FERNANDO GUTIERRES BARIOS, UNA LEYENDA
EDITORIAL
30 Oct 2011
JUAN ALFREDO REYES RAMOS
Hoy se cumplen 11 años de la muerte de Fernando Gutiérrez Barrios, el hombre que colaboró con siete presidentes de la república; el custodio de la seguridad nacional por 30 años; un adepto de la razón de Estado, de la violencia legal y, por qué no, del terrorismo institucional. Así era este militar que perteneció a la raza de los temperamentos fríos, que dominó como pocos el arte magistral del ocultamiento, la disciplina del silencio, el sigilo en los pasillos del poder y, sobre todo, la habilidad para indagar a los demás.
Hoy se cumplen 11 años de la muerte de Fernando Gutiérrez Barrios, el hombre que colaboró con siete presidentes de la república; el custodio de la seguridad nacional por 30 años; un adepto de la razón de Estado, de la violencia legal y, por qué no, del terrorismo institucional. Así era este militar que perteneció a la raza de los temperamentos fríos, que dominó como pocos el arte magistral del ocultamiento, la disciplina del silencio, el sigilo en los pasillos del poder y, sobre todo, la habilidad para indagar a los demás.
El capitán Gutiérrez Barrios se formó en el Colegio Militar, donde aprendió valores de disciplina, lealtad y sentido del deber. Tuvo el grado más alto de la policía política, fue gobernador, senador y fungió como Secretario de Gobernación.
De él diría José Córdoba Montoya, como dijo Talleyrand de Fouché; "El ministro de policía es un hombre que se ocupa, en primera instancia, de todos los asuntos que le importan y en segundo lugar, de todos los que no le importan".
Tal era la leyenda negra de este hombre clave de la "tiranía invisible", como dicen sus opositores pero, mejor dicho, tal es el prestigio del funcionario cuya permanencia en los sótanos del sistema hizo más habitables los palacios del poder político en México.
Y no se trata aquí de reconocer o descalificar a este hombre emblemático acusado como agente de la CIA pero, asimismo, apreciado por la izquierda internacional. Fidel Castro relata que fue detenido en México por Gutiérrez Barrios y añade: "Desde aquel encuentro con el oficial de seguridad, surgió una amistad que duró hasta su muerte".
Uno de los agentes más sagaces de la diplomacia gringa, Jeffrey Davidow, relata en sus memorias que Gutiérrez Barrios era uno de los personajes "más fascinantes" de la guerra fría, y afirma: "Fue un jugador clave en el manejo de las relaciones furtivas de su país con La Habana y con Washington. Siempre se mostró circunspecto cuando hablábamos de Cuba. Nunca reveló secretos".
Y si el capitán de la Dirección Federal de Seguridad se hizo de la vista gorda con Fidel Castro y el "Che" Guevara cuando zarparon de Tuxpan hacia Cuba en el "Granma", no lo hizo con los guerrilleros mexicanos a los cuales combatió con rigor excesivo. Davidow así lo consigna: "La guerra sucia en México vio desaparecer a cientos de personas, Gutiérrez Barrios estaba activamente involucrado en esa campaña".
Sin duda alguna, hoy la situación de México sería diferente si Gutiérrez Barrios estuviera al frente de la inteligencia y la seguridad nacional. Por desgracia, los tecnócratas marginaron al capitán a través de José Córdoba Montoya. Fue el enfrentamiento del antiguo sistema con el régimen neoliberal.
De ese modo se enfrentaron dos poderes de la inteligencia política: el talento de un hombre subterráneo impuesto a operar desde la sombra, contra la inteligencia refinada de un francés que desechó los ritos formales de la vieja guardia priísta por el pragmatismo neoliberal. Amos de la política en su tiempo, llegaron a ser como José Fouché y Maurice de Talleyrand.
Y aunque Fernando Gutiérrez Barrios era superior, su tiempo pasó: "Ni desde la tumba delata la verdad su tenaz silencio. A la tierra fría se lleva, celoso, sus secretos, para subsistir él mismo como un secreto todo escrúpulo y misterio. Figura siempre hermética e impenetrable, tal es la estirpe espiritual de quien fue el más excepcional de los políticos" (como dijo Stefan Zweig de José Fouché).
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