Costo: $10 mil millones; el de la realeza árabe: $6 mil millones
El nuevo avión presidencial, más caro que el de un príncipe
saudí
Una
decisión de Estadojustifica la adquisición de la aeronave
Se ha informado que la nave que se comprará será usada a
partir de 2015Foto La Jornada
Juan Fernando Aguilar *
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 5 de agosto de 2012, p. 8
Domingo 5 de agosto de 2012, p. 8
El transporte aéreo de los jefes de Estado o de gobierno ha sido un
tema controvertido casi desde su existencia. Cuenta la leyenda que el primer
presidente de México que abordó un avión fue Francisco I. Madero. No se sabe si
para transportarse o para divertirse, pero hay una foto que parece confirmarlo.
Con toda seguridad, el mártir de la democracia mexicana jamás se imaginó que
pasada una centuria y en seguimiento de su tradición, el actual gobierno de
nuestro país compraría una nueva nave presidencial a un costo nada más y nada
menos que de 750 millones de dólares, casi 10 mil millones de pesos.
El uso de las aeronaves imperiales, reales, presidenciales o gubernamentales
no ha sido nunca un capricho, sino una necesidad, como lo demuestra la historia
del transporte: desde los tiempos más remotos los líderes, libertadores o jefes
de Estado se han transportado en vehículos o sobre bestias siempre especiales y
fuera de lo común. Así, Ciro, Xerxes, Alejandro Magno, Julio César, el Cid,
Napoleón y todos los de su linaje se desplazaban sobre caballos tan célebres
como Bucéfalo, Babieca y Vizir, o poseían carruajes siempre tirados por los
mejores ejemplares, ya fueran equinos, o paquidérmicos por ejemplo, y los
emperadores chinos así como muchos dignatarios y ricos europeos –en émulo de
poderosos de todas las épocas– eran llevados en palanquines hasta el alba del
siglo XIX. Quién no recuerda la enorme embarcación fluvial que el príncipe de
Táuride, Gregorio Potemkin, mandó construir para la emperatriz, su ex amante y
patrona, Catalina II de todas las Rusias, cuando la llevó a tomar posesión de su
nuevo territorio de Crimea sobre el río Dniéper, en torno al que cambiaba el
paisaje con aldeas de utilería que se transportaban por la noche para la mañana
siguiente, y la soberana observara la prosperidad de sus tierras.
Así fue durante siglos y sigue siendo el transporte de los jefes de Estado.
Éste no es ni debe ser el mismo que el del ciudadano común, por muchas razones:
seguridad, comunicaciones, eficiencia, aprovechamiento del tiempo y eficacia en
la ejecución de las decisiones de Estado y de gobierno, hasta protocolo, entre
otras.
Aunque la leyenda cuenta que Madero fue el primer presidente mexicano en
funciones que se transportó en avión, la verdad es que el transporte aéreo
presidencial mexicano llegó al final de los años 30. Así, el tren presidencial
dejó de ser el modo de transporte principal del presidente de la República en
los años 50.
De entonces a la fecha, la Presidencia de México ha contado con un sinnúmero
de aeronaves de todos tipos y nacionalidades que han servido eficientemente a
más de una decena de presidentes. El Estado Mayor Presidencial es el encargado
de operar y mantener la flota aérea del jefe del Estado y cuenta con aeronaves
aptas para todo tipo de servicios: helicópteros para distancias cortas y sin
usar un aeropuerto; de mediano alcance y de capacidad reducida para viajes de
corta duración en el vasto territorio nacional, así como un avión para las giras
de mayor importancia al interior del país o internacionales frecuentes en este
mundo globalizado.
La aeronave que hoy cumple esa función es un Boeing 757 adaptado para tareas
ejecutivas que adquirió el gobierno de México durante la administración de
Miguel de la Madrid, en 1986, pero fue puesto en servicio hasta 1988. Este avión
esperó casi un año en Estados Unidos, porque el presidente no se atrevió a
traerlo por temor a la crítica de estrenar una nave modernísima y eficiente en
una circunstancia negativa de la economía nacional. Hubo de esperar un
casi-accidente: cuando el presidente y buena parte de su gabinete se
transportaban a bordo del entonces avión presidencial principal, un viejo Boeing
727 –el TP01–, de tres turbinas, en un vuelo de apenas 58 kilómetros entre
Cozumel y Cancún, casi en línea recta porque las pistas de ambos aeropuertos
están más o menos alineadas.
