¿Hay hambre y saqueos en
Venezuela?
A partir de Cumaná el debate se hizo más intenso dentro de las filas del chavismo -salvo en la dirección, que no abre discusión a pesar de estar parada sobre un barco que se llena de agua. ¿Es realmente el inicio de un saqueo que, desencadenado por la derecha, logró propagarse entre la gente? ¿Se trata de más de lo mismo, pero más grande, esta vez con 200 motorizados en vez de los clásicos pequeños grupos?
Lo primero es reconocer el escenario en el cual nos movemos: una guerra no convencional, una dirección chavista en su mayoría desconectada de las aguas populares, un pueblo politizado y sometido a una presión brutal para conseguir cualquier producto de la canasta familiar, de higiene y remedios. Desde hace más de dos años.
Existen infinidad de debates. En estos momentos por ejemplo el diálogo abierto entre el Gobierno venezolano y el norteamericano -director indiscutible de la estrategia golpista. Pero hay sobre todo una cantidad de preguntas sin respuestas seguras: por la forma de la guerra -que tiene su fuerza en ser invisible- y porque la comunicación ha alcanzado niveles de no-información jamás vistos. Me refiero, salvando algunas plumas y cámaras, a ambas partes: revolución y contrarrevolución.
Desde hace unas semanas se da en ese marco el intento de posicionar la matriz de que existen saqueos en el país, demostración -que piden los Estados Unidos- de que se está ante una crisis humanitaria, situación que demandaría una intervención internacional. Para darse cuenta de la dinámica basta hacer el siguiente ejercicio: cada día, a eso del mediodía, al abrir el trendig topic (tendencia) del twitter de Venezuela aparece una localidad diferente, al cliquear sobre ese sitio aparece imágenes y videos -de no más de treinta segundos- de supuestos saqueos, robos de camiones que llevan alimentos, enfrentamientos con la policía. Las imágenes suelen ser poco claras: gente corriendo, tumulto, humo. Nada seguro y viralizado. El saldo suele ser de un promedio de dos muertos y varios heridos, a veces más.
La derecha y sus altoparlantes internacionales sostienen que es la respuesta de la gente ante la situación insostenible del cotidiano de la gente. Las voces oficiales del chavismo afirman que todo es un montaje de la oposición: se trata de grupos financiados para llevar adelante saqueos, robos de camiones, actos de vandalismo, articulado con el entramado paramilitar que ha permeado el territorio nacional desde hace varios años. Esta explicación tiene pruebas: personas arrestadas en las acciones revelaron el modus operandi de los llamados Comando Tácticos de Saqueo, el precio de cada actor, y los financiadores -Voluntad Popular, partido de Leopoldo López, y Primero Justicia, dirigido por Capriles Radonski.
Lo cierto es que saber qué pasa realmente en cada uno de esos episodios es imposible al menos de contar con información de alguien que haya estado, o de un compañero con datos privilegiados. Es importante decirlo: implica reconocer las limitaciones a la hora de los análisis. Es real que las condiciones materiales podrían permitir una ola de saqueos, también que las condiciones políticas todavía no parecen dadas, y que sobre ese campo -con sol, viento, pero de pasto mojado- la derecha ha arrojado chispas y chispas para desencadenar violencia, siempre sin mostrar su rostro.
Tenía información hasta el momento de dos episodios, entre los cuales el del barrio La Vega: el conductor del vehículo robado muerto, un carnicero saqueado muerto, un Guardia Nacional muertos, un Policía herido de bala. Orquestado por malandros organizados en células. Datos del barrio.
