Siria: ¿La Casa Blanca de luto?
Obviamente
Donald Trump no está apesadumbrado por los más de mil rohingyas que han
sido asesinados por el régimen de Myanmar y los trescientos mil
desplazados, pese a que le corresponde a él con la Comunidad Europea
resolver y detener este genocidio ya que dicho país es su protectorado.
Nadie más puede intervenir con posibilidad de solución.
Su luto y
el de los complejos militar industrial se debe a que el Ejército Árabe
Sirio (EAS), junto con aliados, cada vez con mayor intensidad expulsan
de la nación a los grupos mercenarios creados por la Casa Blanca y
permiten prever que serán derrotados aquellos que permanezcan allí.
Este duelo se debe, además, a que todos los movimientos de
independencia como Hezbolá y de movilización popular, contra los cuales
ha combatido EE.UU., se erigen victoriosos. También incrementa su pesar
que Irán, siempre con la frente en alto, adquiere presencia
internacional como figura de mesura y respeto. Junto a ello, pese a
sancionar una y otra vez a Rusia, ésta ha sido garante de que el
terrorismo sea extirpado tanto en Siria como Irak, continuando con el
apoyo incondicional a quien lo pida para este fin noble.
La aflicción de la Casa Blanca y el Pentágono es coherente puesto que
el cadáver del terrorismo en determinadas naciones les hace rezar por
su resurrección. Esto es relativamente factible en la medida que
pudiesen fracturar a Siria e Irak a través del financiamiento y
logística al componente kurdo y a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS),
con el fin de insistir en su república autónoma. En esta dirección,
también han conformado la unidad de “rebeldes moderados” en un supuesto nuevo Estado sirio, coordinando
la fusión de 43 grupos armados “moderados” cuyo objetivo será
enfrentarse al gobierno de Bashar al-Assad, al pueblo kurdo y
supuestamente a Daesh por ser terrorista. Lo extraño es que conformarán
un ejército dirigido por Ahrar al Sham, órgano terrorista del Frente
Al-Nusra, financiado y provisto militarmente por países que apoyan la
violencia salafista como son Turquía y Catar.
Los estertores del Estado islámico se oyen claramente, aunque el
régimen estadounidense sigue colaborando al extraer varios líderes de
Deir Ezzor y facilitar el nombramiento de nuevos dirigentes,
especialmente al fallecer por bombardeos el “gobernador”, Abú Muhammad
Al-Shimali, y el “emir de la muerte” o ministro de guerra de dicha
organización takfirí.
Se conoce que EE.UU., además de crear Daesh y Al Qaeda, siempre
construye nuevos referentes para que luchen por sus propios intereses
sin involucrarse directamente como gobierno, pese a ser descubierto
diariamente como financista y logístico del terror. En dicho sentido, cabe
mencionar que la Coalición Internacional ha sido una carta escondida
jugada por el régimen estadounidense para apoyar a los grupos
mercenarios.
Cada vez se conoce con mayor claridad el papel que ha jugado y lo
sigue haciendo en contra del ejército libertador, sus aliados, los
civiles y el territorio. Se sabe que dicha Coalición se formó en octubre
de 2014 por el Mando Central de los EE.UU., acoplando una alianza
militar de 60 países neoliberales, para destruir supuestamente a la
organización terrorista Estado Islámico (Daesh, ISIS, EIIL), en una
operación llamada “Resolución Inherente”. Esta liga opera en Irak,
Siria, apoya a Arabia Saudí en Yemen, sin ser llamados ni autorizados
por dichos gobiernos, es decir, por fuera de toda legalidad y en forma
de ocupación tránsfuga no reconocida por el Consejo de Seguridad de la
ONU.
No obstante manifestar el rol antiterrorista, su ejecución ha sido
diferente ya que la información reciente da cuenta que este 4 de
septiembre, desoyendo el clamor internacional para que el régimen
estadounidense cese la masacre de civiles en Siria, han asesinado
nuevamente en otra jornada “civilizadora” para la ciudad siria de
Al-Raqa, afectando el distrito Al-Naim. La suma actualmente es superior a
seis mil personas “neutralizadas”.
Las cifras horrorizan: miles de niños, mujeres, ancianos,
destrozados, desfigurados, amputados, exterminados, bajo la figura de
error bélico, lo que no explica la tecnología y conocimiento aplicado en
dichas condiciones. Cabe destacar las recientes masacres de la
Coalición en un hotel con más de 70 víctimas, amén de una boda con 300
personas acribilladas, más cientos de civiles en Raqa y otras ciudades,
sumadas a los ataques “no deseados” a fuerzas armadas sirias, iraquíes y
yemeníes. Es decir, crímenes de guerra de lesa humanidad provocados por un terrorismo selectivo.
Por ello, cada vez se hace más fuerte la voz que reclama justicia por
los “daños colaterales” (asesinatos) que genera la Coalición
Internacional, la cual aplica una sentencia de muerte continua sobre los
países donde ejerce su autoridad sin control internacional. Bajo el
sofisma de atacar a los takfiríes, su papel ha sido desarrollar una
estrategia imperial basada en tres principios: sostener la vigencia de
Daesh y Al Qaeda como aliados innombrables, aunque necesarios; propiciar
el caos mortal y desmembrar a dichos países; apoyar con armas y
logística a las fuerzas kurdas para estimular su secesión de Irak o al
nuevo Estado sirio. En síntesis, mantener su control armado de regiones
que no desean la intervención estadounidense.
La consecuencia de tan atroz comportamiento se refleja en el
clamor de líderes honestos y pueblos inmensos que reclaman castigo a
personajes tan nefastos como George Bush, Aznar, Tony Blair, Obama,
Trump, Rajoy, entre otros, pues son germen del homicidio extensivo.
Cabe a los gobiernos soberanos desnudar a dichos personajes,
denunciar los planes de la OTAN de integrarse a dicho complot, detener
en el campo de batalla a los terroristas de estos regímenes y seguir
insistiendo en que el diálogo y la transparencia son los únicos métodos
que los seres humanos pueden emplear como resolución, sin desconocer que
la condena será ejemplo mundial para todos aquellos que creen en la
aniquilación como método de la solución final para la Humanidad.
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