Elogio y defensa de plagiarios
Pedro Salmerón Sanginés
1. En agosto de 2013, tras años de espera, el consejo técnico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM suspendió al fin a un profesor reiteradamente denunciado como ausentista y plagiario. Hasta entonces, su defensa, sin definiciones públicas, parecía haber corrido a cargo de la dirección de la facultad, sin argumentos (al menos no públicos). Fue entonces que algunas profesoras salieron públicamente en su defensa. De los argumentos que esgrimieron, Fernando Escalante (http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=186144): y Roberto Breña (http://yoquierountrabajocomoeldeboris. blogspot.mx/2013/10/pasando-la-pagina-i-la-destitucion-de.html) desprenden un mecanismo común en los defensores de plagiarios: a) negar u omitir el plagio contra toda evidencia y con cualquier pretexto; b) lo que importa no es si plagió o no (ninguna de las defensas aludió al tema), sino quién es y a qué grupos pertenece, y c) hay que descalificar al denunciante.
2. Hace seis meses me pregunté ¿por qué plagia Arturo Pérez-Reverte? (http://elpresentedelpasado.com/2015/ 04/23/por-que-plagia/). Un novelista tan prolífico, tan querido por tantos lectores (yo, entre ellos), ¿qué necesidad tiene de plagiar? “Quizá –escribí– es el cinismo del impune. O la soberbia del aristócrata de que hablaba Pablo Piccato [en un debate con Ariel Rodríguez Kuri sobre el concepto del honor: http://horizontal.mx/los-excesos-del-honor-respuesta-a-rodriguez-kuri/]: ¿los caballeros sólo lo son con sus iguales, no con los plebeyos?”
El plagiario respondió airadamente que nunca plagió y que los acusadores querían sacar raja de su fama (irresponsabilidad temeraria, dijo). Sus defensores añaden la descalificación de los plagiados; como si eso fuera literatura, dicen del cuento de Verónica Murguía. Como si un grande fuera a plagiar a un mediocre desconocido. Y no puede faltar la descalificación del denunciante.
Verónica Murguía respondió con elegancia y donaire y Alberto Chimal hizo una espléndida síntesis del caso (https://medium.com/espanol/plagiarios-4c344d39c075#.4gfuz9fhl). De estas respuestas y, sobre todo, de la manera en que se defiende a los plagiarios, para mí se desprende otra enseñanza: no importa si eres un gran novelista que plagió uno o dos cuentos y un guión cinematográfico (y aquí podríamos añadir a Bryce Echenique, a Sealtiel Alatriste e incluso a Octavio Paz: los altaneros leones de que habla Chimal); o un académico que plagia mil páginas, incluidas sus tesis (o que son incapaces de escribir una tesis y tienen que plagiarla, como Núñez Arancibia y Pascual Gay). El talante moral es el mismo. Este caso, también, muestra que no es la mediocridad ni la incapacidad, lo que lleva al plagio: no es la ocasión, tampoco la necesidad, lo que hace al ladrón.
3. Los defensores de Cuauhtémoc Calderón Villarreal y Leticia Hernández Bielma, de cuyo plagio (evidenciado y documentado por Gerardo Martínez, de El Universal) nos ocupamos hace unos días (http://www.jornada.unam.mx/2015/11/ 21/opinion/024a2pol), presentan un argumento que creen irrefutable: no hay plagio, porque el presunto plagiado negó el plagio. No nos detendremos otra vez en esa necedad, sobre la que ya argumentamos. Añaden que la acusación es sólo una burda y sucia maniobra para evitar que Calderón Villarreal llegue a la presidencia de El Colegio de la Frontera Norte, como se asegura en un blog anónimo (http://doscabezasunmundo.blogspot.mx/ 2015/10/no-hay-plagio-sino-aspiraciones-de.html); o, como el profesor Arturo Luis Alonso Padilla, aseguran que todo es una conspiración (https://www.facebook.com/pedro.sal meron.79/posts/10207181273466114?comment_id=10207181515432163& reply_comment_id=10207181524832 398&offset=0&total_comments=18& notif_t=feed_comment).
El esquema se repite con un añadido: tras la publicación de mi artículo, aparecieron en Twitter cuatro cuentas que, desde el anonimato, buscan eliminar la denuncia mediante la amenaza y la difamación. Debidamente reportadas, desaparecieron dichas cuentas. Ese nivel me permite comprender al alumno plagiado, que prefirió eludir el asunto… y a la docena larga de alumnos cuyos tutores robaron su trabajo o parte de él, y que prefieren no denunciarlo a enfrentar la descalificación, la agresión y muy probablemente, el desempleo y el aislamiento.
4. Porque el problema mayor es que el plagio es la punta del iceberg de los graves problemas de funcionamiento de la academia. Por eso insisto en las preguntas de mi anterior artículo y concuerdo con Luis Fernando Granados en que somos cómplices del plagio en tanto participamos –sin oponernos ni criticarlo colectivamente– en un sistema cada vez menos colectivo, solidario y corresponsable, en el que se mide y se evalúa con criterios contrarios al bien hacer del conocimiento y la creatividad (http://elpresentedelpasado.com/2015/07/ 09/complices-del-plagio/).
5. La UNAM no es Berenzon. La Academia de la Lengua no es Pérez-Reverte. El Colegio de la Frontera Norte no es Calderón Villarreal. Pero las respuestas de sus amigos y defensores muestran que más grave que el plagio de algunos profesores, es la defensa que de ellos pueden hacer y hacen las mafias académicas. Fernando Escalante terminó así su artículo sobre el caso Boris: Y no sé por qué me viene a la cabeza la imagen de una pequeña piedra que cae silenciosamente en un estanque.
Twitter: @HistoriaPedro
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