En ese contexto estábamos hasta que el pasado martes tuvo lugar lo que algunos llamaron el Cumanazo, en referencia al Caracazo, la revuelta popular de 1989 que puso en marcha el ciclo revolucionario. Voy a comenzar con el mensaje mandado por una compañera de un consejo comunal, cerca de las diez de la noche cuando la ciudad comenzaba a ser militarizada y se sabía de dos muertos:
“Hasta ahorita hay intentos de saqueos, saquearon miles de establecimientos, panaderías, supermercados, ópticas, farmacias, saquearon todo. Mañana no hay un establecimiento donde comprar un solo enlatado, este estallido nos agarró con lo que tenemos en la nevera, no hay para comprar comida, todo se acabó, está destruido, mañana amanece y si no tienes comida no tienes nada que comer. No hay ni un solo lugar donde puedas comprar algo, y lo peor es que ni siquiera puedes ir a un cajero automático a sacar dinero, no puedes hacer nada. Por favor les pido que este audio lo reproduzcan y recorra toda Venezuela, porque de verdad que el país, no entiendo por qué tienen que mezclar el hambre con el vandalismo, y puedo pensar que quizás se robaron otras cosas para revenderlas y subsistir un poco, pero aquí aparte de los saqueos los motorizados salieron a la calle y cualquier persona que encontraban le arrebataban la cartera, la atracaban en los carros, un vandalismo total. Esto está horrible, no sé en qué va a parar”.
Ese es el testimonio más real que tengo. Dudo que varios -que opinan con una certeza sospechosa- tengan otros, o siquiera alguno. Todo se transmite por redes, especulación, deseos, desde atrás de computadoras. Hacer frente a una guerra invisible sin estrategia de comunicación por parte del Gobierno -únicamente con propaganda predecible- es perder de antemano la mitad de las batallas. Es estar sometido a la guerrilla comunicacional, una herramienta ideada por el chavismo.
A partir de Cumaná el debate se hizo más intenso dentro de las filas del chavismo -salvo en la dirección, que no abre discusión a pesar de estar parada sobre un barco que se llena de agua. ¿Es realmente el inicio de un saqueo que, desencadenado por la derecha, logró propagarse entre la gente? ¿Se trata de más de lo mismo, pero más grande, esta vez con 200 motorizados en vez de los clásicos pequeños grupos? ¿Es el legítimo derecho del pueblo a descargar todo su odio contra los acaparadores privados que vienen hambreando y especulando impunemente? Me inclino por una mezcla de las tres, descartando la hipótesis de la espontaneidad. Que podía pasar, eso era seguro. Tan seguro como la necesidad de buscar más información.
Para eso fui el miércoles a Petare -inmenso barrio, agujero negro de la política, bastión paramilitar. Allí había tenido un episodio de violencia la semana anterior. Me senté a conversar con compañeras comuneras que llevan adelante una Empresa de Propiedad Social en el corazón de ese huracán. “Aquí no fue saqueo sino delincuencia y vandalismo, destrozaron locales, golpearon a comerciantes, se llevaron maquinas, atacaron dos casas comunales y secuestraron a una compañera de una comuna”. Por si hacía falta más: “Gritaban saqueo, saqueo, el camión venía con las puertas sin seguridad para que las pudieran abrir, había grupos de motorizados que animaban y daban vueltas”.
Si tuviera que sintetizar diría tres puntos. Uno: parte de la estrategia de la guerra es y será generar violencia callejera en las zonas populares. Ya no guarimbas en sus zonas de apoyo. Dos: las condiciones de vida son cada vez más difíciles -en algunas casas se comen dos comidas al día, a veces una- y no parece que habrá una próxima mejora. Tres: la dirección, salvo a partir de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción lanzados tardíamente, no reacciona, o lo hace financiando a los sectores privados que llevan adelante la misma guerra. Está en su gran parte desconectada, la gente lo ve y lo dice.
A pesar de todo esto sigo convencido que la revolución tiene la fuerza para ganar la guerra. Urge retomar la estrategia histórica, reconectar con un pueblo que resiste heroicamente, rectificar lo que el 6 de diciembre, con la derrota electoral, quedó en evidencia. ¿Cuántas reservas quedan? Difícil saberlo. Podrían darse otros Cumaná, más fuerte, más grandes, más cercanos a las puertas del poder. ¿Qué haremos entonces?
