Abusos en Honduras: Hernández apela al ejército
Escrito por
Arnaldo Musa / Especial para CubaSí
Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras.
Ni el despliegue del ejército, ni los asesinatos perpetrados por
sicarios, ni la desaparición de algunos dirigentes, han impedido las
manifestaciones antigubernamentales que se suceden en la mayor parte de
Honduras.
Ni el despliegue del ejército, ni los asesinatos perpetrados por
sicarios, ni la desaparición de algunos dirigentes, ni el encierro de
decenas de personas, han impedido las manifestaciones
antigubernamentales que se suceden en la mayor parte de Honduras, y cuyo
colofón ha sido la acampada opositora frente al Palacio de Gobierno, en
Tegucigalpa.
De las demandas de mejores condiciones de vida, contra la represión y
otros males que obligan a huir a miles de hondureños de su patria, se
elevó la exigencia a la renuncia del presdente Juan Orlando Hernández,
todo un tahúr, que incluso es señalado junto a otros funcionarios desde
la tierra de su amo norteamericano por delitos de corrupción, que ya han
llevado a su hermano a sufrir prisión en Estados Unidos.
En el curso de las últimas horas por lo menos tres personas fueron
muertas por el ejército en la capital y otras nueve en el resto del
país, entre ellas dos niños, sumando centenares los heridos en uno de
los países más pobres del hemisferio, y que tiene uno de los más altos
índices de violencia del planeta.
Una de las vícfrmas es Noel Corea, de 17 años, asesinado por la
policía a balazos, cuando participaba en el bloqueo de una carretera.
Las protestas en Honduras han paralizado escuelas y hospitales, en
respuesta de médicos y profesores a reformas estatales en sus sectores
que conllevarán posteriormente a la privatización, el principal interés
del gobierno, que, incluso, según el “sueño” de Hernández, llevara en el
futuro a crear “ciudades especiales”, un paraíso para entronizar el
neoliberalismo.
Al movimiento huelguístico se han unido transportistas y hasta parte
de la policía, el único sector que fue atendido, al mejorársele las
condiciones laborales.
Pero, repito, las exigencias de los manifestantes se han ampliado y
ahora incluyen nuevamente la renuncia del presidente, con una
demostración de fuerza de la población como respuesta a los abusos del
ejército, creando un caos en la capital, al saquear negocios y hasta
edificios del gobierno. Algunas carreteras fueron bloqueadas con
barricadas y llantas en llamas.
Juan Orlando Hernández es el más reciente producto del golpe de
Estado que hace diez años derrocó un gobierno constitucional,
legítimamente electo, para implantar una serie continuada de regímenes
casi equivalentes a dictaduras, cuyos principales integrantes se
enriquecieron con el saqueo de las arcas del tesoro nacional, al tiempo
que fortalecieron el narcotráfico y el latifundio en la nación.
Hernández, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, fue reelegido
en el 2017 en unos comicios que fueron duramente criticados por
opositores y observadores internacionales.
El mandatario, que modificó la Constitución para poder optar a un
segundo mandato consecutivo de cuatro años, ha sido acusado de haberse
vuelto más autoritario en un país donde la violencia y la inestabilidad
económica empujan a muchos a migrar a Estados Unidos.
Periodistas mexicanos coinciden en exponer los hallazgos de una
investigación en el terreno, en el que se demuestra que “en un intento
desesperado de acallar las voces que exigen su renuncia, el presidente
Hernández ha usado a las fuerzas armadas para el control de las
protestas”.
Y mientras todo esto ocurre y los manifestantes permanecen acampados
cerca de la sede gubernamental, el presidente recibía a un grupo de
marines de Estados Unidos que llegó a la región para participar en
proyectos de “ayuda humanitaria”.
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