La larga garra turca
Escrito por Arnaldo Musa
Días después de la derrota electoral del partido en el poder en Turquía, la designación de un nuevo gabinete seguía en el limbo, debido a las contradicciones de la triunfante, pero dividida oposición, que incluyó por primera vez en el Parlamento a una facción kurda que asegura no seguir la lucha armada contra el dominio de Ankara.
No obstante, se hace difícil que el cambio en la cúpula eche para atrás la politica que ha delineado Turquía al lado de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita en los últimos tiempos, principalmente en la destrucción de Siria, así como en la más particular persecución de la población kurda donde quiera que se halle.
Los kurdos conforman la minoría étnica sin Estado propio más importante de todo el Medio Oriente: más de 30 millones de personas –según cálculos conservadores- repartidas en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Iraq e Irán.
Pero tal como dejó la herencia del Imperio Otomano, Turquía es la que ha utilizado los recursos más crueles contra esa etnia, remedando en algunos casos el genocidio que realizó décadas atrás contra la población armenia.
Ello se puede apreciar en el permiso que acaba de dar a Estados Unidos para que utilice una base aérea contra los combatientes del terrorista Estado Islámico, hecho al que se ha sumado verbalmente Ankara, con la particularidad de que la inmensa mayoría de sus acciones han sido contra las fuerzas kurdas que sí han enfrentado y hecho retroceder al EI a dos de sus principales enclaves en el norte sirio fronterizo con Turquía.
Pero nada de extraño hay en esto, porque siempre se ha sospechado que la inteligencia turca fue el que creó o alentó la creación del Estado Islámico, que ahora parece combatir. Pero por cada presunto bombardeo al EI; hay una veintena contra los kurdos.
Una selección de informes fidedignos sobre la ayuda de Turquía a los yihadistas revela que el gobierno proporcionó apoyo logístico, médico, financiero y militar al permitir a combatientes del EI viajar por territorio turco para reforzar a quienes lucharon contra las fuerzas kurdas.
A ello se suman envíos de mercancías y materiales de construcción que han cruzado la frontera hacia territorio controlado por el EI, tratamiento gratuito de combatientes y comandantes islamistas heridos en los hospitales turcos; y el contrabando de petróleo a través de la frontera hacia Turquía desde territorio controlado por los terroristas. Incluso ha enviado armas a los radicales islamistas y proporcionado inteligencia en forma de imágenes de satélite y otros datos.
Otros ejemplos de los vínculos entre EI y la clase política turca son la liberación de 180 miembros del EI a cambio de 49 rehenes turcos, la impunidad con la que los partidarios de los terroristas atacan e intimidan a los estudiantes de la Universidad de Estambul, y la facilidad con que es capaz de reclutar un flujo constante de voluntarios de los barrios más pobres del país. Es decir, hay una colaboración directa entre las dos partes.
Para enredar y empeorar la cuestión, Ankara trata de llevar a Estados Unidos y Francia a crear una zona de exclusión aérea dentro del fronterizo territorio sirio –similar al utilizado en la agresión a Libia- con el pretexto de atacar al EI, pero, realmente, es para mermar la capacidad ofensiva del ejército de Damasco y del Hizbullah libanés.
En este contexto, el conocido sociólogo estadounidense James Petras aseveró que la política de Turquía sigue los pasos de Washington y de Israel, y pregunta: “¿Por qué están… bombardeando al pueblo sirio, desplazando a más de cuatro millones, forzándolos a salir del país como emigrantes? ¿Por qué están haciendo tanto daño al pueblo sirio supuestamente para salvarlo?”
Así Turquía disimula su apoyo al EI y colabora estrechamente en la destrucción de Siria y la caída de un gobierno que mantiene alianzas con Irán y Rusia para evitar la resistencia y la proporción de ayuda a otros pueblos agredidos como el palestino.
Porque como ninguna facción opositora puede asumir la jefatura de un gobierno legalmente electo y laico, con la aceptación de todas las creencias, como el de Bashar al Assad, lo más fácil es crear un caos y una anarquía tal que sirva principalmente a los planes de Tel Aviv de destruir todo lo que se pueda oponer.
Y para Turquía, con o sin gobierno en estos momentos, es remedar la larga garra que en su tiempo utilizó el cruel Imperio Otomano.
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