Artículo publicado en Notas, periodismo popular
Blog del autor Hastaelnocau.wordpress.com
A partir de Cumaná el debate se hizo más intenso dentro de las filas del chavismo -salvo en la dirección, que no abre discusión a pesar de estar parada sobre un barco que se llena de agua. ¿Es realmente el inicio de un saqueo que, desencadenado por la derecha, logró propagarse entre la gente? ¿Se trata de más de lo mismo, pero más grande, esta vez con 200 motorizados en vez de los clásicos pequeños grupos?
Lo primero es reconocer el escenario en el cual nos movemos: una guerra no convencional, una dirección chavista en su mayoría desconectada de las aguas populares, un pueblo politizado y sometido a una presión brutal para conseguir cualquier producto de la canasta familiar, de higiene y remedios. Desde hace más de dos años.
Existen infinidad de debates. En estos momentos por ejemplo el diálogo abierto entre el Gobierno venezolano y el norteamericano -director indiscutible de la estrategia golpista. Pero hay sobre todo una cantidad de preguntas sin respuestas seguras: por la forma de la guerra -que tiene su fuerza en ser invisible- y porque la comunicación ha alcanzado niveles de no-información jamás vistos. Me refiero, salvando algunas plumas y cámaras, a ambas partes: revolución y contrarrevolución.
Desde hace unas semanas se da en ese marco el intento de posicionar la matriz de que existen saqueos en el país, demostración -que piden los Estados Unidos- de que se está ante una crisis humanitaria, situación que demandaría una intervención internacional. Para darse cuenta de la dinámica basta hacer el siguiente ejercicio: cada día, a eso del mediodía, al abrir el trendig topic (tendencia) del twitter de Venezuela aparece una localidad diferente, al cliquear sobre ese sitio aparece imágenes y videos -de no más de treinta segundos- de supuestos saqueos, robos de camiones que llevan alimentos, enfrentamientos con la policía. Las imágenes suelen ser poco claras: gente corriendo, tumulto, humo. Nada seguro y viralizado. El saldo suele ser de un promedio de dos muertos y varios heridos, a veces más.
La derecha y sus altoparlantes internacionales sostienen que es la respuesta de la gente ante la situación insostenible del cotidiano de la gente. Las voces oficiales del chavismo afirman que todo es un montaje de la oposición: se trata de grupos financiados para llevar adelante saqueos, robos de camiones, actos de vandalismo, articulado con el entramado paramilitar que ha permeado el territorio nacional desde hace varios años. Esta explicación tiene pruebas: personas arrestadas en las acciones revelaron el modus operandi de los llamados Comando Tácticos de Saqueo, el precio de cada actor, y los financiadores -Voluntad Popular, partido de Leopoldo López, y Primero Justicia, dirigido por Capriles Radonski.
Lo cierto es que saber qué pasa realmente en cada uno de esos episodios es imposible al menos de contar con información de alguien que haya estado, o de un compañero con datos privilegiados. Es importante decirlo: implica reconocer las limitaciones a la hora de los análisis. Es real que las condiciones materiales podrían permitir una ola de saqueos, también que las condiciones políticas todavía no parecen dadas, y que sobre ese campo -con sol, viento, pero de pasto mojado- la derecha ha arrojado chispas y chispas para desencadenar violencia, siempre sin mostrar su rostro.
Tenía información hasta el momento de dos episodios, entre los cuales el del barrio La Vega: el conductor del vehículo robado muerto, un carnicero saqueado muerto, un Guardia Nacional muertos, un Policía herido de bala. Orquestado por malandros organizados en células. Datos del barrio.
