lunes, 29 de agosto de 2016

El reino del engaño
Gustavo Esteva


La distancia entre el discurso gubernamental y la realidad es ya tan grande, que es imposible atribuirla a bendita ignorancia. Forma parte de una estrategia perversa que contribuye a formar base social y justificación pública para el despotismo autoritario y violento que se ha instalado entre nosotros.

Se ha pregonado que la reforma educativa busca recuperar para el Estado el control de la educación. En este contexto, la palabra Estado se refiere al grupo político a cargo de agencias y dineros públicos y con extensiones mafiosas por toda la sociedad. Hace años se le llamaba PRI-gobierno. Ese Estado nunca perdió el control de la educación en México.

Ante todo, la Secretaría de Educación ejerce férreo control sobre todos los aspectos importantes del sistema educativo, a todos los niveles. Los dispositivos burocráticos reducen el margen de autonomía y libertad de maestros y alumnos y de cuantos se relacionan con la educación.

El gobierno también ha controlado al SNTE. Desde el diseño corporativo de tiempos de Cárdenas, el gobierno ejerció dominio del sindicato, aunque haya enfrentado periódicas rebeliones. No sólo corrompió a los líderes, sino a la estructura sindical y a los trabajadores. La herencia de plazas no es un invento de la CNTE, como se ha querido hacer creer, sino un diseño del PRI que aplica en diversos sindicatos.

Es cierto que la inmensa fuerza de la maestra, que por muchos años sirvió fielmente a sus patrones y fue instrumental para fraudes electorales, hizo posible que empezara a actuar con autonomía. Vio los riesgos de la llamada reforma educativa y quiso negociar algunos de los aspectos más dañinos para los trabajadores. Meterla en la cárcel cumplió una doble función: anular esa resistencia de Elba Esther Gordillo y mantener a sus cómplices en la dirección del SNTE, de tal manera que fueran instrumento dócil del gobierno para lo que se venía.

Es cierto también que la CNTE ha sido siempre mucho más que una piedra en el zapato. Pero su autonomía y persistente rebelión nunca hicieron al gobierno perder el control de la educación misma. La CNTE lucha contra el control que los maestros padecen cotidianamente, pero no lo ha roto.

Es cinismo insoportable y táctica perversa sostener que la reforma busca recuperar el control de la educación. Lo es aún más la hipócrita defensa del sagrado derecho de los niños a la educación, usada ahora para presionar a la CNTE y desprestigiarla.

Si en verdad le preocupara al gobierno el derecho a la educación libre, laica y gratuita, se ocuparía ante todo de hacerlo efectivo, no sólo dando acceso real a la educación a todas las niñas y niños del país, lo mismo que a todas las jóvenas y jóvenes, sino también dotando a las escuelas existentes de condiciones adecuadas para su funcionamiento. No se cumplen esas condiciones. Estamos lejos de la cobertura universal, a todos los niveles y se denuncian continuamente las insoportables limitaciones de un gran número de escuelas, sobre todo en comunidades rurales e indígenas. El remedio que ahora se ofrece tiene tufos privatizadores. Y la escuela pública no es enteramente gratuita: se obliga a los padres a cubrir muchos costos, hasta para reparaciones de las escuelas.

Si se trata de educación libre, el gobierno debería respetar ante todo la libertad de los pueblos indígenas, que siguen denunciando que el sistema educativo busca disolver sus culturas y tradiciones y no las toma en cuenta en diseños, métodos y enfoques. Denuncian, incluso, que entorpece y bloquea innovaciones pedagógicas, realizadas en el seno de la CNTE, para que la formación se ajuste realmente a las variantes culturales.

Mientras se prepara a atacar y llegan 800 policías federales adicionales a Oaxaca, el gobierno se esfuerza en ocultar su abierta intención de desmantelar una organización rebelde que empieza a articular otros descontentos. Y quiere ocultar, sobre todo, que la reforma educativa refleja la decisión oficial y del capital de no pagar ya los costos de la educación y la salud, como se hace en otros países, para trasladar a los trabajadores las consecuencias de la crisis global.

En todas partes del mundo la gente se ha estado acostumbrando a que los políticos mientan. Por ello, entre otras cosas, cunde el desencanto con la democracia formal. Pero hay grados y circunstancias en que la mentira como forma de gobierno no sólo se refiere a la distancia entre promesas de campaña y ejercicio del gobierno o entre lo que se dice y se hace. Se trata de una estrategia de control y manipulación, con claro antecedente en el fascismo de los años 30, que sería irresponsable dejar pasar.

Existen muchas personas que han estado creyéndose el discurso gubernamental y aplauden a los grupos empresariales que exigen la represión de los maestros. Hay ya enfrentamientos en las escuelas, atizados desde arriba. No hace falta ocultar debilidades reales de los maestros o errores de sus estrategias. Basta con hacer evidente la verdad y mostrar los motivos reales de la reforma, al combatir con firmeza y seriedad esta perversa forma del despotismo que nos agobia.

gustavoesteva@gmail.com

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