jueves, 7 de mayo de 2015

Llegada de Fidel a Moscú (1987)

“Cuba y Rusia, podemos hacer mucho juntos todavía”

© Sputnik/ Yury Somov
Entrevistas
(actualizada a las 17:41 07.05.2015) URL corto
Duber Luis Piñeiro
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En vísperas de conmemorarse el aniversario 55 del restablecimiento de relaciones entre Rusia y Cuba (el 8 de mayo) Sputnik Mundo conversa con Luis Felipe Vázquez, testigo de primera fila y participante directo de muchos acontecimientos en estas cinco décadas y media juntos.
Como estudiante, como embajador, como funcionario o como viceministro de cultura, vivió distintas etapas de las relaciones bilaterales, pero se define, en primer lugar, como amigo de Rusia.
¿Cómo llega usted a Rusia y que primera impresión le causa ese país?
En Agosto de 1963 llegamos a la URSS en el barco Baikal por el puerto de Leningrado. Había algunos estudiantes cubanos incluso antes del triunfo de la revolución, como los hermanos Tieles, que estudiaban en el conservatorio Chaikovski, pero nosotros éramos de los primeros grupos que íbamos a estudiar allá producto del convenio en la esfera académica que en 1960 habían firmado nuestros países.
Para unos jóvenes en los inicios casi de la revolución cubana, conocer la URSS, a Rusia y a los pueblos hermanos fue trascendental para nuestra manera de ver la vida, porque en Cuba antes de 1959 primaba una actitud anticomunista y antirrusa, provocada por los medios de prensa y por algunos sectores de la sociedad, que nos llegaba fundamentalmente desde los Estados Unidos.
Como neocolonia norteamericana recibíamos esa propaganda contra Rusia, hasta en caricaturas donde el ruso era grotesco, con colmillos.
Por eso, cuando ya contábamos con mayor información, teníamos muchas inquietudes por conocer el país y la experiencia del socialismo que se estaba llevando a cabo allí.
Recuerdo que por primera vez vi personalmente a un ruso en diciembre de 1960. Varios jóvenes de la entonces provincia de Oriente regresábamos de una actividad en los preparativos de la gran campaña nacional de alfabetización. Al llegar al hotel, donde nos habían alojado, y con frio relativo para los cubanos, sentimos que en la piscina una persona se bañaba en aguas para nosotros casi heladas. Nos acercamos y vimos una joven bailarina rusa, llamada Tatiana, con la que entablamos una conversación muy limitada, por la diferencias de idiomas, pero logramos una comunicación y una mutua simpatía.
¿Qué recuerdos guarda de su época estudiantil?
Tuvimos la oportunidad de vivir momentos muy emotivos. En las actividades docentes y en la residencia estudiantil convivíamos junto con rusos y otros europeos. Así conocí mucho mejor las grandes cualidades y el espíritu de justicia y solidaridad de los rusos. Compartíamos actividades culturales, cocinábamos y comíamos muchas veces juntos y en fin, llegamos a conocer muchas de las costumbres y forma de pensar y hacer la vida de los jóvenes de diferentes regiones de Rusia.
Estudiábamos Relaciones Económicas Internacionales, éramos cinco cubanos en total, los primeros de curso completo en el MGIMO (Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú.
¿Cómo comienza usted a trabajar en la embajada cubana?
En el año 1967 hubo una demanda de personal diplomático en nuestra embajada para ampliar las relaciones y otros compañeros y yo fuimos seleccionados para incorporarnos a trabajar allí. Empecé como agregado diplomático y me ocupaba de la atención a los estudiantes cubanos en toda la Unión Soviética, que eran unos 3 mil en aquel momento. Así recorrí buena parte de la URSS, más de 50 ciudades, y donde quiera que llegábamos, éramos bien recibidos. La gente sentía admiración por Cuba y nosotros, como sus representantes, recibíamos ese cariño en todas partes.
Recuerdo a un pintor de apellido Loch, que era tan amante de la revolución cubana que buscaba fotografías de sus mártires para pintarlos, entre ellos el de mi tío Rubén, que murió en la lucha clandestina. Ese cuadro se conserva hoy en el museo de mi pueblo, Mayarí.
Entonces se puso de moda una obra en el Teatro de la Opereta que se llamaba "Cuba mi amor", que incluía una canción que se repitió en actividades de amistad con Cuba hasta mucho tiempo después.
A su retorno a Cuba, no se desvincula de los rusos ¿qué experiencia tuvo en esa etapa?
