jueves, 3 de julio de 2014

Iráníes nunca olvidarán acto salvaje de EEUU el 3 de junio de 1988
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El 3 de julio de 1988, un avión iraní con 290 pasajeros fue derribado por misiles lanzados por la flota USS Vincennes de la Armada de los Estados Unidos que se hallaba en el Golfo Pérsico. 

El vuelo número 655 de la compaña Irán Air se encontraba cubriendo la ruta de Irán a Dubái. Nadie imaginaba que, en pocos minutos, todos los que estaban a bordo, entre ellos más de 60 niños, podrían ser blanco de un misil lanzado por la Armada estadounidense.

En un principio, EE.UU. que había desahogado su ira contra un avión comercial por el triunfo de la Revolución Islámica de Irán y la valentía y resistencia demostradas por el país durante la guerra impuesta por el entonces régimen baasista de Irak, intentó lavarse las manos de la responsabilidad que le imponían los hechos.

Por esta razón, alegó que los oficiales a bordo del barco habían confundido el avión comercial con uno de combate iraní, Tomcat F-14.

La falsedad de esta excusa salió a la luz cuando se supo que el barco de la Armada estadounidense tenía los mejores sistemas de rastreo y comunicación y, fácilmente, podría haber reconocido el avión iraní o comunicarse con él, para pedir identificación.

Las autoridades estadounidenses, que poco después sellaron su enemistad con Irán concediendo una medalla de honor al capitán de la flota, intentaron luego justificar que el avión iraní era militar, una excusa que también fue desestimada con la divulgación de las fotos de los cadáveres de niños y mujeres que flotaban en agua.

La sociedad internacional, también, intentó hacer la vista gorda respecto a la tragedia, pero mientras pasaba el tiempo, la voz de justicia no calló, hasta que seis años después, finalmente, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya emitió una sentencia, según la cual, los EE.UU. tenían que pagar una indemnización tanto al país persa como a las familias de las víctimas.

Aunque el país norteamericano pagó la recompensa, nunca pidió perdón a los familiares afectados por lo que había hecho su flota lanzamisiles ni el vacío que había dejado para siempre en el corazón de la nación persa.

La tragedia es, sin duda, una de las muchas razones por las que los iraníes no creen en la máscara de defensor de los derechos humanos que se han puesto los EE.UU.

Cuando este país hace declaraciones de esta índole, reaviva aun más en la mente de la nación persa la memoria de los 290 cadáveres flotando en el agua, y la certeza de que los EE.UU., sería capaz de cualquier atrocidad cuando ve en peligro sus intereses.

ymc/ybm/ms
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