martes, 6 de agosto de 2019

Una pepita de oro en un billete de bolívaro

El sueño dorado que se esconde en el sur de Venezuela (fotos)

© Sputnik / Magda Gibelli
América Latina
Magda Gibelli

EL CALLAO (Sputnik) — Los habitantes del municipio venezolano El Callao, enclavado en el Arco Minero del Orinoco, son casi todos mineros o viven del comercio que genera el oro.
"Aquí llueve y casi que sale oro en las aceras", dijo a Sputnik Miguel Rivas, uno de los pobladores de El Callao.
El Arco Minero del Orinoco es un territorio de 111.843 kilómetros cuadrados delimitado por el Gobierno, que incluye los estados de Apure (suroeste), Amazonas (sur), Delta Amacuro (noreste) y Bolívar (sur), al que pertenece El Callao.
A 30 minutos de distancia de la zona poblada comienzan a ser visibles los mineros, se los ve caminando por la vía o en camiones con unos instrumentos cónicos de madera, las bateas, que usan para lavar el oro.
Al llegar a El Callao, el visitante se siente como en un mercado: ¡compro oro!, ¡vendo oro!, se escucha en la calle, y es frecuente ver a hombres, mujeres y niños caminando con sus bateas y con linternas en la cabeza.
Un hombre con una pepita de oro
© Sputnik / Magda Gibelli
Un hombre con una pepita de oro
"Casi todos trabajan en las minas, por eso aquí ves a la gente llena de tierra hasta la rodilla, aquí nunca vas a ver a la gente con la ropa limpia", añadió Rivas, quien hace 17 años trabajó en una mina, pero se enfermó de paludismo y decidió dejar el oficio.

Paludismo

El paludismo en El Callao es como una gripe o un dengue que se da con frecuencia, dijo a Sputnik Richard, uno de los habitantes del sector que prefirió identificarse solo con ese nombre.
El Gobierno recientemente entregó medicamentos a los afectados y mosquiteros para las camas de niños y adultos.
"Nos entregaron varios mosquiteros hace una semana, y ya sabemos que el mosquito que contagia el paludismo tiene sus horas, en la mañana como a las 06:00 (10:00 GMT) y en la tarde como a las 18:00 (22:00 GMT), a esa hora uno se guarda y trata de echar algo para espantar la plaga", explicó Mariana Gutiérrez, quien tiene un negocio de comida cerca de una mina de la zona.
Cuando no hay tratamientos en el ambulatorio, muchos optan por tomar brebajes de plantas medicinales, agua con bicarbonato de sodio y limón para combatir el virus.
Si se complican, en algunos casos se ven obligados a pagar hasta cuatro gramos de oro (120 dólares, teniendo en cuenta que cada grama equivale a 30 dólares, según la cotización del 5 de agosto), para conseguir el fármaco en el mercado negro, pese a que su distribución es gratuita, señaló la mujer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que el paludismo, o malaria, provoca un cuadro febril agudo que si no se trata en las primeras 24 horas puede llevar a la muerte.
Venezuela es uno de los países que han experimentado mayor aumento de casos de malaria.
En 2017, se registraron 406.000 casos, lo que representa un aumento de 69% respecto del año anterior, la subida más grande en todo el mundo, según la OMS.

