Gran Guerra Patria: Victoria soviética para toda la humanidad
El mundo entero debería recordar agradecido, por estas horas, los 70 años de la derrota del nazismo, la peor amenaza conocida hasta entonces contra la humanidad toda. El 9 de mayo, marcó la caída del fascismo y -también- el fin de una campaña militar respaldada por el pueblo soviético todo, que perdió a más de 27 millones de los suyos en los campos y las ciudades de toda la Europa oriental.
Sin embargo, los vencedores de aquella gesta heroica, fueron vencidos luego por la andanada cultural capitalista que les arrebató a los ojos de Occidente aquella victoria para reducirla, apenas, a los avatares historiográficos del “frente oriental” de la Segunda Guerra Mundial.
Setenta años después, se comprueba con facilidad que aquella gigantesca operación de tergiversación histórica y propaganda dio sus frutos. Una encuesta realizada en abril de este año por la agencia británica ICM Research, indica que más del 50% de los alemanas creen que su país fue liberado del nazismo por tropas de los Estados Unidos. También, casi un 50% de los británicos cree que su país jugó el papel clave en el fin de la guerra.
El Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP, por sus siglas en francés) indica en un estudio reciente que la opinión sobre el rol de los Estados Unidos en la segunda guerra fue cambiando con el tiempo. Ante la pregunta sobre cuál es la nación que más ha contribuido a la derrota de Alemania, en el mismo mayo del 1945 el 57% de los franceses opinaba que era la Unión Soviética; medio siglo después, en 1994, el 49% de los franceses pensaba que el rol principal fue de los Estados Unidos. Una de las más grandes mentiras de la historia de la humanidad había triunfado.
Y aún sigue triunfando. El mismo estudio del IFOP revela que para junio de 2004 el 58% creía que la caída del nazismo es mérito de los Estados Unidos y ahora, según el sondeo antedicho de ICM, esa cifra trepa al 61%.
Muchos autores coinciden en que la tan mentada “cortina de hierro” (una suerte de blackout informativo sobre todo lo que sucedía en la Unión Soviética y los países de la Europa del Este durante la guerra fría de la segunda mitad del siglo pasado) fue en realidad impuesta por Occidente, y no tanto por el bloque socialista. Los números antedichos parecen reafirmarlo.
La andanada contra lo que realmente pasó en la Segunda Guerra se basó menos en los libros y más en la industria cultural. La cortina de hierro tras la cual quedó relegada la verdad histórica se actuó en el cine mucho más que en las enciclopedias. Así, por ejemplo, el “Día D” de la guerra es para muchos en Occidente el desembarco de tropas inglesas y estadounidenses en las costas de Normandía, el 6 de junio de 1944. Una acción que, es cierto, condujo a la descomposición de la Francia ocupada por el nazismo.
Lo que no es menos cierto es que, para los días de Normandía, el Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas llevaba casi tres años de ofensiva sobre el nazismo, desde que en el invierno de 1941-1942 lograron frenar la Operación Tifón, el hasta entonces demoledor avance nazi, en las puertas mismas de Moscú. El 7 de enero de 1942, el día en que los nazis y sus aliados del Eje comienzan a alejarse de Moscú, bien podría considerarse el “Día D” de la II Guerra.
En paralelo, al norte de Moscú, en Leningrado (hoy San Petersburgo) millones resistían el sitio nazi sobre la ciudad, que al finalizar, en enero de 1944, había dejado más de un millón de muertos civiles y otro tanto de tropas del Ejército Rojo. Mientras tanto, en el mismo período de resistencia y avance sobre el nazismo, en Stalingrado (hoy Volgogrado), entre agosto de 1942 y febrero de 1943, se desarrolló una de las batallas más cruentas de la historia de la humanidad: la batalla que marcó el comienzo del fin para el nazismo dejó más de un millón de muertos entre los soviéticos, y otro tanto de bajas (entre muertos, heridos y capturados), en el sexto y cuarto ejército del Reich. El 2 de febrero de 1943, el día final de la batalla de Stalingrado, bien podría considerarse, también, otro -verdadero- “Día D” de la Guerra.
Así, hasta el 9 de mayo de 1945, cuando el nazismo cae para siempre en su cuna, Berlín, a manos del Ejército Rojo, que llegó hasta allí no por el “capitán invierno” (otra mentira interesada de la historiografía occidental sobre la guerra), sino impulsado por estrategas militares, soldados convencidos de su rol histórico y -especialmente- por un pueblo que entendió lo que estaba en juego, y luchó por su supervivencia hasta la victoria, bañando con su sangre praderas interminables. Y no es metáfora. Veintisiete millones de muertos lo hacen literal.
El mundo -millones por ignorancia provocada, algunos pocos por malsana intención- le debe todavía al Ejército Rojo y al pueblo de la Unión Soviética el reconocimiento eterno por su decisiva acción por liberarnos, a todos, del fascismo hecho ejército de muerte. Los cimbronazos de la historia verdadera van abriendo el camino y este año, los poquitos veteranos de la Gran Guerra Patria y la memoria de todos los demás en el Desfile de la Victoria en Moscú estarán más acompañados y abrazados que nunca. Es mucho. Pero todavía es poco.
Twitter: @marcos_salgado
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