lunes, 28 de diciembre de 2015

Desde 2009, Alma Rosa hace trámites, acude a exhumaciones, audiencias, marchas... y nada
No busco culpables, sólo los huesos de mi hermano desaparecido
El caso de un padre que halló en una fosa su hijo perdido hace 2 años, le inyecta vitaminas, dice

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Foto En imagen de archivo, familiares de personas desaparecidas se manifiestan en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Según datos de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del estado, en los tres años recientes el número oficial de ausentes es de 337 personas; pero versiones extraoficiales señalan mil 600 casos que no son denunciados, por temor o desconfianzaFoto Javier Valdez
Javier Valdez Cárdenas,
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 28 de diciembre de 2015, 
Culiacán, Sin.

Alma Rosa no busca culpables, sólo los huesos de su hermano Miguel Ángel Rojo Medina, desaparecido el 4 de julio de 2009.

Desde entonces ha presenciado cuatro exhumaciones de cadáveres, ocurrió el asesinato de una compañera activista, la búsqueda y el hallazgo de otros desaparecidos, decenas de audiencias –incluso con el gobernador Mario López Valdez– y kilómetros de marchas y gestiones.

Tiene 52 años recién cumplidos. Se dice cansada. Sus hermanos la han abandonado y sus hijos no dejan de reclamarle que se dedique más a la búsqueda de su hermano que a ellos. Le advierten: Ya deja eso, te van a matar.

Su motivación es encontrar la osamenta de su hermano, a quien considera muerto, y ver por ejemplo a Elías Antonio Ruiz, quien en diciembre encontró los restos de su hijo en Culiacán, luego de dos años de andar en el monte, descubrir y excavar, en ocasiones con sus manos, varias fosas clandestinas.

“Haga de cuenta que me inyectan vitaminas cuando veo casos como el de Elías, cuando encontraron el cadáver de su muchacho. He vivido todo esto, y ver su dolor, al escarbar las fosas para buscar a su hijo.

Un reloj fue la evidencia

Una vidente le había dicho que estaba vivo, que se lo habían llevado a trabajar, pero encontró en esa fosa un cadáver y traía su reloj y se puso a llorar. Eso me quebró, la verdad. Un poquito, pero dije: Dios me debe dar fuerzas para estar con ellos. Y lo abracé, manifestó.

Alma Rosa es parte de la organización Mujeres Unidas que trabaja junto con la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Sinaloa (CDDHS), dirigida por Óscar Loza Ochoa y Leonel Aguirre Meza, en la lucha por los desaparecidos, para exigir al gobierno que indague, halle los cadáveres si es el caso y también con los responsables de privar de la libertad o asesinar a las personas.

Alma Rosa tiene la voz quebrada: siempre al borde del llanto. Es morena y de baja estatura. No se arredra, aunque tiene miedo. Se enferma y adelgaza. Se cansa y se levanta.

Sobrevive al vendaval de tantas mentiras y esa carestía de esperanzas aunque en su caso la fe, aunque poca, no se acaba.

Sabe que se salvó por un pelito cuando iba a acompañar a su amiga y compañera activista, Sandra Luz Hernández, quien fue asesinada de 10 balazos cuando buscaba a Édgar, su hijo desaparecido. La ejecución ocurrió en la colonia Mazatlán, en Culiacán, el 12 de mayo de 2014.

En este caso, como en la mayoría, prevalece la impunidad. El único detenido, quien confesó haber asesinado a Sandra Luz –según las versiones de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE)–, quedó en libertad este año.

Ese día, por la tarde, Alma Rosa acordó acompañar a su inseparable amiga. Pero no pudo. Otra persona fue con ella y presenció cómo la joven madre caía abatida por las balas.

A diario, un desaparecido

Datos de la CDDHS indican que de 2012 a la fecha, en promedio una persona desaparece cada día. Los datos se basan en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas. En años recientes, el número oficial es de 337 personas ausentes, pero versiones extraoficiales señalan cerca de mil 600 casos que no son denunciados por temor o desconfianza.

Su hermano era transportista y no tenía nada qué ver con actividades ilegales. Le gustaban la cerveza y las mujeres; era un hombre divertido, sano, muy apegado a Alma Rosa, según cuenta ella. Ahora lo buscan sólo ella y los otros activistas y defensores de los derechos humanos. Nadie más.

Yo tengo que salir adelante. No me importaría encontrar culpables o exigir justicia. Yo le digo al gobierno que no les exijo mostrar a los culpables, quiero los huesitos de mi hermano, pero ni siquiera eso.

–¿Y no se cansa?

–Sí me canso. Pero eso no importa porque tengo que salir adelante, he tenido recaídas bastante pesaditas y me he levantado. Debo seguir buscando.

Cuatro exhumaciones, 2 resultados

Desde que su hermano Miguel Ángel desapareció suman cuatro exhumaciones, dos fueron de cinco cadáveres, para tomar muestras y compararlos, y determinar si es a quien Alma Rosa busca con afán.

Las prácticas periciales se han realizado luego de mucha insistencia, de trámites, de papeleo, de firmas y sellos: entre escritorios, estantes empolvados y oficinas cuyos funcionarios parecen padecer hipoacusia.

Cinco cadáveres exhumados para que lleguen sólo dos resultados: ambos negativos. Resultados escritos en papeles que ella no conoce, porque no se los quieren enseñar.

La exhumación más reciente fue en diciembre de 2014, un año después, en este mes le dieron los resultados: negativo.

Dicen que las otras pruebas –de cinco sólo llegaron dos resultados– las llevaron por error a Baja California, pero otras veces han argumentado que las pruebas ya no sirven, que se echaron a perder, que son insuficientes, etcétera, según los argumentos dados por José Luis Leyva Rochín, de la fiscalía encargada de estas pesquisas.

Mentiras oficiales

“Vinieron peritos, antropólogos, y ahora me salen con que llegaron dos, que las otras tres las enviaron a Baja California… ¿qué quiere decir?, que son mentiras del gobierno. Estoy muy decepcionada. Créame que la lucha sigue, porque son muchos los que faltan por encontrar, no solo mi hermano”.

Alma Rosa no abandona su trinchera: a ratos baja los brazos, esconde la voz y reprime los gritos, pero no el llanto. Su vida transcurre entre las vitaminas que le inyectan los hallazgos de cadáveres, que suman alrededor de 30 en Sinaloa en dos años, la violencia cotidiana generada por el narcotráfico y por los operativos, y esas flacas y desnutridas esperanzas por dar con lo que queda de su hermano: tierra, polvo, recuerdos... huesitos.

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