Dignidad olvidada: Grecia gira a la derecha
Escrito por
Arnaldo Musa / Especial para CubaSí
Kyriakos Mitsotakis.
La presión reaccionaria hizo que el primer ministro, Alexis
Tsipras, accediera a elecciones parlamentarias anticipadas y, tal como
se pronosticaba, la derecha regresará al poder en Grecia.
La presión reaccionaria hizo que el primer ministro, Alexis Tsipras,
accediera a elecciones parlamentarias anticipadas y, tal como se
pronosticaba, la derecha regresará al poder en Grecia, tras aventajar
cómodamente a una agrupación de izquierda que no fue consecuente todo el
tiempo, no supo vencer al fantasma de Goliat, tal como blasonaba de ser
un David, y todo vuelve a lo que los griegos (cansados y vencidos)
habían denostado durante tanto tiempo.
La debacle se veía venir, cuando en mayo el partido gobernante,
Syriza, se quedó en las elecciones europeas y locales casi diez puntos
por detrás de la derechista Nueva Democracia, que acaba de imponerse a
nivel nacional, a pesar –subrayo- de ser la formación de los clanes
políticos más odiada de por vida por el pueblo.
Ahora la nación europea será liderada por el presidente de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis.
Hijo del primer ministro de los años ‘90, Konstantinos Mitsotakis, y
familiar de otros relevantes políticos griegos, Kyriakos es heredero de
una dinastía política cretense que se remonta a Elefterios Venizelos.
Ahora, las Bolsas respiran con alivio e ilusión: es la vuelta a la
“normalidad”. La restauración griega marca el fin en la larga saga de la
euro-crisis. El capitalismo salvaje volverá a coger impulso.
Entretanto, Tsipras ha reconocido que hubo acciones de su política
que no se ajustaron a las expectativas y que era necesario cambiar
muchas cosas. A ello, dice, se añade el cansancio acumulado de tantos
años bajo la tutela de los acreedores.
A pesar de lo que decían las encuestas, él seguía confiado en poder
revertir el resultado. "Los griegos no pueden olvidar quién causó la
crisis, quién no supo manejarla y destrozó la economía y la sociedad, y
quién sacó al país del atolladero y la humillación”, dijo.
Recordemos que hace cuatro años, Syriza logró lo que tan solo unos
años antes parecía imposible: una formación de izquierda radical al
timón de un país. Alexis Tsipras se convertía en la esperanza de una
ciudadanía exhausta, tras años de austeridad y también de una izquierda
europea eternamente fragmentada y por ello débil.
Si bien Tsipras ganó las elecciones con un programa de izquierda, los
griegos le votaron porque les devolvía algo que habían perdido bajo la
tutela de los acreedores: dignidad. La gente y el propio gobierno creían
que David podía vencer a Goliat.
Seis meses y tormentosas reuniones después, Tsipras claudicaba y
asumía que con un programa de izquierda se podía ganar elecciones, pero
no gobernar cuando se tiene la soga al cuello y se han aplicado
controles de capital para evitar el desangre financiero.
En lugar de renegociar la deuda, detener el proceso de
privatizaciones de empresas estatales, evitar nuevos recortes de
pensiones y restablecer el salario mínimo, el líder izquierdista firmó
un tercer rescate financiero, menos cuantioso (86 000 millones de euros)
que los anteriores, pero no por ello menos doloroso.
Tsipras justificó este giro diametral con el argumento de que quería
evitar el "suicidio colectivo" del país, y que en lugar de "escapar"
(salir del euro), el gobierno había optado por "afrontar la realidad".
Pero la firma del rescate condujo a la implosión de Syriza y Tsipras
tuvo que convocar nuevas elecciones. Pese a que el desencanto había
empezado a propagarse nuevamente entre los ciudadanos, le dieron una
segunda oportunidad. Querían ver si, aun dentro del dictado de Bruselas y
Washington (Fondo Monetario Internacional), era capaz de poner en
práctica la política social que seguía prometiendo.
El tiempo ha demostrado que no lo fue, y Tsipras se convirtió en alumno aplicado de las instituciones.
Algunos de los objetivos fijados por los acreedores no se han
cumplido, como el programa de privatizaciones, o parte de la
modernización de la Administración, pero a cambio, Grecia ha superado en
los últimos años con creces los objetivos fiscales.
Grecia no es un país progresista. La mayoría de la población incluso
es de costumbres conservadoras, pero los ciudadanos habían confiado su
destino a un marxista -al menos en sus inicios políticos Tsipras lo
fue-, porque creyeron que él haría realidad una quimera.
Pero la realidad es que, Syriza, desde este domingo, debe hacerse a
la idea de que volverá a pasar a la oposición. Su principal objetivo
será evitar convertirse nuevamente en una formación marginal o, como
suele decir Nueva Democracia, en un breve episodio de la historia.
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