Fidel y Chávez, jonroneros de la historia
Escrito por El Diablo Ilustrado
No creo que haya otra broma de más resonancia hecha por un jefe de estado a otro; claro que en este caso fue más bien la que le hace un padre a un hijo, como jugando —y de juego se trata. Fue el 18 de enero de 1999 en el Estadio Latinoamericano, Fidel y Chávez habían acordado un juego de veteranos del beisbol de Cuba y Venezuela.
Recuerdo que había más de 45 mil personas aquella noche, el Latino a full; tuve que sentarme en el jardín derecho, casi al final. Por suerte llevaba unos binoculares aunque de todos modos el home me quedaba a casi 500 pies. Fidel dirigía el equipo Cuba y Chávez era el lanzador de Venezuela.
Desde que salen al terreno el público, y tras la ovación inicial, empezó el cuchicheo, todos tratábamos de identificar a nuestras glorias del beisbol y no dábamos pie con bola. Lógicamente, unos barrigones, algunos extrañamente barbudos... pero irreconocibles. Crecía el murmullo ante el desconcierto: ¿cómo era que la fanaticada no podía identifircar a sus viejos ídolos? Muy pronto comenzaron jugadas poco creíbles, fildeos que requerían reflejos y una movilidad no apta para veteranos; aquellos gordos le partían a los batazos con mucha agilidad y daban batazos como de peloteros en plena forma. Comenzaron las sospechas y las risas en el público, alguien creía reconocer a peloteros del team Cuba en activo, pero muchos no nos atrevíamos a creer un montaje teatral semejante. Creo que fue Chávez, cuando le sonaron un lineazo que fue hasta primera y reconoció a Orestes Kindelán. Muchos no entendíamos que pasaba, Chávez hacía gestos, se reía, protestaba, le hacía señas a los árbitros... algunos empezaban a percatarse, pero era difícil aceptar la idea de que Fidel hubiera armado todo aquel espectáculo. Y sí, había reunido en secreto a estrellas de nuestra pelota, buscó maquillistas profesionales que caracterizaron a los Pacheco, Kindelán, Germán... con barrigas, barbas y hasta arrugas postizas, y los presentó como veteranos.
No recuerdo cómo terminó el juego, ganó Cuba claro, y seguramente a algún pelotero venezolano, (que sí eran glorias retiradas), no les habrá caído muy bien la gracia. Hugo Chávez, con ese espíritu campechano, se reía en sus declaraciones, mientras decía que Fidel le hizo trampa, todo porque no le gusta perder a nada. Luego hubo un juego de vuelta en serio, pero quedó aquel suceso como ese embrome entre dos grandes amigos como un gesto de la más extrema confianza de uno de en el otro, y claro que entre los dos pueblos. Algo completamente inédito en la historia, al menos con esas dimensiones si pensamos que fue a estadio repleto y transmitiendo en vivo por la televisión. Quedó de aquello un abrazo más estrecho entre estos dos hombres con gran sentido del humor, y amistad sin fronteras.
Hoy, 18 de enero, se cumplen 14 años exactos de aquel inolvidable juego, y de la broma colosal, de aquellas divertidas horas en que deportivamente fueron contrincantes cubanos y venezolanos. Chávez se encuentra ahora recuperándose de su delicada operación, y Fidel visitándolo constantemente, velando el restablecimiento de quien es —en el campeonato de la historia latinoamericana— el cuarto bate de su mismo equipo.
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