viernes, 26 de julio de 2019

Apreciación confusa
 
En la conducción de un gobierno hacer un diagnóstico acertado en materia de conducta social es cosa de brujos. Los factores que lo determinarían suelen ser poco consistentes. Hay dinámicas ocultas que emergen tarde. Un hecho calculado como menor puede generar efectos caleidoscópicos. Algo de eso pasó con el gobierno actual.
Durante los meses posteriores a la elección se elaboraron tesis sobre la violencia que llevaron a hablar con triunfalismo sobre fórmulas de significado no completamente comprendido por la población, pero que levantaron expectativas de diversa índole. Se festinaba haber concebido pautas propositivas como pacificación, amnistía penal, justicia transicional, supersecretaría, Guardia Nacional, profesionalización policial, combate a la impunidad y más. Pareciera que se había dado con la clave.
Esta felicidad hubiera sido propia de un gobierno desprovisto de perspicacia. No era el caso del actual gobierno federal, del que su conductor derrama experiencia y astucia. Aun con esa madurez no aceptó que el factor central de la tragedia es el incremento de la violencia que cedería sólo con métodos que pudieran alcanzar logros en el corto, mediano y largo plazos. Claramente se despreció el mensaje de sus tendencias que mediante un cálculo de su progresividad hubiera ofrecido advertencias de lo que podría esperarse y que hoy estamos padeciendo.
La realidad apuntaba a que la situación seguiría en deterioro hasta que operaran los factores de cambio necesarios. Con optimismo se supuso que en ciertos plazos razonables las evidencias de una mejoría serían incontestables. No fue así. Ahora, el Presidente siendo tan reacio a reconocer realidades ya ha aceptado que no vamos bien. Las festinadas presunciones del ayer han desaparecido sin explicación.
Un factor que ya advertía su gravedad, aunque ésta fue disimulada por el gobierno saliente, es el drama de los migrantes que se agudizó vivamente en las primeras semanas del gobierno de AMLO y que él recibió con espíritu épico. Pronto se vería el error decálculo y pronto brotó como elemento no previsto la perversidad de Trump, que está llevando este dolor social a términos que tampoco han sido calculados en su dimensión eminente. Del sometimiento a Trump quizás inevitable, la historia pasará factura.
Si de asuntos tan graves pudieran hacerse conclusiones, por lo menos una de ellas propondría repensar los mecanismos de gobierno que proponen y operan la política de justicia y seguridad pública. Es cierto que han sucedido y pasan cosas que no fue posible valorar en sus reales proporciones y que produjeron tremendos resultados. Obra también que las decisiones se han tomado sin la información y análisis que les dieran certeza.
Hoy está claro que habría que aceptar, sin buscar errores, culpas ni responsables, que algunas decisiones ya echadas a andar demandan revisiones, como ejemplo está la Guardia Nacional, puesta en marcha atropelladamente por la crisis de violencia en Minatitlán. Los problemas de fondo en la integración de la GN, los culturales, profesionales y laborales recién están aflorando. No se advirtieron.
Otras intenciones ya planteadas, que inexplicablemente no se han iniciado, habría que ponerlas a andar. El ejemplo más preocupante es la profesionalización amplia e integral de los cuerpos municipales, estatales y federales en lo que nada notable puede registrarse. El Presidente sabe muy bien que ciertas intenciones si no se inician pronto en los tiempos de un gobierno ya no lograrán la fuerza necesaria para salir de la órbita que las somete.
Tema desatendido resignadamente en el pasado es la relación del país con los servicios de inteligencia extranjeros, sean los financieros, aduaneros, políticos, judiciales, de seguridad, militares o navales. Sin faltar a la mesura se puede decir que el gobierno no sabe cuántos ni quiénes son o a qué se dedican. Poco se hace pensando en el interés de la contraparte mexicana, se trabaja para exportar. Consecuentemente ésta se beneficia o no en la medida que lo decide un poder extranjero al margen de nuestras leyes e intereses.
Ante alguna crisis generada por este desarreglo, Osorio Chong, entonces secretario de Gobernación, determinó que él sería la ventanilla única. No sabía lo que pretendía, menos lo supo exigir. El mundo del cumplimiento de la ley es cada día más internacional. La cooperación multinacional es esencial, pero es un mundillo complejo de reglamentar y hacer cumplir por funcionarios extranjeros con intereses para México. Lo que es ineludible es imponer disciplina a las instituciones mexicanas. Eso no sucede, existe incluso un festivo colaboracionismo.
Para el Presidente fue importante hacer un corte valorativo a raíz de su triunfo electoral. Lo creyó necesario y es su juicio, pero con el acto adquirió el deber de aceptar que ciertos ajustes son necesarios e inaplazables.

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