miércoles, 31 de enero de 2018

México SA
¿Y el 5 por ciento?
Economía famélica
BCS: ¿el paraíso?
Carlos Fernández-Vega
 
Como es costumbre, insuficientes resultaron los discursos, sonrisas y promesas oficiales en materia de crecimiento, pues en 2017 la estancada economía nacional mantuvo el comportamiento inercial que ha registrado a lo largo de las pasadas tres décadas y media, con las consecuencias sociales por todos conocidas y padecidas.
Ayer, el Inegi informó que en 2017 el producto interno bruto del país habría crecido 2.3 por ciento; también, que con series ajustadas por estacionalidad observó un incremento real de 1.7 por ciento en el periodo octubre-diciembre de ese mismo año, con relación a igual trimestre de 2016, y que en dicho lapso el avance registrado fue de uno por ciento en relación con el trimestre inmediato anterior.
En castellano simple lo anterior quiere decir que la economía mexicana mantuvo el enclenque ritmo de crecimiento de años y sexenios anteriores, con todo y las millones de palabras y las toneladas de saliva que los integrantes del gabinetazo peñanietista pronunciaron y consumieron a lo largo del año recién concluido, con el fin de dar esperanza a los mexicanos de que todo marchaba bien.
Así, del México prometido (ese que se movería a la velocidad de la luz, gracias a las reformas estructurales) al México real (el cotidianamente padecido por los habitantes de esta república de discursos) existe una cada día más amplia brecha, porque gobierno tras gobierno se repite el numerito en detrimento del nivel de bienestar de los mexicanos.
Todavía se escucha la promesa del chile de todos los moles del sexenio, Luis Videgaray, cuando en los albores de 2014 (en funciones de secretario de Hacienda y en un discurso que repitió a lo largo del año en foros nacionales internacionales) celebraba que se ha empezado a ver una recuperación gradual de la economía mexicana, por lo cual se espera que en la segunda mitad de la actual administración pueda alcanzarse una tasa cercana a 5 por ciento de crecimiento anual.
¿Por qué? En ese entonces decía el ahora aprendiz de canciller que el efecto de las reformas estructurales le permitirá a México alcanzar tasas de crecimiento de 5 por ciento anual en la segunda mitad de la actual administración, y a lo largo de los próximos años veremos el efecto que tendrán las reformas en nuestra tasa de crecimiento. Y machaconamente repetía aquello de que en la segunda parte de la administración podrá alcanzarse una tasa sostenida de alrededor de 5 por ciento de crecimiento anual.
Videgaray se sentía pleno. Después del sonado fracaso de 2013 (cuando el PIB a duras penas creció 1.1 por ciento), en 2014 el susodicho presumía que la economía nacional ya ha comenzado a tener una recuperación gradual y sostenida en lo que va de este año; tenemos que cambiar para crecer, porque si bien es cierto que la economía se ha vuelto estable, en los últimos 30 años la tasa de crecimiento en México ha sido muy baja, hemos crecido apenas en promedio 2.3 por ciento y en (los últimos) 14 años la tasa de crecimiento en el país ha sido de poco más de dos por ciento. Si queremos transformar a México, convertirnos en una economía desarrollada, donde superemos los niveles endémicos de pobreza, tenemos que crecer más.
Ese mismo año repitió el discurso en un foro realizado en la capital española: “Al final de este gobierno, México tiene la oportunidad de elevar estructuralmente su tasa de crecimiento, que debería estar en 5 por ciento anual, que es el doble del crecimiento que hemos tenido en promedio en años recientes… La democracia mexicana tiene impaciencia y exige resultados, por eso al tiempo que implementa las reformas toma acciones decididas para acelerar la economía”. Y como siempre, Videgaray no dio una.
A estas alturas, consumido 84 por ciento del mandato constitucional de EPN, aquello de 5 por ciento resultó ser un chiste de pésimo gusto, pues la actual administración sólo reprodujo los vicios y errores de cálculo de las cinco precedentes, y la muestra más contundente es que México sigue creciendo 2 por ciento.
En cinco años de gobierno peñanietista, considerando las cifras más recientes del Inegi, el promedio anual de crecimiento económico es de 2.06 por ciento, con todo y reformas, proporción apenas por arriba del logro de Felipe Calderón en esta misma materia (1.9 por ciento como media anual en su sexenio), pero por debajo del registrado por otra lacra (Vicente Fox, 2.3 por ciento).
En la primera mitad del actual sexenio el promedio anual de crecimiento fue de 1.9 por ciento, pero Videgaray aseguraba que en la segunda mitad los mexicanos alcanzarían el paraíso, pues las reformas habían sido aprobadas y estaban en operación.
Sin embargo, en esa segunda mitad el panorama prácticamente no se modificó. Si se considera la estimación de los organismos financieros internacionales, en 2018 la economía mexicana crecería 2.3 por ciento, misma proporción que en 2017 y 2016.
Así, en los hechos, el 5 por ciento prometido se topó con la realidad, y en los hechos no pasaría de 2.1.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría sobre la bonanza en Baja California Sur: “La economía sudcaliforniana creció significativamente en el tercer trimestre de 2017 (informa el Inegi) y en general ha venido creciendo estos últimos años. No dudo que los Sánchez Navarro, los Coppel y los Lomelí estén encantados en sus palacetes con las alforjas llenas, pero desgraciadamente ese crecimiento no se ve reflejado en el nivel ni la calidad de vida de la sociedad sudcaliforniana, pues cada día tenemos peores servicios y sufrimos el incremento de los severos rezagos sociales que provoca el crecimiento no planificado, amén de la rampante inseguridad y violencia que permea en el estado. El gobernador Carlos Mendoza (quien se la pasa responsabilizando a la sociedad sudcaliforniana de su fracaso en seguridad) festeja ese crecimiento como un ‘logro’ personal, pero en realidad estamos frente a un problema mayúsculo. Ese crecimiento significativo se da en uno de los peores momentos sociales en BCS: la economía crece inusualmente, y la inseguridad y la violencia también. Es imposible no relacionar esa dinámica con la de un tumor cancerígeno: todo crece inusualmente. Por otra parte, si a pesar de la inseguridad la economía crece, es indicador de que la inseguridad y la violencia se están haciendo económicamente funcionales; pésima señal que el gobernador festeja como ‘logro’” (Víctor Adrián Trujillo Muñoz, tordrian@gmail.com).
Twitter: @cafevega

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