Marco Rubio: Mentira vestida de senador
Escrito por Nicanor León Cotayo
Ante preguntas en el Senado, un asesor de la Casa Blanca condicionó el fin del “embargo” a Cuba.
Se trata de Anthony Blinken, quien se desempeña en la esfera de política exterior y respondió una interrogante del senador ultraderechista Marco Rubio.
¿Argumento de mister Blinken? Que no suavizarán el “embargo” a Cuba hasta que la isla demuestre avances en reformas, no solo económicas, también democráticas.
Tal fue su respuesta al senador floridano Marco Rubio, quien le exigió aclarar versiones sobre la posibilidad de que Obama flexibilice el “embargo” a La Habana.
"A no ser que Cuba sea capaz de demostrar que está dando pasos significativos, no sé cómo podríamos avanzar" en ese terreno” manifestó Blinken.
También deslizó que Obama "tiene ideas sobre cómo ayudar a impulsar a Cuba" por una senda democrática, y que si surge tal eventualidad, “es posible que la aproveche".
Pero eso “depende de Cuba y de las acciones que tome", subrayó Blinken, actual posible número dos del Departamento de Estado.
Vale preguntar, volviendo a la audiencia en el Senado, ¿quién es el senador republicano Marco Rubio?
Vale preguntar, volviendo a la audiencia en el Senado, ¿quién es el senador republicano Marco Rubio?
El 19 de junio de 2012 este muy controvertido legislador presentó su autobiografía, “An American Son” (un hijo americano).
Al incursionar sobre sus 303 páginas, un periodista de el Nuevo Herald, Marc Caputo, dijo que se trataba de una figura nacida en Miami de “padres exiliados cubanos”, pero a renglón seguido lo matizó al expresar “hijo de inmigrantes”.
The Washington Post desmintió el supuesto exilio al probar que ambos salieron de La Habana hacia Estados Unidos en 1956, fundamentalmente por razones económicas.
Más tarde se conoció que la historieta alrededor de esa supuesta heroicidad de sus progenitores fue cocinada en la oficina de su hijo en el Capitolio.
Pero en su autobiografía Rubio evade toda responsabilidad en el hecho y la vuelca sobre un empleado que “por error” lo incluyó en su computadora.
Sobre la Cámara Alta del Congreso federal se atrevió entonces a decir:
“A veces me siento como si hubiera entrado en una compañía de teatro donde cada voto y cada declaración están calculados para su máximo efecto político, en lugar para el beneficio público”.
Hasta el diario The Wall Street Journal le aconsejó que evitara escándalos como los que provocó en Miami al emplear tarjetas de crédito del Partido Republicano para solventar gastos personales.
En su libro An American Son trata de justificarse. “Mi torpeza para la contabilidad me costó cara.
La prensa divulgó el tema durante mi campaña al Senado federal, cuando sugirió que yo me había embolsado dinero de mi comité de finanzas y lo había usado para costear artículos personales, adujo.
“No era cierto”, “pero yo había ayudado a crear el malentendido…”
Rubio tuvo un estrecho colaborador muy significativo, el representante por el municipio floridano de Hialeah, Ralph Arza.
Tan racista que su jefe se vio forzado sacarlo transitoriamente de escena por los ardientes comentarios de ese tipo que hizo contra un funcionario escolar de Miami-Dade.
Este resultó un caso de racismo tan sonado, que legisladores negros del territorio amenazaron con boicotear la ceremonia donde Marco Rubio sería investido como presidente de la Cámara de Representantes de la Florida.
Por ese despeñadero ha ido cayendo la política estadounidense, donde un elegante pillo nacido en Miami, como Marco Rubio, ha podido ocupar una banca en su Senado.
Ahora podría añadirse, y cuestionar un probable acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos.
Al incursionar sobre sus 303 páginas, un periodista de el Nuevo Herald, Marc Caputo, dijo que se trataba de una figura nacida en Miami de “padres exiliados cubanos”, pero a renglón seguido lo matizó al expresar “hijo de inmigrantes”.
The Washington Post desmintió el supuesto exilio al probar que ambos salieron de La Habana hacia Estados Unidos en 1956, fundamentalmente por razones económicas.
Más tarde se conoció que la historieta alrededor de esa supuesta heroicidad de sus progenitores fue cocinada en la oficina de su hijo en el Capitolio.
Pero en su autobiografía Rubio evade toda responsabilidad en el hecho y la vuelca sobre un empleado que “por error” lo incluyó en su computadora.
Sobre la Cámara Alta del Congreso federal se atrevió entonces a decir:
“A veces me siento como si hubiera entrado en una compañía de teatro donde cada voto y cada declaración están calculados para su máximo efecto político, en lugar para el beneficio público”.
Hasta el diario The Wall Street Journal le aconsejó que evitara escándalos como los que provocó en Miami al emplear tarjetas de crédito del Partido Republicano para solventar gastos personales.
En su libro An American Son trata de justificarse. “Mi torpeza para la contabilidad me costó cara.
La prensa divulgó el tema durante mi campaña al Senado federal, cuando sugirió que yo me había embolsado dinero de mi comité de finanzas y lo había usado para costear artículos personales, adujo.
“No era cierto”, “pero yo había ayudado a crear el malentendido…”
Rubio tuvo un estrecho colaborador muy significativo, el representante por el municipio floridano de Hialeah, Ralph Arza.
Tan racista que su jefe se vio forzado sacarlo transitoriamente de escena por los ardientes comentarios de ese tipo que hizo contra un funcionario escolar de Miami-Dade.
Este resultó un caso de racismo tan sonado, que legisladores negros del territorio amenazaron con boicotear la ceremonia donde Marco Rubio sería investido como presidente de la Cámara de Representantes de la Florida.
Por ese despeñadero ha ido cayendo la política estadounidense, donde un elegante pillo nacido en Miami, como Marco Rubio, ha podido ocupar una banca en su Senado.
Ahora podría añadirse, y cuestionar un probable acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario