miércoles, 27 de mayo de 2015


Bajo la Lupa
El nuevo orden global, bajo el prisma de Ucrania
Alfredo Jalife-Rahme
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Rebelde pro ruso monta guardia en las afueras de Donetsk, en el este de Ucrania, ayer; a pesar del cese al fuego firmado en febrero, hay escaramuzas ocasionales entre las fuerzas ucranianas y los separatistasFoto Ap

Dmitri Trenin –director del Carnegie Moscow Center, filial regional de Carnegie Endowment for International Peace, think tank vinculado a Estados Unidos–, aborda en el rotativo chino Global Times (http://goo.gl/TXh7UE) cómo la crisis de Ucrania provoca un giro estratégico y mental en el orden global. Su artículo fue reproducido dos días más tarde en el portal Russia Insider (http://goo.gl/IZ7KqO).
Por cierto, hace ocho meses definí que Ucrania constituía la placa tectónica de la geopolítica global (http://goo.gl/WZnZLn).
Dmitri Trenin juzga que las recientes visitas de la canciller alemana Angela Merkel y el secretario de Estado John Kerry a Rusia determinaron que la crisis de Ucrania no fue sólo sobre Ucrania, o aun sobre Europa, sino sobre el orden global (¡supersic!), que promete una extensa competencia (sic), con un resultado imprevisto (sic), y pertenece en forma crucial a un patrón de relaciones cambiantes entre las potencias mundiales, con Estados Unidos luchando para preservar su dominio.
Prescinde en forma perentoria de la Unión Europea (UE) entre los competidores cuando la crisis ucraniana la exhibió carente de pensamiento estratégico y acción.
Le echa injustamente la culpa a la UE del desastre ucranio que, luego en su fase de militarización, entregó las riendas a Estados Unidos y la OTAN, con Alemania incrustada a Estados Unidos, lo que deja a la UE en un estado precario. Ni siquiera cita a Francia, única potencia nuclear continental de la UE.
Dmitri Trenin –muy complaciente con Estados Unidos, quizá debido a su financiamiento matricial– escamotea tanto la intromisión flagrante de la israelí-estadunidense VickyNuland, pugnaz subsecretaria de Estado, en el golpe neonazi en Kiev –magistralmente investigado por Robert Perry (http://goo.gl/uSKcnZ)–, como el injerencismo financierista de George Soros, presunto títere de los banqueros esclavistas Rothschild.
Sentencia que Rusia es todavía (sic) muy grande y cada vez más resuelta de sus intereses para ser excluida, por lo que el contencioso ucranio se moverá entre el Caribdis de las fallidas sanciones occidentales y el Escila de un compromiso de Estados Unidos con Rusia, que sería suicida, por significar la retirada estratégica de Washington. ¿Vienen la ucranización y/o la balcanización de la UE?
Dmitri Trenin avizora que la UE no tendrá un orden de seguridad estable cuando Minsk-2 (http://goo.gl/WYUoFC) tiene poca probabilidad de ser implementado”: Kiev no federalizará a Ucrania ni otorgará a Donbass su más amplia autonomía, lo cual augura su desprendimiento.
Una idea seductora, pero muy discutible, de Dmitri Trenin: nunca el Kremlin intentó restaurar a la URSS, mucho menos a la esfera de influencia soviética en Europa. De allí que, por lo menos, Occidente puede consolarse de que frenó (sic) a Putin cuando el zar ruso no avanzó a Mariupol ni a Kharkov ni a Odessa, y congela el concepto de Novorossiya, mientras Transnistria, Abjazia y Osetia del Sur se encuentran tranquilas, además de que la OTAN realiza ejercicios militares en Georgia y los países bálticos. Falta mucho por ver…
El problema que no ve Dmitri Trenin es que Europa se empieza a desgajar entre rusófilos y rusófobos, a imagen de Ucrania y los Balcanes, cuando varios países europeos buscarán incorporarse a la Unión Económica Euroasiática vinculada a la prosperidad futurística de la Ruta de la Seda china (terrestre/marítima) que toma forma. No sólo del gas ruso vive Europa.
