lunes, 10 de noviembre de 2014

Reiteran en el Zócalo la exigencia de hallar con vida a los normalistas de Ayotzinapa
La justicia, otra desaparecida: integrantes de la marcha 43x43
‘‘Murillo, si ya te cansaste renuncia’’, rezaba una de las mantas de los manifestantes
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Tras recorrer casi 194 kilómetros, la marcha que partió de Iguala llegó a la ciudad de MéxicoFoto Jesús Villaseca
 
Emir Olivares y Alonso Urrutia
Periódico La Jornada
Lunes 10 de noviembre de 2014
 
La lucha por la justicia en el caso Ayotzinapa no da tregua. Sin las multitudes de la jornada global, la marcha 43x43 arribó al Zócalo de la ciudad de México, desde el epicentro que hoy tiene en jaque al gobierno federal: Iguala, Guerrero. Casi 194 kilómetros, cuyo recorrido ayer llegó a su fin para lanzar desde el centro político del país la misma demanda que han hecho miles: la presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos.
La imaginación popular en torno a la tragedia no termina. Al paso de la movilización, casi como rosario, se enumera cíclicamente del 1 al 43, una especie de in memoriam por los desaparecidos, a quienes nadie quiere dar por muertos. Hay quien suma una desaparecida más: la justicia.
Cuando llegó la marcha al Zócalo, cuatro horas después, Carlos Ventura, uno de los convocantes, enlistó los objetivos de 43x43: ‘‘Exigir la presencia con vida de los normalistas, que se investigue de quiénes son los cadáveres encontrados en las fosas clandestinas de Guerrero –también son seres humanos y hay que pelear por ellos– y enfatizar que el caso Iguala es la gota que derramó el vaso, porque en todo el país sucede lo mismo; ya estamos hartos’’.
‘‘El Estado no es ya el que la sociedad necesita’’
José Alcaraz, vocero de la marcha, sintetizó la situación en una frase: ‘‘El Estado no es ya el que la sociedad necesita, hay que reformarlo radicalmente’’. La convocatoria, enfatizó tras los sucesos violentos en Palacio Nacional, es la transformación del país mediante un movimiento pacífico. ‘‘La lucha debe ser pacífica, aunque el Estado ha provocado que muchos sectores recurran a la violencia como método de protesta’’.
Desde el templo de San Hipólito, en el centro de Tlalpan –donde pernoctaron–, salieron a las 8:30 para cubrir la última etapa de su trayecto, en el que visitaron los municipios más convulsos de Guerrero y Morelos por la presencia del crimen organizado. Largo recorrido dominical al que paulatinamente se le fueron sumando capitalinos solidarios con la misma causa.
Bertha Pedraza, habitante de San Lorenzo Tezonco, expresó: ‘‘Como madre entiendo el dolor de las familias de los normalistas. Me he unido a esta caminata para repudiar los hechos y el que ahora los quieran dar por muertos en costales de cenizas. No quisiera ni imaginar que algo así pudiera pasarle a mis hijos, pero si así fuera, jamás descansaría hasta encontrarlos’’.
En esta ocasión se trató de una movilización más familiar. Al igual que Bertha, decenas acudieron con sus hijos. La mujer esperó a los manifestantes en las inmediaciones del Metro Ermita, sobre calzada de Tlalpan; al ver al contingente se sumó firme portando una gran cartulina y una sola exigencia: ‘‘(Jesús) Murillo Karam, si ya te cansaste renuncia, porque nos siguen faltando 43 futuros maestros’’.
El reclamo de la renuncia del procurador general de la República se intensificó durante el recorrido. La gente no olvida su involuntaria expresión de hartazgo con el ahora ya tristemente célebre ‘‘Ya me cansé’’, ahora utilizado mordazmente para parodiar la actitud gubernamental frente al caso de los normalistas de Ayotzinapa. Su dimisión es coreada casi tanto como el recurrente ‘‘¡Fuera Peña!’’
A lo largo del trayecto, Alcaraz censuró la hipótesis del procurador Murillo Karam, según la cual existen elementos que apuntan a que los estudiantes desaparecidos pudieron ser asesinados, quemados y sus restos calcinados quedaron en cenizas que fueron tiradas a un río y colocadas en bolsas. ‘‘Ese argumento es ofensivo, humillante. Así nada más, sin ninguna prueba. No, no lo vamos a aceptar’’.
Alejandro Juárez, artesano de Tamazunchale, Guerrero, fue uno de quienes se unieron a esta marcha desde su inicio. El lunes pasado llegó a Iguala para caminar 194 kilómetros por la justicia. No fue sencillo: a la altura del cruce de Tlalpan y Miguel Ángel de Quevedo, su rostro denotaba agotamiento.
‘‘¿Falta mucho para llegar al Zócalo, joven?’’, alcanzó a preguntar a un reportero. Enterado de que le faltaban aún varios kilómetros por recorrer, enderezó la espalda y apretó el paso para comentar en voz baja que es el costo de la búsqueda de la justicia: ‘‘Si queremos justicia un precio debemos pagar. Tenemos que buscarla nosotros, porque el gobierno no hace nada, ni por la buena ni por la mala’’.
La exigencia de justicia por el caso Iguala se ha extendido a tal grado que en lugar de los habituales bocinazos con cualquier cantidad de insultos que los automovilistas lanzan contra los manifestantes que bloquean alguna vialidad, en esta ocasión se transmutó en apoyo. Pese a ser perjudicados por el tránsito generado por la marcha –sólo se dejaron abiertos a la circulación dos carriles–, la mayoría de los automovilistas expresaron su solidaridad con los manifestantes.
Motociclistas de chamarras de cuero, barbados y luciendo largas cabelleras hicieron sonar los motores de sus choppers y por un momento acompañaron a la movilización. Hubo quienes mostraron su apoyo mediante el avituallamiento a la marcha: atole, fruta, agua y otros productos fueron suministados a quienes no cesaron de gritar durante las cuatro horas del largo recorrido desde Tlalpan.
Sobre las aceras, centenas de capitalinos se apostaron para ver y aplaudir el paso de la marcha 43x43. Una improvisada cartulina para expresar su sentir sobre la realidad nacional era la forma de adherirse al movimiento: ‘‘México, no te mueras. México, no me mates’’.

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