El cine cumple 120 años
Escrito por ANSA
El 28 de diciembre se cumplen los 120 del cinematógrafo, invento revolucionario que cambió la percepción de la realidad y el modo de verla, y que se encuentra ahora en el umbral de otra revolución igualmente histórica e imprevisible.
Ya estaba oscuro aquella tarde del 28 de diciembre de 1895 en París, cuando todas las luces del subsuelo del Grand Café -en el número 14 del Boulevard des Capucines- se apagaron para mostrar una antología de cortas películas filmadas por los hermanos Louis y Auguste Lumière.
En el Salon Indien -era el exótico nombre del lugar, ubicado en el mismo inmueble del Hotel Scribe- los espectadores que habían pagado la entrada se espantaron como si el tren que entraba en la estación de La Ciotat pudiera atropellarlos.
Pero también se rieron con la farse del "Arroseur arrosé" (El regador regado), vieron maravillados a los trabajadores de la fábrica Lumière que salían de su turno, y pugnaban por confrontarse con aquellas imágenes efímeras y más grandes que ellos.
Nacía en ese momento, tal como en la caverna de Platón con las sombras proyectadas en el muro, el mito moderno del cine, aunque las filmaciones habían sido realizadas en la precedente primavera boreal.
El Boulevard des Capucines era una de las calles favoritas de la buena burguesía parisiense: Victor Hugo había abierto allí la redacción de su diario, había cafés históricos que albergaban a escritores e intelectuales, y a a pocos pasos prosperaba un laboratorio fotográfico.
También vivían personajes ilustres como el artista y fotógrafo Nadar, y habían expuesto pocos años antes los impresionistas. Había teatros y hasta un Georama, maravilla de la técnica que ilustraba en una esfera de 14 metros todo el globo terrestre.
Es fácil imaginar que la noticia de la primera proyección pública se difundió rápidamente y se impuso como la novedad del momento, en un período en que las maravillas de la técnica eran vistas como modernos prodigios, confirmación de que desde París partía la renovación de la nueva sociedad industrial.
Era el mismo clima que cuatro años después daría vida a la Exposición Universal de París, con la inauguración de la Torre Eiffel, el monumento símbolo de la nueva era.
Los hermanos Lumière habían llegado de la provincia, eran hijos de un fotógrafo de Lyon que se había retirado pocos años antes, dejándoles a cargo el oficio familiar.
Con espíritu inventivo y sana actitud empresarial, ambos se lanzaron a la búsqueda de nuevas patentes porque estaba en el aire ya desde hacía un tiempo la idea de la imagen en movimiento.
Además la competencia estadounidense crecía tras el kinetoscopio de Thomas Alva Edison, la patente de la película de 35 milímetros de Dickson, y la fabricación de película Kodak inventada por George Eastman. En este período de pioneros empeñados en superarse mutuamente hay espacio también para un oscuro misterio que, aunque poco conocido, echa sombra sobre la fecha real del nacimiento del cinematógrafo.
Siete años antes, en 1888, un francés naturalizado inglés, Louis Augustin LePrince, conseguía la hazaña de rodar una breve filmación -de apenas tres segundos pero de impresionante modernidad y fluidez- en el jardín de su casa en la periferia de Leeds.
Obtuvo así el mismo naturalismo de las primeras películas Lumière e imprimió en la película una sucesión de 16 fotogramas por segundo: la misma velocidad que sería norma después de 1895.
Su nombre, sin embargo, es desconocido para la mayoría y su experimento rápidamente fue olvidado.
El 16 de septiembre de 1890, LePrince partió hacia Francia con destino París, tal vez para mostrar al mundo su invento. Pero desapareció sin motivo aparente en el tren entre Dijon y París, y de nada valieron las búsquedas de la policía y las investigaciones promovidas sin pausa por su viuda.
Doce años después, en Nueva York, murió asesinado su hijo Alphonse, que intentaba afirmar la novedad creada por su padre. ¿Delito, crisis depresiva, huida de amor? Toda clase de leyendas florecieron con los años, pero hoy día sobre LePrince difícilmente pueda conocerse la verdad. El éxito del Cinéma Lumière oscureció para siempre los esfuerzos de sus rivales.
El invento principal de ambos hermanos -un mismo aparato capaz de rodar en vivo y proyectar en una pantalla la película impresa- generó una floreciente industria con reporteros en todas partes del mundo -hay filmaciones de China a Venezuela y de los Balcanes a Estados Unidos- y un solo nombre antes de los títulos: el de Louis y Auguste Lumière.
No hay comentarios:
Publicar un comentario