El
10 de septiembre se celebra en Rusia el Día de los Operadores de
Tanques, que fue establecido en 1946 para conmemorar las hazañas de las
tropas blindadas y mecanizadas durante la Gran Guerra Patria
(1941-1945).
Uno
de los episodios más destacados de la participación soviética en la
Segunda Guerra Mundial fue la incursión de un solo tanque soviético, en
julio de 1941, en la ciudad de Minsk, la capital de Bielorrusia. El T-28
cruzó la ciudad, eliminando a los vehículos y soldados nazis ocupantes
que se encontró en su camino.
Era el doceavo día de guerra cuando, a principios de julio, el sargento mayor Dmitri Malkó se encontraba en la columna de tropas soviéticas que se batía en retirada rumbo al este.
Después de los ataques alemanes, la sala de máquinas de su T-28 había sufrido algunos daños, pero este experimentado mecánico logró repararlos, aunque tuvo que alejarse para ello de su unidad. Entonces, al vehículo de combate se acercaron el mayor Vásechkin, operador de tanques, y cuatro cadetes de la Escuela de Artillería: Nikolái Pedan, Alexandr Rachitzki, Fiodor Naúmov y un tal Serguéi, cuyo apellido se desconoce. Para el sargento Malkó, aquello supuso disponer de una nueva tripulación.
En aquel momento, las tropas soviéticas estaban retrocediendo, pero no todos se daban prisa por ir a la retaguardia. Es el caso de los protagonistas de esta historia, que decidieron cruzar Minsk en su camino al este, pese a que en aquel momento ya estaba bajo control de los nazis.
El grupo se dirigió a la capital de Bielorrusia a toda marcha tras recargar sus municiones en un almacén abandonado.
Cerca
del mercado de la ciudad se toparon con una columna de motoristas nazis
que el T-28 no dudó en arrollar, disparando contra los enemigos con su
cañón y sus cuatro ametralladoras. Después, la tripulación eliminó dos
camiones alemanes, un vehículo blindado Hanomag y a decenas de soldados
alemanes. Mientras atravesaba la ciudad, el T-28 atropellaba y disparaba
a los soldados de Hitler que se encontraba a su paso. Especialmente
mortífera fue su incursión en el parque Gorki, donde los ocupantes
habían instalado un campamento.
En total, los rusos inutilizaron alrededor de diez tanques y
vehículos blindados del enemigo, 14 camiones y tres baterías de
artillería. Los alemanes perdieron alrededor de 360 soldados y
oficiales.
El T-28 estuvo a punto de salir indemne de su osada incursión, pero
ya en los barrios de Minsk, cerca del cementerio de Kalvaríyskoye, fue
alcanzado por una batería de artillería. Los soldados abandonaron el
carro de combate en llamas y tres de ellos lograron escapar y continuar
sirviendo en el Ejército Rojo.
Tal vez la gloria del mejor tanque de la Segunda Guerra Mundial, que era el T-34, eclipsó el mérito del combatiente de a pie, el tanque mediano T-28. Sin embargo, a principios de los años 40 del siglo XX, este último era un arma formidable, señala el experto militar Alexandr Jrolenko.
De 1933 a 1940, la planta de Kírov produjo 503 unidades, y el T-28 era considerado el tanque mediano más fuerte del mundo. Este vehículo participó en la campaña polaca del Ejército Rojo y en la Guerra de Invierno con Finlandia —de 1939 a 1940—, donde mostró grandes cualidades de combate. El T-28 se utilizó por última vez en 1944.
El tanque T-28 parecía un 'monstruo' con tres torres de acero que pesaba 30 toneladas. Iba armado con un cañón de 76 mm y cuatro ametralladoras de 7,62 mm, con capacidad de tiro circular. El proyectil de un T-28 era capaz de atravesar blindajes de hasta 50 mm de espesor desde una distancia de 1.000 metros.
Su motor de 500 caballos de potencia le permitía moverse a una velocidad de más de 40 kilómetros por hora y superar zanjas y otros obstáculos. La estación de radio que tenía incorporada le proporcionó capacidad para mantener comunicaciones en un radio de hasta 60 kilómetros.
La tripulación consistía de seis personas: el comandante-tirador de la ametralladora —que simultáneamente cargaba las armas—, el operador de radio —que al mismo tiempo era el segundo cargador—, el artillero, dos tiradores de las torres de ametralladoras y, por último, el conductor-mecánico.
Era el doceavo día de guerra cuando, a principios de julio, el sargento mayor Dmitri Malkó se encontraba en la columna de tropas soviéticas que se batía en retirada rumbo al este.
Después de los ataques alemanes, la sala de máquinas de su T-28 había sufrido algunos daños, pero este experimentado mecánico logró repararlos, aunque tuvo que alejarse para ello de su unidad. Entonces, al vehículo de combate se acercaron el mayor Vásechkin, operador de tanques, y cuatro cadetes de la Escuela de Artillería: Nikolái Pedan, Alexandr Rachitzki, Fiodor Naúmov y un tal Serguéi, cuyo apellido se desconoce. Para el sargento Malkó, aquello supuso disponer de una nueva tripulación.
En aquel momento, las tropas soviéticas estaban retrocediendo, pero no todos se daban prisa por ir a la retaguardia. Es el caso de los protagonistas de esta historia, que decidieron cruzar Minsk en su camino al este, pese a que en aquel momento ya estaba bajo control de los nazis.
El grupo se dirigió a la capital de Bielorrusia a toda marcha tras recargar sus municiones en un almacén abandonado.
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Sputnik/ Mikhail Voskresensky
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Sputnik/ Leonid Bat
Tanques soviéticos en una aldea cerca de Moscú en octubre de 1941
Tal vez la gloria del mejor tanque de la Segunda Guerra Mundial, que era el T-34, eclipsó el mérito del combatiente de a pie, el tanque mediano T-28. Sin embargo, a principios de los años 40 del siglo XX, este último era un arma formidable, señala el experto militar Alexandr Jrolenko.
De 1933 a 1940, la planta de Kírov produjo 503 unidades, y el T-28 era considerado el tanque mediano más fuerte del mundo. Este vehículo participó en la campaña polaca del Ejército Rojo y en la Guerra de Invierno con Finlandia —de 1939 a 1940—, donde mostró grandes cualidades de combate. El T-28 se utilizó por última vez en 1944.
El tanque T-28 parecía un 'monstruo' con tres torres de acero que pesaba 30 toneladas. Iba armado con un cañón de 76 mm y cuatro ametralladoras de 7,62 mm, con capacidad de tiro circular. El proyectil de un T-28 era capaz de atravesar blindajes de hasta 50 mm de espesor desde una distancia de 1.000 metros.
Su motor de 500 caballos de potencia le permitía moverse a una velocidad de más de 40 kilómetros por hora y superar zanjas y otros obstáculos. La estación de radio que tenía incorporada le proporcionó capacidad para mantener comunicaciones en un radio de hasta 60 kilómetros.
La tripulación consistía de seis personas: el comandante-tirador de la ametralladora —que simultáneamente cargaba las armas—, el operador de radio —que al mismo tiempo era el segundo cargador—, el artillero, dos tiradores de las torres de ametralladoras y, por último, el conductor-mecánico.
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