viernes, 30 de marzo de 2018

Theresa May visita la ciudad donde Skripal fue envenenado

Para Occidente, todo vale en la Guerra Fría, inclusive el exespía Skripal

© REUTERS/ Toby Melville

Vicky Peláez
La expulsión masiva de los diplomáticos rusos por el caso Skripal (142)

El aserto de que la economía mueve la política se ha comprobado una vez más por la cínica y burda campaña antirrusa lanzada desde Londres, que acusaba a Moscú por el supuesto envenenamiento del exagente doble Serguéi Skripal y su hija Yulia en el Reino Unido.
Se puede escribir sobre todo y hasta cualquier cosa absurda puede encontrar una cabeza para quedarse allí. (Francois Guizot, 1787-1874)
Inicialmente, esta campaña fue diseñada para consumo interno británico con el fin de desviar la atención pública de los severos problemas económicos que se avecinaban como consecuencia del Brexit —'divorcio' del país de la Unión Europea (EU)—, y, en especial, la obligación del pago de 100.000 millones de euros a Bruselas como compensación por la separación, que el país no tiene. Después, bajo la sugerencia de Washington, en cuyos brazos quedó atrapado Reino Unido, Londres decidió recurrir al modelo 'Rusiagate', muy de moda en EEUU.
Más: Londres utiliza el caso Skripal para sus propios fines de cara al Brexit
Sin pruebas contundentes y sin presunción de inocencia, el Gobierno del Reino Unido declaró precipitadamente que debió de ser "muy probable" que el uso de la sustancia neurotóxica en este caso fuese obra del Estado ruso. Los estadounidenses, bajo cuyo control están la OTAN y la Comunidad Europea, promovieron la 'solidaridad atlántica' y presionaron a los aliados del Reino Unido de aceptar la versión de Londres. De esta manera, el completamente absurdo 'Rusiagate' recibió un nuevo espaldarazo ya a nivel mundial, abriendo paso a la expulsión de más de 100 diplomáticos rusos de los países satélites incondicionales de Washington. Hasta el presidente de México, Enrique Peña Nieto, quiso entrar en este juego para mostrar su lealtad a Donald Trump, pero fue frenado por la indignación de la opinión pública.

Mientras tanto, se desató la histeria por el Gobierno británico alrededor del supuesto envenenamiento del excoronel del Servicio de Inteligencia Militar ruso (GRU) reclutado por el MI6, Serguéi Skripal, y de su hija Yulia. El Kremlin habría usado, según la versión de Londres, la sustancia neurotóxica militar Novichok A-234 el pasado 4 de marzo en la ciudad británica de Salisbury, lo que hizo por un momento olvidar al pueblo inglés que le esperan graves dificultades económicas al abandonar la Unión Europea.

El crecimiento de la economía, según BuzzFeed News, sería un 8% más bajo si no se cierra ningún acuerdo con Bruselas, por lo que Londres se vería obligado por las normativas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). A la vez, si se negocia el acuerdo con la UE, el crecimiento sería un 5% inferior al actual índice. Según el documento de esta publicación fechado en enero pasado, la alimentación, el textil, las manufacturas, la automoción y la venta al por menor serían los sectores más afectados. Por regiones, el noroeste, oeste e Irlanda del Norte registrarán las caídas más importantes.
A todo esto hay que agregar que, en Reino Unido, la Casa Real, rodeada por una élite que tradicionalmente decide la política exterior del país y no el primer ministro o el pueblo, ha estado haciendo todo lo posible desde la Segunda Guerra Mundial para que los países europeos no tengan buenas relaciones con la URSS.
 
