lunes, 1 de diciembre de 2014

Deben mantener el reclamo de que los quieren vivos, dice la abuela de Argentina
Encuentro con Estela Carlotto, inyección de esperanza para madres y padres de los 43
Nuestros hijos no están en fosas, nos consta que no los están buscando, señala Cristina Bautista
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Estela Carlotto (centro), presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo de Argentina, durante una conferencia de prensa a la que asistieron Rafael López, Edith López, Cristina Bautista, Mario César González y Omar García, familiares y compañeros de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidosFoto Marco Peláez
 
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Lunes 1º de diciembre de 2014, p. 4
 
La demanda de vivos se los llevaron, vivos los queremos que claman sin cesar los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos es justo el reclamo que deben mantener, lo que corresponde a esta etapa, sostiene la dirigente histórica de las Abuelas de Plaza de Mayo de Argentina, Estela Carlotto. Nosotras enarbolamos por años esa consigna; es una postura política correcta.
La historia de esta mujer que no cesó de buscar a su nieto Guido –o Ignacio Hurban, el nombre que le fue dado por sus padres no biológicos– durante 36 años, después de la desaparición forzada y asesinato de su hija Laura durante la dictadura militar, infundió ayer una muy necesaria inyección de esperanza, en una reunión privada con dos madres y dos padres del grupo de los 43 estudiantes.
Su caso, afirmó, es un ejemplo de que cuando se lucha incansablemente hay resultados: Yo encontré a mi nieto que nació de mi hija Laura en un campo de concentración. A ella la mataron dos meses después. Lo busqué por todo el mundo y 36 años después lo he encontrado.
Los padres de los muchachos desaparecidos por la policía de Iguala hace ya dos meses la miran con admiración.
Lo que ella nos dijo es que tengamos fuerza y la vamos a tener; nos contó cómo pasó por esto y creo que por eso nos comprende más. Pide que no decaigamos y le vamos a hacer caso. No nos vamos a quedar tranquilas, dice a su vez Hilda Hernández Rivera. Su hijo es el chico tlaxcalteca César Manuel González, uno de los 43.
Junto con Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio, asistieron al encuentro con Estela Carlotto. Al principio las madres no hablábamos, por tanto dolor. Pero ahora empezamos a hablar y no nos vamos a callar. Al gobierno le decimos: no nos vengan con que nuestros hijos están en fosas cuando lo que nos consta es que no los están buscando.
Ambas campesinas –Hilda es de Huamantla, Tlaxcala; Cristina de la región de la Montaña, además de migrante durante un tiempo– escucharon una de las experiencias organizativas más exitosas en la búsqueda de verdad, memoria y justicia por los desaparecidos.
Estela, bien plantada y elegante, con sus 84 años, es uno de los rostros más queridos y reconocidos de ese movimiento. Les contó del nefasto periodo cuando los militares de su país secuestraron y desaparecieron a más de 30 mil personas. De cómo nació su activismo, cuando un puñado de mujeres solas, con nuestras lágrimas y sin saber qué hacer, salieron a plantarse semanalmente en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. De cómo una sociedad indolente las empezó a llamar las locas.
Después del encuentro en la sede del Centro de Derechos Humanos José Agustín Pro, se presentaron en conferencia de prensa. Estela Carlotto hizo un llamado al pueblo mexicano, frente a la coyuntura de Ayotzinapa: Hagan carne propia esto que está pasando. Si estos crímenes pasan sin trascendencia, hay peligro de que sigan ocurriendo.
También hizo un exhorto al gobierno, a este gobierno constitucional que seguramente prometió en campaña electoral muchas cosas buenas, Pero esto que sucedió es una cosa muy mala, y es el Estado el que tiene la obligación de esclarecerlo y colaborar al retorno a sus hogares de estos jóvenes cuyos familiares esperan día tras día.
Refiere algo de su historia personal: Hace 40 años era una mujer burguesa que tenía otro proyecto de vida. La sociedad argentina fue pasiva durante décadas. Pero en 1976 sí salimos, porque tuvimos conciencia de que nos estaban tocando lo más sagrado, nuestros hijos.
Hoy esa mujer es otra, tiene la certeza de que va a caminar hasta que tenga vida para que esas cosas aberrantes no vuelvan a pasar en cualquier lugar del mundo. Ahora hacemos docencia en todo el mundo, ahora que todo está globalizado.
Mario César González, padre de César Manuel González Hernández, cuenta a su vez cómo se vio reflejado en el relato de Carlotto, sobre los indiferentes que en Argentina decían que las víctimas de la represión algo habrían hecho. Dice: Yo era de los indiferentes de lo que pasaba en nuestro país. Ahora que me ha tocado sufrir este dolor impresionante comprendo. Nos necesitamos todos.

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