Cuando regreso, me reincorporo al trabajo como dirigente juvenil y estudiantil y me toca tener una relación muy estrecha con jóvenes soviéticos y en particular rusos, que venían a cumplir distintas tareas. Así me vinculé a muchos que vinieron a ayudar en la agricultura como técnicos, a cortar caña, a construir escuelas, a otros que nos visitaban en intercambios culturales o de estudios. Con ellos compartíamos experiencias que ayudaban a conocer mejor la riqueza eslava y me continué sintiendo de alguna manera muy cerca de Moscú.
En 1977 me asignan la tarea de trabajar en la comisión permanente del comité internacional preparatorio del XI Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes celebrado en La Habana en 1978, como representante de Cuba. Conocí, compartí y hasta conviví con dirigentes juveniles de muchos países y especialmente de Rusia, que llegamos a ser como una gran familia. Años después, con mucha alegría recibí la invitación de honor para participar en el festival de Moscú.
En los ochentas usted regresa a Moscú, esta vez con responsabilidades mayores en nuestras relaciones…
En 1981 me nombran Ministro Consejero en la Embajada de Cuba en Moscú. En esas funciones debía relacionarme con distintas regiones del país y con representantes de todas las esferas de la sociedad rusa. Siendo el segundo jefe de la misión, me ascienden al rango de embajador en 1984, esta actividad me permitió profundizar en el carácter amistoso y solidario de las relaciones entre nuestros pueblos, no solo en temas de alto nivel, sino que esto se podía apreciar en los contactos con cientos de personas que de una forma u otra reflejaban el profundo cariño mutuo.
Una vez en Cuba, continúo trabajando en temas de la cooperación con la URSS, lo q me permite viajar varias veces a Moscú, incluso en una ocasión integrando la comitiva que acompañaba a Fidel.
Por esa época tuve ocasión de participar en la organización del recibimiento en Cuba de los dos cosmonautas del vuelo espacial conjunto cubano soviético, Yuri Romanenko y Arnaldo Tamayo Méndez, expresión popular de los estrechos lazos entre nuestros pueblos.
¿Cómo vivió usted la etapa de cierto distanciamiento, a partir de los noventas?
No volví hasta el año 1998 y pude ver los cambios que se habían producido. Me llamó mucho la atención el desarrollo de aquella situación y siempre deseé que fuera en beneficio del pueblo ruso. Aunque no he tenido ocasión de regresar después, tengo la impresión de que es así en estos momentos, que Rusia ha encontrado un camino para beneficio de su pueblo.
Para usted, que ha tenido el privilegio no solo de conocer de cerca esas relaciones, sino de vivirlas en carne propia, ¿cómo calificaría la relación entre Rusia y Cuba?
Rusia y Cuba han sido un ejemplo de lo que deben ser las relaciones entre un país grande y próspero con uno pequeño en desarrollo, porque siempre fueron de beneficio mutuo y de colaboración real hacia el más chico, comprando nuestros productos, dando facilidades para adquirir equipos y tecnología, ayudando a preparar a nuestros profesionales…
Estas relaciones pasarán a la historia como un modelo de hermandad y fraternidad entre dos pueblos.
A su entender ¿Qué nos dejaron los rusos en estos 55 años?
Lo más importante que dejaron los rusos fue una semilla de cariño. Cualquier cubano habla de Rusia con afecto porque ellos nos ayudaron con su colaboración, con su presencia. Nosotros dejamos también una huella y todo eso ha ayudado a Rusia en sus relaciones con el resto de América Latina.
Y, sobre todo, creamos una relación humana más allá de la política. Cuba es hoy un pueblo hermano de Rusia
¿Qué espera de esta nueva etapa?
Estoy convencido de que estos vínculos seguirán siendo muy sólidos porque tenemos esas experiencias anteriores y una historia en común. Hay miles de cubanos formados en universidades rusas y existe incluso esa interrelación familiar entre nosotros.
De un mundo que se pretendió convertir en unipolar, hoy a Rusia le ha tocado un papel importante en integrar una balanza de poder con relación a las potencias occidentales y eso va a favorecer aún más las relaciones con Cuba y los países del llamado Tercer Mundo. Tanto Rusia como los cubanos hemos sacado conclusiones de cómo pueden mejorarse nuestras relaciones y sabemos hoy quiénes son nuestros verdaderos amigos.
Podemos hacer mucho juntos todavía.

 
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