 
 
 
 
 
 
© AFP 2018/ Daniel Leal-Olivas
Los británicos se declararon custodios del capitalismo internacional y fueron ellos los que propusieron crear la OTAN para primero, mantener Europa bajo el control anglo-americano, segundo, parar la expansión del 'comunismo' y, finalmente, según la declaración del primer secretario general de la organización, Lord Ismay, "mantener a los norteamericanos dentro, a los alemanes abajo y a los rusos afuera". Después de la disolución de la Unión Soviética, la postura británica hacia la Rusia ya capitalista prácticamente no ha cambiado. Para los estrategas británicos, lanzar su propio 'Rusiagate' en forma de 'Skripalgate' el pasado 4 de marzo fue también un momento ideal para intentar influir en los resultados de las elecciones presidenciales en Rusia, mostrando al presidente Vladimir Putin como un heredero siniestro de la KGB implicado en asesinatos.

Se equivocaron rotundamente, pues nadie en Rusia creyó en esta acusación absurda. El último hombre asesinado por la KGB fue el nacionalista ucraniano Stepán Bandera, quien fue abatido a la entrada de su casa en Múnich en 1959 por el oficial Bogdan Stashinski. Más bien el mundo debe enterarse de que los agentes británicos, de acuerdo al libro de Michael Smith 'Six: The Real James Bonds', hasta ahora tienen 'licencia para matar'. Esta práctica se remonta a 1916, cuando un agente inglés se vio envuelto en el asesinato de Grigori Rasputin.
El Acta del Servicio de Inteligencia del Reino Unido de 1994 fue designada, de acuerdo a Michael Smith, para formalizar las prácticas del MI6 "otorgando a los oficiales de inteligencia derecho de realizar acciones que podrían ser consideradas como actos criminales en el Reino Unido, desde el asesinato a la bigamia, bajo la condición de que la tarea debe ser firmada por el secretario de Estado" (NBC News, 8 de noviembre 2012). La publicación 'Red Pepper' publicó una lista de algunos actos terroristas del MI6. Entre ellos describe un plan de 1948 para matar al presidente de Albania, Enver Hoxha, intentos del asesinato en los 1950 del guerrillero chipriota Georgios Grivas, del presidente de Indonesia, Sukarno, y del presidente de Uganda, Milton Obote.
En 1985, según Red Pepper (1 de julio, 2003), el MI6 participó en la explosión de una bomba en un automóvil en Beirut y en 1990 hizo varios intentos para eliminar al presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, usando un gas nervioso e inyectando veneno en chocolate. El arzobispo Desmond Tutu reveló en 1998 una posible participación del MI5 (Servicio de Contrainteligencia) en la muerte del secretario general de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjold, en 1961. El exoficial del MI6 Richard Tomlinson reveló en 1999 que su servicio elaboró un documento bajo el título 'Necesidad para asesinar al presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic'. En el libro 'Empire of Secrets: British Intelligence, the Cold War and the Twilight of the Empire', Calder Walton escribió que no fueron los belgas los que organizaron el asesinato del primer ministro del Congo, Patrice Lumumba, sino los británicos con la ayuda de la CIA, bajo la dirección de la jefa de MI6 en Leopodville, Daphne Park, elevada posteriormente al título de baronesa por la Corona Real.

El historiador británico Mark Curtis reveló en su libro 'Web of Deceit: Britain's Real Role in the World', cómo el oficial del MI5 David Shayler preparó ya en 1998 plan para asesinar al coronel Muamar Gadafi. Tomando en cuenta todos estos antecedentes del MI6, no es de extrañar que posiblemente los agentes británicos hayan sido los autores del envenenamiento de Serguéi Skripal y de su hija Yulia. En 2006 fue asesinado usando polonio el exteniente coronel de la KGB Alexandr Litvinenko, quien se escapó de Rusia en 1999 y trabajó desde entonces para el MI6.
Su socio y benefactor en Londres, el multimillonario ruso Borís Berezovski 'se suicidó' en la capital británica en 2013. Lo curioso fue, según MailOnline (24 de marzo de 2018), que el agente del MI6 que reclutó a Skripal en España en un club de 'strippers' en 1995, estaba también trabajando con Litvinenko y Berezovski. Igual que en el caso de Skripal, Rusia fue acusada de la autoría intelectual y material de aquellos asesinatos sin presentar pruebas válidas y concretas. En 2014, el padre de Alexandr Litvinenko, Valter Litvinenko, acusó al amigo de su hijo y de Berezovski, Alexandr Goldfarb, por el envenenamiento de su hijo con polonio por encargo de la CIA.

