y una motocicleta en llamas en
medio de la avenida.
La ola de destrucción se prolongó desde avenida Juárez hasta la glorieta a
Colón, en Paseo de la Reforma. Pasado ese punto, los grupos que destruían
fachadas de restaurantes, tiendas y cajeros automáticos se dispersaron
paulatinamente, hasta que –cerca de las 14 horas– unos metros más adelante los
ataques se disolvieron con la misma virulencia con que habían iniciado.
Ya cerca del Ángel de la Independencia se pudo observar a una anciana que
daba ladrillos a los manifestantes para que los arrojaran, unos turistas
sonrientes tomando fotos y un joven balaceándose en monociclo, mientras un
indigente dormía en el suelo, totalmente ajeno a lo que pasaba a su
alrededor.
Al ver la placidez de su sueño, un hombre que portaba una pancarta con la
leyenda
No a Peñaapuntó con una sonrisa:
El único hombre que puede ser feliz este día es ése.
Por la noche, integrantes de Acampada Revolución informaron que decidieron
levantar el plantón instalado en junio pasado con el fin de evitar
mayores riesgoscon las autoridades, aun cuando destacaron que
fue un espacio vital para la consolidación del movimiento estudiantil.
En tanto, el gobierno federal aseveró que esos hechos de violencia son asunto
del fuero común. En un comunicado emitido por la Secretaría de Gobernación,
aseguró que respeta
el ejercicio de la garantía de libertad de expresión, cuyo límite establece la Constitución.
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