EN GALERÍAS: Marcelo Pogolotti, ese contemporáneo
Escrito por
Yuris Nórido/CubaSí
El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe la exposición «Marcelo
Pogolotti: vanguardia, ideología, sociedad», que reúne más de cuarenta
obras del reconocido pintor y escritor cubano.
Marcelo Pogolotti sigue siendo nuestro contemporáneo. En las
vanguardias cubanas (vanguardias hasta cierto punto tardías) fue una
figura polémica y distintiva. Su obra no se regodeó solo en
realizaciones estéticas, en renovaciones formales: apostó siempre por el
compromiso social, por la dimensión ética del ejercicio creativo.
La muestra que exhibe el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 21 de mayo es testimonio de la evolución del artista: desde las piezas que lo dieron a conocer (en las que pugna sin sobresaltos cierta avidez por romper moldes) hasta las obras de su absoluta madurez.
En El intelectual (1937), al decir del curador de la exposición, Roberto Cobas, Pogolotti supo integrar vanguardia y clasicismo, en un diáfano y contundente alegato sobre las disyuntivas y los temores de los pensadores y artistas en una época convulsa: los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Evasión es una metáfora hermosa y no menos reveladora: la mujer pretende escapar de la opresión del contexto «sumergiéndose» en el mundo idílico y fantasioso del arte, de cierto arte.
Francamente, no eran idílicos los paisajes que solía evocar Pogolotti. Estaban planteados los conflictos y las amenazas de la sociedad capitalista: de un lado los obreros, los trabajadores (con sus demandas y sus reivindicaciones); del otro, el armazón opresivo de las fábricas y los cañones. Hay casi siempre tensión en los conjuntos, más allá de la esencialidad del trazo y la sobriedad del color.
No todos comprendieron ni valoraron los aportes de Pogolotti, a pesar de que fue acogido como uno más por los futuristas italianos (de los que después se distanció, en los albores del fascismo, cuando el artista se reafirmó en sus posiciones progresistas).
Algunos consideraron que en sus piezas no cristalizaba «lo cubano». Ciertamente, el espíritu parece más universal, alejado de marcas folcloristas, del imperio tropical.
Pero las obsesiones de Pogolotti no eran presa de modas: se sustentaban en una reflexión seria y profunda sobre las responsabilidades del artista, un ejercicio intelectual que iba más allá de la pintura, de las artes visuales. Otra exposición, «Marcelo Pogolotti, del pincel a la pluma», en el Centro de Información del Museo Nacional de Bellas Artes, recoge parte de su creación literaria.
A los 36 años, Pogolotti perdió la vista, pero ese no fue el fin de su creación. Escribió artículos, ensayos y cuentos; dictó conferencias, hizo programas de radio con clara vocación formadora y cultural.
No en vano a Marcelo Pogolotti se le reconoce por la integralidad de su legado. A casi 30 años de su muerte, el Museo Nacional de Bellas Artes ofrece esta amplísima muestra de un quehacer que trasciende su época. Marcelo Pogolotti sigue hablándonos del aquí y del ahora
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