domingo, 27 de noviembre de 2016

Pepe Mujica, un hombre que sabe honrar la vida
Elena Poniatowska
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El 12 de octubre pasado la Universidad Autónoma de Baja California otorgó el grado de doctor honoris causa al ex presidente de Uruguay y actual senadorFoto tomada de Internet
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l 12 de octubre pasado pocos se enteraron de que el ex presidente de Uruguay y actual senador, José Alberto Mujica, a quien todos conocemos como Pepe Mujica, estuvo en Tijuana, invitado por la Universidad Autónoma de Baja California, que lo distinguió con el grado de doctor honoris causa. La universidad cumplía 60 años de vida y la presencia del ex presidente Mujica fue un acontecimiento estremecedor, tal como me lo escribe Óscar Valenzuela.
Mujica leyó ante más de 15 mil personas su conferencia Educación, jóvenes y filosofía de vida en el Centro de Alto Rendimiento de Tijuana, que lució repleto de estudiantes y sus maestros. La siguieron en directo más de 160 mil personas en el mundo a través de Internet. Orador nato, bromista y cálido, Mujica instó a los jóvenes a buscar la felicidad antes que lo material, a honrar la vida (la suya y la de los otros) y a participar en política para mejorar su entorno y no para enriquecerse, porque muchos la confunden con una profesión para ganar dinero, pero los políticos deberían vivir como la inmensa mayoría, no como la minoría privilegiada. Cuántos gobernadores prófugos que han desfalcado a sus estados deberían escucharlo y tomar ejemplo de lo que es hacer de la política un servicio de y para la gente.
Durante su visita a Tijuana, Mujica fue a comer con su esposa al desayunador del padre Chava, que atiende a cientos de migrantes haitianos que esperan una oportunidad para ingresar a Estados Unidos. Allí ayudó al padre Chava a servir la comida: A ver, ¿quién quiere más?, y escuchó relatos de cómo habían llegado a Tijuana: Todos somos descendientes de migrantes, porque migrar es parte de la condición humana, respondió Mujica, a quien podríamos definir como el antagonista por excelencia de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos.
José Mujica y su mujer, Lucía Topolansky, senadora por el Frente Amplio, viven en las afueras de Montevideo, la capital de Uruguay, en una casa modesta, rodeados de gallinas, una perra de tres patas, llamada Manuela, y una excelente cosecha de jitomates y lechugas que él mismo levanta de la tierra. La pareja se mueve en un Volkswagen 1987 que todavía funciona y, aun siendo presidente, Mujica regresó a su casa todas las noches al salir de Palacio de Gobierno: “Mi compañera y yo tenemos una casa chica, la limpiamos en un dos por tres, porque cuando se tienen muchas cosas se acumula lo que no se necesita, se pierde tiempo, no se puede pasar la vida gastando el tiempo en hacer plata, porque cuando te das cuenta se te fue la vida y no podés ir al supermercado y decir: ‘véndame 10 años’”.
La filosofía de vida de este ex guerrillero que en los años 60 se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y pasó más de tres lustros en prisión, fue herido de seis balazos y proscrito por sus ideas, es una inspiración para miles de jóvenes. En la Feria del Libro de Guadalajara, en 2014, los estudiantes le aplaudían en todos los pasillos y el director de la Feria Raúl Padilla López le ofreció una cena memorable, ya que el ex presidente logró conmovernos a todos. Me consta de que no presume de nada, porque durante tres días lo vi con el mismo saco, el mismo pantalón y puede que con la misma camisa. Intelectuales y artistas como el cineasta serbio Emir Kusturica lo perseguían, y ahora éste prepara un documental sobre el ex mandatario, porque lo considera el último héroe en el mundo de la política.
Durante los cinco años en que Mujica gobernó Uruguay, de 2010 a 2015, sus decisiones fueron tan alabadas como criticadas. Fue el primero que puso sobre la mesa la regulación de la mariguana y afirmó que represión y guerra no son la solución. Uruguay es el primer país latinoamericano en ajustar la venta de mariguana desde 2012, lo que permite al Estado saber cuántos lo hacen recreativamente y cuántos son verdaderos adictos. Mujica lo explicó muy bien: Nuestro criterio es tratar de arrebatar el mercado a un negocio clandestino y ponerlo a la luz del día. Pero que se entienda bien, no significa que el que quiera va a consumir y va a comprar lo que quiera, no, es una re-gu-la-ción. Vamos a ofrecer en las farmacias una dosis mensual a la gente que se registre; cuando requiera más de eso nos damos cuenta de que a esa persona la tenemos que tratar, y entonces la vamos a atender como lo que es, un problema de salud. Vamos a empezar con la mariguana que es el problema hoy en Uruguay.
Durante su mandato, José Mujica donó su sueldo a un programa de vivienda para personas de escasos recursos, especialmente madres solteras. Alega que con lo que su mujer Lucía Topolansky gana como senadora les alcanza y sobra para vivir. Cuando una periodista de la cadena Al Jazeera lo calificó como el presidente más pobre del mundo, él fue contundente: Pobres son los que me describen, mi definición es la de Séneca: pobre es aquel que precisa poco, porque si precisa mucho es insaciable. Yo soy sobrio, no pobre; liviano de equipaje, sé vivir con poco. Aprendí que si no podés ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas.
El legado de Mujica en cinco años de gobierno incluye una importante disminución del nivel de pobreza, crecimiento del empleo, aumento de los ingresos y diversificación en materia energética. Algunos minimizan estos logros. Alegan que se trata de un país pequeño (apenas supera los 3 millones de habitantes, la mitad de los que viajan a diario en el Metro de la Ciudad de México) y que así es fácil gobernar e incluso experimentar con medidas como la regulación de la mariguana, pero hay que reconocer que una población pequeña no es sinónimo de buen gobierno ni de justa distribución de las riquezas. En nuestro país hay municipios mucho más pequeños y con muy buen presupuesto que han sido saqueados por sus gobernantes. Sin ir más lejos, la presidenta municipal de la región indígena de Santiago Tuxtla, en Veracruz, se atreve a lucir en público un vestido Gucci de 120 mil pesos, sólo para nombrar una de las extravagancias con las que se regodean nuestros representantes.
El ex presidente Pepe Mujica y su filosofía de vida es un ejemplo no sólo para la clase política, sino para todos los que en la actualidad corremos detrás del último celular o tablet de moda. El consumismo del que tanto habla Mujica en sus conferencias es el gran enemigo de las sociedades modernas, porque Mujica no sólo se ocupa de la economía, el índice de pobreza, las relaciones exteriores, las estadísticas y los números: reflexiona sobre la soledad de las grandes ciudades y sobre el tiempo que perdemos detrás de lo material dejando de lado lo que realmente importa. Para muchos la actitud del ex presidente es demagógica y exhibicionista; sin embargo, cuántos de nosotros podemos decir que honramos la vida como hace PepeMujica, porque como lo cantó la extraordinaria Mercedes Sosa: Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir honrar la vida.

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