En ese contexto estábamos hasta que el pasado martes tuvo lugar lo que algunos llamaron el Cumanazo, en referencia al Caracazo, la revuelta popular de 1989 que puso en marcha el ciclo revolucionario. Voy a comenzar con el mensaje mandado por una compañera de un consejo comunal, cerca de las diez de la noche cuando la ciudad comenzaba a ser militarizada y se sabía de dos muertos:
“Hasta ahorita hay intentos de saqueos, saquearon miles de establecimientos, panaderías, supermercados, ópticas, farmacias, saquearon todo. Mañana no hay un establecimiento donde comprar un solo enlatado, este estallido nos agarró con lo que tenemos en la nevera, no hay para comprar comida, todo se acabó, está destruido, mañana amanece y si no tienes comida no tienes nada que comer. No hay ni un solo lugar donde puedas comprar algo, y lo peor es que ni siquiera puedes ir a un cajero automático a sacar dinero, no puedes hacer nada. Por favor les pido que este audio lo reproduzcan y recorra toda Venezuela, porque de verdad que el país, no entiendo por qué tienen que mezclar el hambre con el vandalismo, y puedo pensar que quizás se robaron otras cosas para revenderlas y subsistir un poco, pero aquí aparte de los saqueos los motorizados salieron a la calle y cualquier persona que encontraban le arrebataban la cartera, la atracaban en los carros, un vandalismo total. Esto está horrible, no sé en qué va a parar”.
Ese es el testimonio más real que tengo. Dudo que varios -que opinan con una certeza sospechosa- tengan otros, o siquiera alguno. Todo se transmite por redes, especulación, deseos, desde atrás de computadoras. Hacer frente a una guerra invisible sin estrategia de comunicación por parte del Gobierno -únicamente con propaganda predecible- es perder de antemano la mitad de las batallas. Es estar sometido a la guerrilla comunicacional, una herramienta ideada por el chavismo.
A partir de Cumaná el debate se hizo más intenso dentro de las filas del chavismo -salvo en la dirección, que no abre discusión a pesar de estar parada sobre un barco que se llena de agua. ¿Es realmente el inicio de un saqueo que, desencadenado por la derecha, logró propagarse entre la gente? ¿Se trata de más de lo mismo, pero más grande, esta vez con 200 motorizados en vez de los clásicos pequeños grupos? ¿Es el legítimo derecho del pueblo a descargar todo su odio contra los acaparadores privados que vienen hambreando y especulando impunemente? Me inclino por una mezcla de las tres, descartando la hipótesis de la espontaneidad. Que podía pasar, eso era seguro. Tan seguro como la necesidad de buscar más información.
Para eso fui el miércoles a Petare -inmenso barrio, agujero negro de la política, bastión paramilitar. Allí había tenido un episodio de violencia la semana anterior. Me senté a conversar con compañeras comuneras que llevan adelante una Empresa de Propiedad Social en el corazón de ese huracán. “Aquí no fue saqueo sino delincuencia y vandalismo, destrozaron locales, golpearon a comerciantes, se llevaron maquinas, atacaron dos casas comunales y secuestraron a una compañera de una comuna”. Por si hacía falta más: “Gritaban saqueo, saqueo, el camión venía con las puertas sin seguridad para que las pudieran abrir, había grupos de motorizados que animaban y daban vueltas”.
Si tuviera que sintetizar diría tres puntos. Uno: parte de la estrategia de la guerra es y será generar violencia callejera en las zonas populares. Ya no guarimbas en sus zonas de apoyo. Dos: las condiciones de vida son cada vez más difíciles -en algunas casas se comen dos comidas al día, a veces una- y no parece que habrá una próxima mejora. Tres: la dirección, salvo a partir de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción lanzados tardíamente, no reacciona, o lo hace financiando a los sectores privados que llevan adelante la misma guerra. Está en su gran parte desconectada, la gente lo ve y lo dice.
A pesar de todo esto sigo convencido que la revolución tiene la fuerza para ganar la guerra. Urge retomar la estrategia histórica, reconectar con un pueblo que resiste heroicamente, rectificar lo que el 6 de diciembre, con la derrota electoral, quedó en evidencia. ¿Cuántas reservas quedan? Difícil saberlo. Podrían darse otros Cumaná, más fuerte, más grandes, más cercanos a las puertas del poder. ¿Qué haremos entonces?
Artículo publicado en Notas, periodismo popular
Blog del autor Hastaelnocau.wordpress.com
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