El amor no existe, es un invento en las noches de borrachera: Chavela
"Quiero morirme un martes para no fregarle el fin
de semana a nadie. Los martes son muy aburridos".
Blanche Petrich
Publicado: 05/08/2012 14:28
Publicado: 05/08/2012 14:28
Guadalajara, Jal., 7 de junio. Lo que está sosteniendo a México,
asegura Chavela Vargas, "son sus indios, su gente fuerte. Y sus dioses están
pendientes, van a volver a reinar, fíjate que así va a ser. El gigante dormido
va a despertar. Volverán a reinar los grandes, los justos, los hombres de
verdad. Lo que empobrece al país, lo que hace a su sociedad conservadora e
hipócrita, es la pérdida de identidad".
Un ejemplo: "El saludo indígena que te pregunta ¿cómo está tu corazón hoy? se
está perdiendo. Ahora te dicen, ¿qué pasó güey?"
Ella, por ejemplo, que nació lejos del altiplano que ahora la alberga, lleva
sangre india en las venas. "No sé de dónde me viene, pero algo he de tener
porque lo siento".
Por eso en sus conciertos, además del jorongo rojo, porta un medallón de
chaquira que los huicholes le entregaron como símbolo de su reconocimiento como
chamana. Por eso interpretó el papel de una indígena de la Patagonia en la
película Grito de piedra, de Werner Herzog. Por eso cada vez que se
despide de un escenario ante un público que delira por ella, Chavela extiende
los brazos, levanta la mirada y declama, histriónica: "¡México, creo en ti!" Y
por eso recorre el mundo declarando su profundo amor por este país.
-¿Y México le corresponde, Chavela?
Titubea un poco: "Sí, me ha correspondido hasta donde puede, por el machismo.
Aquí me quieren. En España y en Argentina me adoran". De los grandes homenajes
que recibió en Madrid, en el Teatro Olympia de París, en el Carnegie Hall de
Nueva York, en el Teatro de la Opera de Buenos Aires, antes que en Bellas Artes
-un poco de olvido, un poco de desdén-, prefiere no hablar.
Porque ahora está de regreso, una vez más, lista para comerse al mundo. El
miércoles, en el teatro Diana de esta ciudad volvió a desplegar sus alas rojo y
negro y su voz única.
El fotógrafo de La Jornada le pidió: "Quisiera hacerle una
foto..."
Ella interrumpe, capaz de reírse de todo, sobre todo de sí misma: "¡Desnuda!"
Así es la señora Vargas, leyenda viviente de la canción mexicana, pies en la
tierra, dueña de una memoria que además de tener vivo el repertorio de su lírica
guarda, intactos, decenas de poemas de Federico García Lorca y Pablo Neruda.
Platicando de indios y de raíces, de la cima de los 88 años desde donde
contempla la vida, de sirenas y seres raros y de los tiempos idos, pasa la tarde
tibia en un jardín de Guadalajara, al día siguiente de un concierto apoteósico,
rodeada de amigas jóvenes, de niños que también son sus amigos y le llaman
Chavelonga.
Es reacia a tocar temas políticos aunque sí reconoce algo que le duele, "pero
mucho, mucho", precisamente hablando de indios y del lugar que todavía no tienen
en su país. "Lo inadmisible, lo que me preocupa de verdad, es que un niño muera
porque no hay dinero para que sus padres lo curen. Y eso sigue pasando
mucho".
Confiesa que esa mañana, después del concierto, al despertar, la depresión
acechaba al pie de la cama. "Y le dije ¡mangos! Tú a mí no me vas a llevar,
largo de aquí". Y se repuso.
-¿Qué necesita cada mañana para levantarse?
-Saber que ya amaneció y que tengo cosas que hacer. Pero si no me dan ganas,
no las hago. A veces me canso de luchar contra muchas cosas del mundo que no
puedo remediar. Pero cuando puedo remediarlas, lo hago. Busco una salida.
-Dicen que fue la primera mujer que le cantó una canción de amor a otra
mujer. ¿Qué precio pagó por su forma de llamar al pan, pan? ¿Con la
Macorina, por ejemplo?
-El arreglo de la Macorina es mío. Es una canción del siglo XVII; la
prohibieron en tiempos de la Colonia, porque consideraban indecente decir ponme
la mano aquí. A mí también me lo prohibieron. A los niños les apagaban el
tocadiscos cuando llegaban a las casas.
-¿Fue revolucionario en su momento cantar sin eufemismos?
-Pues claro. Además, ¿a quién ofendo? ¿Quién se da por aludido? Los
hipócritas, pero esos están marcados, ya los conocemos. Si hubiera habido
Inquisición me mandan para allá. Yo tenía un coche convertible que me pude
comprar cuando empecé a trabajar, era una belleza, era un MG. Y me paseaba por
el Paseo de la Reforma en mi MG negro, con mi cigarro, y me gritaban cosas
espantosas: ¡puta, hija de la chingada, maricona! Me moría de la risa. Los
saludaba con un gran gesto ¡salud!
-¿Nadie le puso la rienda jamás?
-Nadie, jamás. Y por eso, moriré muy orgullosa. Quiero morirme un martes,
para no fregarle el fin de semana a nadie. Nada pasa en martes, son muy
aburridos.
-Tal vez sí se le haga...
-Tal vez. Todo se me hace. Yo no pido las cosas, las cosas llegan, me dicen:
¿me recibes? Y yo les contesto: sí, pasa.
