El 26 de julio de 1953 no pasaría inadvertido. Justo ese día, a una joven periodista habían encargado la crónica de los carnavales santiagueros...
El 26 de julio de 1953 no pasaría inadvertido. Justo ese día, a una joven periodista habían encargado la crónica de los carnavales santiagueros: otro hecho se robaría la primicia, relegando a planos menos estelares los fuegos artificiales y las luces de las carrozas.
Jóvenes revolucionarios hartos del régimen de oprobio, impuesto por el dictador Fulgencio Batista, intentarían el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba y al Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
Yo todos los años iba a Santiago. Me encuentro con un fotógrafo que conocía porque vivía cerca de la casa de mis padres. Se llamaba Panchito Cano.
Marta Rojas, la joven periodista que dio seguimiento a los sucesos del 26 de julio no olvida detalles. Su relato, como una suerte de reportaje en primera persona da la medida exacta de los acontecimientos.
Panchito sabía que yo estudiaba periodismo. Estando ya en los últimos años de la carrera él me pidió que hiciera los pie de foto de algunas instantáneas suyas. Él era corresponsal gráfico de Bohemia. Yo le dije: “Ay Panchito, parece que se va a acabar el carnaval porque esos son los cohetes”. Enseguida me dijo: “No, no son cohetes, esos son tiros. No hay luces propias de los fuegos”. La gente empezó a correr y a decir que en el cuartel se estaban fajando los soldados entre ellos. Ahí me enrolé para hacer el reportaje de los tiros. Resultó que era el Asalto al Cuartel Moncada.
Por ser recién graduada y no periodista profesional, Marta no tenía oportunidades de hacer preguntas en la conferencia de prensa. Al llegar a La Habana, la revista Bohemia y su censor no publicaron nada concerniente a lo sucedido en tierra indómita.
El 21 de septiembre comenzó el juicio contra los asaltantes.
Yo conocía a un abogado de oficio, Baudilio Castellano. Sabía que era amigo de Fidel desde las luchas estudiantiles, yo quería ir al juicio y lo logré. Allí, de inmediato Fidel se convierte de acusado en acusador pues alega, levantando las manos que no se podía juzgar a un hombre esposado. Como abogado, lo dice con la propiedad que lo representa. El tribunal tuvo que proponer un receso. Esa fue la primera victoria porque el asalto al cuartel había sido un triunfo estratégico pero una derrota desde el punto de vista táctico.
Respecto a la vigencia del alegato de autodefensa del entonces abogado Fidel, conocido mundialmente como La historia me absolverá Marta declaró que es extraordinaria la vigencia pues se percibe desde la composición de la nación cubana.
Hablando del programa, él dijo que traía las ideas de Martí, de Céspedes, de Agramonte, de Maceo, de Mella, de Guiteras, de Trejo, es decir, la secuencia de diez años. Recuerdo que un abogado le preguntó: “Doctor Fidel Castro ¿soy yo el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada. ¿Por qué? Inmediatamente Fidel responde: “No, nadie se tiene que preocupar por qué lo acusen de autor intelectual de los sucesos del Moncada, el único autor intelectual es José Martí.”
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