Hay de esferas de influencia a esferas de influencia cuando la cesión de la parte oriental de Ucrania por el Kremlin, con la espalda contra la pared, hubiera significado su suicidio y hubiera reverberado en forma negativa en China e India.
En la era post Crimea, Europa es una antes y después de Debaltsevo: la batalla que definió la suerte de Europa –por metástasis, de Estados Unidos– y de Rusia –por extensión, de China.
Dmitri Trenin enuncia que el cambio que propició la crisis de Ucrania no es territorial, sino más bien estratégico y mental, cuando Rusia abdicó desear integrarse a Occidente y formar parte del sistema euroatlántico”. Este aserto es muy discutible, ya que Vlady Putin siempre mantuvo en su repertorio la conexión euroasiática mediante el concepto del triángulo geoestratégico del RIC (Rusia, India y China) –que al final del día conforman el núcleo de los BRICS– que había formulado el ex premier Primakov en la fase más abatida de Rusia, cuando Clinton no se cansó de tomarle el pelo a Yeltsin en el periodo de la guerra de Kosovo.
Dmitri Trenin interpreta que Rusia regresó a su base hogareña en Eurasia y ha jerarquizado sus vínculos con los países no occidentales. Esto también es muy discutible. Rusia nunca abandonó, para regresar, a su feudo euroasiático, que ha formado parte de su geopolítica en colisión conceptual con la fase de experimentación atlantista que anhelaba su continua balcanización en otros tres pedazos.
Después del cataclismo de la candidez atlan­tista de la política exterior rusa, hoy su escuela euroasiática ha retomado vigorosamente el timón –bajo el radar del filósofo Alexandr Dugin–, lo cual es avalado por el geopolitólogo Fyodor Lukyanov, otrora filo-occidental (http://goo.gl/uF7Z7j).
Hoy la pelota está en el campo europeo, que desprecia Dmitri Trenin, y que será presa de la colisión entre el euroasianismo y el atlantismo jefaturado por Estados Unidos –con una Gran Bretaña flagelada por sus contradicciones internas y externas– y Alemania que ha perdido muy pronto su gas (en el doble sentido de la palabra).
Dmitri Trenin considera que por primera vez las relaciones de Rusia con China se han vuelto tan importantes como con Estados Unidos, aunque son totalmente opuestas en su naturaleza.
Justiprecia la visita innovadora del premier indio Narendra Modi a China cuando la entente entre Rusia y China lubrica a los BRICS y al Grupo de Shanghai, que cobrarán mayor ascenso en sus cumbres en julio en Ufa (Rusia).
Aduce que el cambio del orden global tomará una generación, cuyo periodo de transición será marcado por la inestabilidad (¡supersic!).
Vaticina que Europa, la otrora región más estable del mundo, no saldrá ilesa con sus incandescentes contenciosos: Ucrania, Macedonia, Gran Bretaña y Turquía.
Concluye que los más importantes desarrollos que configurarán el futuro del mundo tendrán lugar en Asia.
A mi juicio, el geoestratega Zbigniew Brze­zinski no pudo repetir en Ucrania 26 años más tarde su éxito contra la URSS en Afganistán, que culminó en su balcanización. Con Vlady Putin Rusia no repitió los trágicos errores soviéticos de Gorbachov y Yeltsin, y aprovechó la coyuntura del irresistible ascenso geoeconómico de China.
La anatomía forense de la crisis ucrania se refleja en una mayor escala a toda Europa, donde empiezan a reincendiarse sus viejos rescoldos en sus cuatro puntos cardinales, que se subsumen en el nuevo frente de Macedonia, en los Balcanes (http://goo.gl/cejt4h).
Deslumbran dos magnos errores históricos con casi medio siglo de diferencia: a inicios de la década de los 70, la URSS empujó a China a los brazos de Estados Unidos y ahora Estados Unidos obligó a Rusia a asociarse con China.
El primordial juego geoestratégico es ya tripolar: Estados Unidos/Rusia/China.
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