-Dios es una presencia muy fuerte en muchas de sus canciones...
-Dios está metido en muchas letras de la canción mexicana. Hay cosas en las
que no creo, pero no las digo. Para que me meto en otra bronca más de las que ya
estoy metida. Estoy en paz y respeto mucho las cosas de la religión. Eso es
privado.
"A veces me tocan la puerta de la casa y es una musa, o un ser raro. Cuando
vivía a la orilla del mar, en Veracruz, amanecían escamas de pescado en el marco
de la ventana. Me decía la criada: amaneció lleno de escamas. Yo le decía: son
las sirenas que estuvieron aquí anoche. Llegaban y me contaban muchas cosas muy
hermosas. Que sí conocían a Alfosina, que por ahí anduvo. Un día me invitaron a
irme al fondo del mar a tomar una copa, pero no pude ir porque no bebo."
-La barca...
-...en que me iré lleva una cruz de olvido. Es una canción de uno de los
hermanos Sáizar, un compositor que era muy amigo mío. Esa canción se hizo en una
cantina. Lleva una cruz de olvido, lleva una cruz de amor y en esa cruz, sin ti,
me moriré de hastío. ¡Qué divina letra!
-¿Le llegó el momento, como al andariego, de sentir la calma y el
sosiego?
-Ey, junto a mi cruz tan solo quiero paz. No sé si el momento de la cruz,
pero si de las horas de sosiego. Llegará la hora de la cruz. Pero entre tanto,
no voy a estar tranquila. Me falta mucho por hacer. Me falta ver filmar la
última película de Pedro (Almodóvar). Por ahí hay una sorpresa para mí, con un
premio, pero no lo puedo decir todavía.
-¿Cómo se siente tener 88 años...?
-...¡Ah, Chihuahua, de la chingada!
-...Tener 88 años, con tanta fuerza, tanta lucidez, estar en tantos
proyectos.
-Sí tú, casi 90, creo que es una enfermedad nueva que no está de moda. Porque
a esta edad la gente se mete a los cuartos a rezar. Yo todavía me aviento a
hacer cosas locas. Si Herzog me invita a irme otra vez a la Patagonia, voy.
Tengo muy bien puestas las hormonas.
-El amor...
-...El amor no existe, es un invento en noches de borrachera. Cuando pasa la
borrachera se acabó el amor. El amor es muy complejo y muy baboso.
-¿Le ha dolido el corazón?
-Yo amo con el hígado. El corazón no tiene nada que ver con esto.
-La soledad...
-Nací con ella. Libertad es soledad. Libertad es pobreza. Así que no me
quejo. Prefiero estar sola y no tener dinero que estar atada.
-¿Qué le espera en la vida?
-Ahora tengo que dar cinco conciertos en España. Luego, tengo una invitación
a Rusia. Desde el verano está ese proyecto pendiente. Me están llamando con gran
insistencia. Es un concierto de tres generaciones de mujeres, María Bethania es
una, una cantante rusa es otra y la tercera soy yo.
-Los jóvenes van a sus conciertos...
-Eso es bellísimo. Yo hablo con jóvenes. Ellos sienten las mismas cosas que
sentía yo a su edad. Claro, ellos sí saben porqué les pasan las cosas, yo no
sabía nada. Se identifican mucho con La canción de las cosas simples,
de César Acella. Cuando yo digo: demórate aquí, con el sol mayor de este
mediodía, lloran, pero con un llanto diferente al amor corriente. Es casi un
sueño, una cosa rara. La música no tiene frontera, sexo, edad. Es o no es, te
toca el alma, te despierta cosas muy hermosas.
-Es muy fuerte...
-Ey.
-Pero también frágil...
-Mucho. Me desbarato. Pero no lo digo. Entre más desbaratada estoy, reacciono
con una fuerza brutal, sin una lágrima. Y no oculto esa parte de mi ser. Ni
presumo ni lo escondo. Yo soy lo que soy.
-¿Quién es Chavela Vargas en Costa Rica?
-Nadie. Porque los ticos son ignorantes. ¿Un país que no tiene ejército y le
declara la guerra a Irak? ¡Echamelo pa´cá! Ahí no tengo nada. Pero aquí en
México tengo a mis amigos. En Guadalajara, en Tepoztlán. No carezco de nada.
-¿Lamentas sus años de parranda?
-No, yo era una vieja borracha. Fueron años simpatiquísimos, con José Alfredo
Jiménez, que era el enamorado de todas las mujeres del mundo y me llevaba a
darles serenata y al final de la noche se le descomponía su coche y yo lo tenía
que empujar. Pero me estaba diciendo el doctor la semana antepasada: qué hígado
más perfecto tengo. No me lo explico, es un hígado que se tomó 40 mil copas.
-No habla mucho sobre cómo salió del alcohol, de cómo se rehabilitó...
-Con muchos ovarios. Esa fue la batalla más dura de mi vida. El primer día
que dejé de beber y empecé a sudar (Chavela se pasa las manos por la cara, como
si reviviera las sensaciones terribles de la abstinencia) me estaba muriendo, y
sin un quinto para comprar una vitamina. Y yo decía: tengo que salir de esto.
Sola. Sola me aventé la eterna cruda. ¡Y salí! Tengo 25 años sin probar copa. Y
soy el ser más feliz.
Texto publicado el 8 de junio en La Jornada
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