La exagente del MI5 Annie Machon reconoció recientemente que Rusia siempre estaba en el centro de la atención de los servicios de inteligencia del Reino Unido, sin especificar las medidas que ha estado tomando Londres para 'eliminar' enemigos como Rusia. Para justificar su existencia y, lo más importante, el incremento de su presupuesto, los servicios de inteligencia británicos convirtieron a Rusia en un 'enemigo eterno' de la Corona Británica para quien trabajaba Serguéi Skripal desde 1996 hasta 2006, cuando fue delatado por un topo ruso en el MI6. Después de pasar cuatro años en una cárcel rusa, Skripal fue canjeado al Reino Unido en el 2010 y estableció su residencia en la ciudad de Salisbury, donde siguió asesorando al MI6 hasta el día de su envenenamiento. Lo interesante de este caso fue que el periódico británico The Telegraph reveló que el reclutador de Skripal, Pablo Miller, vive también en Salisbury, al igual que el autor del 'Dossier Ruso', Christopher Steele.
Este documento fue elaborado por encargo de la Orbis Intelligence Office para comprometer al presidente norteamericano, Donald Trump. El hecho de que todos estos tres hombres estuvieran en permanente contacto complica el 'caso Skripal' aún más. Si añadimos que a 10 kilómetros de Salisbury está ubicado un laboratorio militar de armas biológicas supersecreto, Porton Down, donde se inventó el gas lacrimógeno, entramos en un laberinto, pues en Porton Down se conoce la sustancia neurotóxica Novichok desde 1998, e inclusive actualmente poseen ejemplares del A-234.
Sin embargo, los especialistas de este laboratorio militar no lograron identificar exactamente la sustancia usada en el caso de Skripal y concluyeron que era un "agente nervioso de clase 'Novichok' o una sustancia relacionada con este agente", es decir, que no saben a ciencia cierta si es o no Novichok y por eso no presentan pruebas de ninguna clase.
En resumidas cuentas, Porton Down no aclaró nada, pero esto no impidió al Gobierno británico, por medio de su secretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, declarar que posee datos que indican que "Rusia no solamente estuvo investigando durante los últimos 10 años el uso de agentes nerviosos para usarlos en asesinatos, sino que estaba produciendo y almacenando el agente Novichok".
Así, sin pruebas concretas ni estudios científicos, Rusia fue acusada de ser un país paria que practica deliberadamente asesinatos de sus enemigos usando la sustancia neurotóxica Novichok.
A nadie le interesó que el laboratorio Nukus en Uzbekistán, donde en los años 80 hicieron experimentos con este agente nervioso, fuera desmantelado hace 18 años con la ayuda de los científicos, y que los experimentos con Novichok se están haciendo ahora tanto en EEUU como en el Reino Unido, en Porton Down, al igual que en muchos otros países. Pero para los medios de comunicación europeos y estadounidenses, instruidos por sus respectivos 'Estados Profundos' y que están convenciendo a sus pueblos de que Rusia representa un peligro permanente, que fue el Kremlin quien orquestó el Brexit y que posteriormente influyó en las elecciones en EEUU, estos hechos no tienen ninguna importancia.
El caso Skripal ha sido utilizado deliberadamente como un excelente pretexto para distraer la opinión pública británica, europea y estadounidense, con un incremento del fervor antirruso.
Mientras tanto, nadie sabe hasta ahora qué fue realmente de Skripal y de su hija, que trabajaba en la Embajada de EEUU en Moscú y se movía libremente desde el 2010. Nadie sabe si están vivos o muertos, nadie los ha visitado, no hay fotos ni informes médicos, ningún periodista ha tratado de llegar hasta ellos, ni tampoco ningún diplomático ruso o de otros países han logrado verlos, pese a que padre e hija conservan su nacionalidad rusa.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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