Ilusión del oro

La fiebre del oro revivió en el sur de Venezuela debido a dos factores: la crisis económica que enfrenta el país desde 2015 y la apuesta del Gobierno por la minería ante la caída de la producción del petróleo en una nación cuyos ingresos dependen en 90% de la venta de hidrocarburos.
En un recorrido por El Callao, Sputnik conoció que muchos habitantes del centro y del oeste del país se trasladan hacia el sur en busca de dinero.
"Esto es como una ilusión, te vienes a darle con todo para sacar oro, haces dos gramos al día (60 dólares), algo que casi nadie gana en el país, pero el dinero solo alcanza para medio vivir, porque el 50% te lo quitan quienes controlan las minas, otra parte los militares y a uno le queda como para pagar el hotel, comer y mandar algo a la familia", apuntó un joven de 19 años que regresaba de trabajar en la mina Nacupay.
El salario mínimo en Venezuela no supera los tres dólares.
A la entrada del pueblo hay un control militar; el 4 de agosto, cuando Sputnik hizo el recorrido, en ese acceso había ocho motoristas con pantalones camuflados, armas largas y el rostro cubierto con unos paños negros, pero sin ninguna identificación visible.
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Extracción de oro en El Callao, Venezuela
Al llegar a El Callao, a mano izquierda está Nacupay, también conocida como Dubái.
Todos abren bien los ojos como en señal de peligro cuando se menciona su nombre, pues allí, como en todas las minas de El Callao, bandas delictivas controlan las "bullas", los puntos en los que se encuentra el metal precioso.
En los últimos meses Nacupay ha tenido una reputación sangrienta.
Quien se lleve oro escondido en alguna parte de su cuerpo para evitar pagar a los miembros de "la base", el nombre genérico que los pobladores dan a estas bandas, puede aparecer decapitado, descuartizado, mutilado o quemado, dependiendo de cómo se califique su presunta falta.
Estas prácticas delictivas se repiten en otras minas, todas con nombres de países: Perú, Argentina, Filipinas, México, etcétera.
Eso explica el temor de los habitantes locales a hablar con la prensa sobre la vida de las minas.
"Es que los de la base siempre están por ahí, y si nos ven hablando pueden pensar que es alguien de inteligencia de la policía, porque la policía ha intentado pacificar las minas y esto ha sido enfrentamiento, tras enfrentamiento", expuso el joven.
Sputnik solo pudo visitar las calles de El Callao y los molinos de una de las minas; bajar hacia los lugares de los que se extrae el oro resultó una tarea imposible, ante la negativa de "las bases".
Los mineros llegan con sus sacos en camiones hasta los molinos artesanales para procesar la arena o moler las piedras que luego se mezclan con agua y, a través de unos ductos, caen en una placa previamente preparada con mercurio, que precipita y une las partículas de oro, que queden adheridas al metal.
Cuando se termina de echar toda la arena, la placa se limpia con cuidado y se forma una fila arenosa, muy delgada, que es el oro, un polvillo que se coloca en una tela de algodón y es exprimido para retirarle el mercurio.
El oro se quema para que quede puro, y allí es pesado por el dueño del molino.
"La mitad de lo que le salga es para los molinos; si saca 10 gramos le tiene que dar cinco y el molino se queda con la arena [a la] que luego le hacen estudios y se vende, y depende de eso le pagan de acuerdo a la cantidad de oro que tenga", explicó el joven minero.

Oro minero

Los mineros que no son de El Callao ni de los caseríos cercanos terminan atrapados en este pueblo en el que todos los servicios básicos son deficientes y donde la mayoría de las viviendas están hechas de madera y con techos de aluminio.
El oro que ganan lo gastan usualmente en los comercios de la zona: desde el agua hasta un par de zapatos se pueden pagar con oro.
"Soy de Barinas (oeste), tengo tres años en las minas, y la vida de las minas atrapa, a diario saco una o dos gramos, pero voy gastando en milésimas, por ejemplo un kilo de espagueti son 3 milésimas (0,60 centavos de dólar), en el alquiler de la carpa (tienda de campaña) pago 4 puntos de oro (unos 9 dólares) y así cuando ves ya no tienes real (dinero)", dijo a Sputnik Patricia, una de las mujeres que trabajan como mineras.
Patricia gasta mucho desde hace unas semanas comprando agua para beber porque han aumentado los casos de hepatitis.
"Aquí el agua no es buena y, por más que se filtre, se ponga a hervir, es agua empozada, contaminada, y muchos están teniendo hepatitis", aseguró.
La mayoría de los habitantes de la zona rehuyeron de fotografías que pudieran identificarlos; los encargados de controlar la zona indicaban con silbidos que se debía dejar de usar la cámara.
"Así es la vida cerca de la mina, váyanse ya", dijo doña Rosa visiblemente nerviosa, al explicar que, luego de unos 20 minutos de fotografías y entrevistas, el equipo periodístico debía retirarse pues algo había incomodado a los miembros de "la base".
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dijo en junio que este país ocupa la sexta posición mundial en cuanto a reservas de oro y que aspiraba a certificarlas como apuesta a la explotación del metal para superar la crisis económica y hacer frente a las sanciones de Estados Unidos.

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