Holbox, un paraíso a punto de perderse
Iván Restrepo
La isla de Holbox nuevamente es noticia por un incendio provocado que afectó 87 hectáreas de selva. Localizada a 10 kilómetros de la costa de Quintana Roo, su población aumentó notablemente este siglo por el auge del turismo que busca disfrutar la naturaleza. Como convivir con el tiburón ballena, el más grande del planeta. En busca de alimento permanece de mayo a septiembre en una especie de alberca marina con muchos nutrientes y cercana a la isla.
Además de atraer visitantes por el enorme pez, los recibe por ser extraordinariamente bella y rica en flora y fauna. Tiene apenas 43 kilómetros de largo y en algunas partes menos de mil metros de ancho. Hoy funcionan allí unos 60 hoteles de diverso tamaño. Pero el turismo alteró la calidad ambiental de la isla y el ritmo de vida de sus habitantes tradicionales que se dedicaron durante muchos años a la pesca. En épocas pasadas de tiburón y la captura de delfines para los tantas veces denunciados parques marinos. La pesca ha disminuido por mala administración del recurso.
Holbox enfrenta numerosos problemas, pues es muy frágil ecológicamente, sus servicios básicos dejan mucho que desear y se abastece de tierra firme. A esto se agrega la pretensión de construir enormes complejos hoteleros que acabarían con las condiciones naturales que le dan su razón de ser como atractivo turístico. En la isla aumentan los hoteles, casas de descanso y servicios conexos sin ceñirse en lo más mínimo a un plan maestro que le garantice conservar su flora y fauna que se pierden al crecer más allá de sus posibilidades. El interés por normar el auge turístico dentro de cánones sustentables se hizo mayor en 2013 al anunciarse un megaproyecto, La Ensenada, con 900 villas y condominios, tres hoteles, áreas comerciales, campo de golf, canales de navegación, un puerto y un helipuerto. Los inversionistas: de Yucatán y la constructora ARA. Gracias a la presión ciudadana, el proyecto fue cancelado por sus promotores.
Pero La Ensenada creó una enorme división entre los ejidatarios de la isla, pues algunos le vendieron sus terrenos a precios que consideraron muy bajo y pidieron mejorarlos. Otros también los vendieron o esperan hacerlo más tarde a fuereños deseosos de construir sus casas de verano o un hotel. En la compraventa de suelo urbano no pocos se han enriquecido a costa de los ejidatarios. Mientras, los trabajadores de la construcción viven en condiciones deplorables.
En Holbox siguen construyendo casas a la orilla del mar arrasando para ello superficies de manglar, especie protegida en la legislación mexicana, pues es clave para evitar la erosión costera, proteger contra la fuerza de los huracanes, servir como refugio de aves y propiciar la existencia de numerosas especies que sirven de alimento y fuente de ingreso de los pescadores. Hoy los problemas rebasan lo ambiental y afectan la convivencia de sus más de 2 mil habitantes, divididos por los intereses económicos que llegan de fuera y desean las tierras del ejido. A todo ello se agrega la corrupción de las autoridades y el mal uso del dinero público destinado a resolver los problemas más graves, como el drenaje, la basura y el agua potable.
Por eso urge hacer realidad lo tantas veces anunciado por las instancias oficiales los tres últimos sexenios y que está lejos de cumplirse: planificar su crecimiento urbano y turístico a fin de conservar los recursos naturales y la armonía entre los lugareños. Cabe señalar que Holbox es parte del Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, ubicada en el límite del estado de Quintana Roo con el de Yucatán. En sus 154 mil hectáreas se hallan ecosistemas marinos terrestres, humedales costeros y selvas bajas y medianas, 93 especies de mamíferos, 420 de aves y cientos de invertebrados. Pero Yum Balam carece de personal y presupuesto suficientes para su debido manejo.
Sería un pésimo signo si las autoridades no detienen a los causantes del incendio en Holbox y los sancionan por el crimen que cometieron. También, si permiten y/o alientan con su indolencia que siga la destrucción de su riqueza natural y con ello su futuro como atracción turística y medio de vida de la población.
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