Al despegar de Cozumel falló una turbina. Dos minutos después falló una
segunda turbina. Fueron instantes de sonidos y sensaciones de pérdida de
potencia que pudieron percibir los pasajeros. Gracias a la pericia y habilidad
de los pilotos militares, la aeronave llegó pocos minutos después a Cancún, tras
volar la corta distancia con una sola turbina. Ya en suelo firme, todos sanos y
salvos, el presidente ordenó al jefe del Estado Mayor Presidencial:
Que traigan el avión nuevo. Aquello fue en 1988, hace 24 años
Hace apenas unos días se dio a conocer que la Secretaría de la Defensa
Nacional pretendía sustituir el actual avión presidencial, ese 757 que llegó en
1988. La nueva aeronave, se dijo, debe ser de altísima tecnología, con un costo
de casi 10 mil millones de pesos. Se sabe en todo el mundo que no existe un
avión comercial o ejecutivo con ese precio, incluido el que usa el señor ruso,
Putin, un Illyushin 96-300 del que se dice tiene llaves de oro puro y no de
chapa, en su lavabo personal.
Entre los aviones más caros del mundo, un botón de muestra. Hace unos tres o
cuatro años el fabricante aeronáutico europeo Airbus vendió lo que la industria
considera el avión privado más lujoso y costoso del mundo, un A380, que en su
versión comercial más simple, es decir, todos los pasajeros en clase económica,
puede transportar a 600 personas en un vuelo de 15 mil kilómetros. Este aparato
fue ordenado por el príncipe saudí Ibn Talal, y consta en el segundo piso de
cinco master suites con baño y regadera cada una y un baño turco revestido con
paredes de mármol de sólo dos milímetros para aligerar el peso. En la planta
baja cuenta con salas en las que se puede ofrecer un concierto o simplemente de
entretenimiento televisivo; tiene lujosísimos despacho, comedores, cocinas y
poltronas para una veintena de invitados. Eso sí, está equipado con asientos
normales para el personal de servicio, y en el compartimiento de carga pueden
transportarse dos automóviles.
Este portento del aire, que quede bien claro, tuvo un costo aproximado de 500
millones de dólares, es decir, algo así como 6 mil millones de pesos. Así que
afirmar que a la salida del gobierno de Felipe Calderón se pretende gastar 10
mil millones de pesos en un avión –algo así como 750 millones de dólares– suena
como una barbaridad, o alguna otra cosa.
El pasado 30 de julio, el gobierno federal, a pesar de las acres críticas al
sobreprecio, aprobó la compra del nuevo avión presidencial que será usado se
dice que a partir de 2015 para las giras internacionales del jefe del Estado
mexicano.
Se trata de decisión de Estado, se argumentó.
La nave de marras sería un Boeing 787, cuyo precio de lista en su versión
comercial anda por los 320 millones de dólares, frente a los 250 de su
competidor el Airbus 350, o los 200 millones del actual A330.
Esta compra deberá dar muchas respuestas a un sinnúmero de preguntas, entre
las que se destacan: ¿el Ejecutivo mexicano necesitaría un avión como el del
príncipe saudí o del mandatario Putin? ¿El costo financiero de la compra es tan
alto que casi dobletea el precio de la competencia que tiene un Airbus A380
privado? ¿Se estará haciendo manita de puerco a alguien para pagar esa
estratosférica cantidad? ¿0 es que simplemente estamos llegando al ocaso del Año
de Hidalgo?
Ojalá que los expertos en aeronáutica militar y civil de nuestro país tomen
la buena decisión y asesoren correctamente en esa compra que de suyo es
sumamente importante.
* Analista de aviación con 25 años de experiencia
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