Publicado 28 junio 2016 (Hace 7 horas 32 minutos)
En el Ecuador del siglo XXI la traición a la patria parecería normalizada. Eso se desprende del mutismo ante las revelaciones en torno a una superestructura armada por la CIA y que destapa la identidad de agentes, informantes y prospectos de reclutamiento criollos, además de referirse a una ‘prensa vinculada’ y al financiamiento de políticos, ONG, medios digitales, aparatos estatales y a los roles que cumplen en la estrategia imperial orientada a doblegar, neutralizar o derrocar al gobierno de Rafael Correa.
Lejos de toda teoría de la conspiración, esta superestructura, de la que seguramente solo vemos la punta del ovillo, se ajustaría a lo que Gramsci definió como ‘partido del extranjero’, un partido orgánico ‘mantenido por fuerza ajena’ y que opera como una mediación permanente en la vida política de un país cuya vida económica está subordinada a las relaciones internacionales. Esta acuciante realidad, lejos de debatirse, busca acallarse.
En efecto, la respuesta de los(as) mencionados en estas revelaciones ha intentado invertir la realidad, trivializarla o silenciarla. La invierten, cuando califican las denuncias de ‘absurdas’, “disparatadas’, ‘ficciones’, porque en lugar de develar esta subordinación, que ha facilitado la penetración, la encubren. La invierten, cuando deforman la imagen del Gobierno -el único que ha desafiado al imperio- utilizando superlativos destructivos que buscan su aniquilamiento simbólico (‘megacorrupto’, ‘podrido’, ‘fascista’), mostrando su consonancia con la estrategia imperial.
Uno de los medios digitales, pieza del partido foráneo, intentó incluso revertir la denuncia, lanzándola malévolamente como un boomerang en contra de familiares del presidente, altos funcionarios del Gobierno y académicos comprometidos con la Revolución Ciudadana, cuya vida ha sido un testimonio de lucha antiimperialista, tratando de equiparar reuniones diplomáticas, con reuniones secretas e informes diplomáticos, con documentos de inteligencia que delatan a los(as) colaboracionistas, en el objetivo de minimizar y trivializar dichas revelaciones.
La manipulación del silencio ha sido otra respuesta de varios constructores de opinión pública: seguramente la ‘prensa vinculada’, cierta prensa digital autodenominada ‘antiimperialista’, dirigentes políticos, gremiales e intelectuales, silencio orientado a ocultar e impedir intencionalmente el conocimiento de este fenómeno, delatando con ello su complicidad con el mismo.
La denuncia de un ‘partido del extranjero’ operando en el corazón del Estado y la sociedad causaría conmoción en cualquier país dotado de conciencia nacional. Pero acá, en el horizonte ético político de los(as) ecuatorianos, especialmente de ciertos medios de comunicación, de políticos e intelectuales criollos, colaborar con este ‘partido del extranjero’ no parece constituir un acto de traición a la patria.
Este imaginario dominante de traición normalizada es la herencia más abyecta del colonialismo y la prueba palpable de su poder de saqueo hasta de las conciencias de los seres humanos.
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