Bajo la Lupa
De la primavera árabe al verano islámico: en medio de la
emergente tripolaridad global (EU, Rusia y China)
Alfredo Jalife-Rahme
El presidente sirio, Bashar Assad, y su ex ministro de
Defensa, Dawoud Rajha (derecha), durante una ceremonia por el aniversario de la
guerra árabe-israelíFoto Reuters/Sana
La pésimamente bautizada primavera árabe por los multimedia
propagandísticos occidentaloides –que denominé La revolución del jazmín (Ver mi
libro: Las revoluciones árabes en curso: el detonador alimentario
global, 2011, ed. Orfila)– se ha metamorfoseado en el verano
islámico, poco más de un año después, con el irresistible ascenso de la
triada sunnita: 1) Hermanos Musulmanes (apoyados por Estados Unidos, Gran
Bretaña y la OTAN, que incluye a Turquía), 2) salafistas –integristas coránicos,
apoyados por Arabia Saudita y Qatar, miembros prominentes de las seis
petromonarquías árabes del Golfo Pérsico–, y 3) Al Qaeda, presuntamente
apuntalada por la CIA/
Al-CIA(ver Bajo la Lupa, 29/7/12).
En la conclusión de mi libro preví, con rigor (24/10/11), la
caída de las repúblicas tiránicas, la consolidación de las petromonarquías, la eclosión del sectarismo, el auge de los Hermanos Musulmanes y el acecho de Al Qaeda/salafistas, escenario que se abate con todo su furor en Egipto, Siria, Irak y Bahrein.
El predominio sunita es avasallante: prácticamente 85 por ciento, tanto en la
Organización de la Cooperación Islámica (OIC, por sus siglas en inglés), de 57
países, como en la Liga Árabe, de 22 países, sin contar la RASD (también
sunita), que reconoce la Unión Africana. En ambos, la OIC y la Liga Árabe, el
chiísmo, tanto árabe como no árabe, oscila minoritariamente entre 10 y 15 por
ciento, con excepciones fulgurantes, donde goza de amplia mayoría en países
árabes (Bahrein, Irak y Líbano) y no árabes: la persa Irán. En Yemen se da
prácticamente un empate técnico entre sunitas y chiítas.
A mi juicio, como destacan al unísono otros geopolitólogos, detrás de la
guerra civil en Siria se encontraría el objetivo primordial de golpear a Irán y
librar una
guerra de baja intensidadde EU, GB y OTAN contra Rusia y China (ver Bajo la Lupa:
Fase pos Bashar: guerra de baja intensidad de EU contra Irán, Rusia y China, 22 y 29/7/12).
Por lo pronto, en el verano islámico emergen vencedores, grosso
modo, los Hermanos Musulmanes, y vuelven a perder los cristianos (Irak,
Egipto y Siria), a punto de ser avasallados y/o expulsados de todo Medio
Oriente.
Dígase lo que se diga, Estados Unidos avanza su proyecto regional con
objetivo global, acoplado (por ahora) con Turquía: promover a los Hermanos
Musulmanes en todo el mundo árabe para desestabilizar las importantes
poblaciones islámicas del RIC (Rusia, India y China).
En forma decisiva, los Hermanos Musulmanes han obtenido la presidencia de
Egipto, país paradigmático del mundo árabe: primera potencia militar y décima en
el ranking mundial; 25 por ciento del total y su primera potencia
cultural.
En forma ominosa, tanto en Siria como en Irak, Al Qaeda ha penetrado
preponderantemente a los rebeldes sunitas (NYT, 30/7/12, y la Red
Voltaire, 26/7/12), lo cual mancilla los legítimos reclamos de los
contestatarios.
No se pueden soslayar las consecuencias globales y regionales de un probable
colapso del régimen de Bashar Assad (apuntalado hasta donde resista por Rusia y
China), cuya cabeza es exigida por EU, GB y la OTAN, al unísono de Turquía,
Qatar y Arabia Saudita.
Con la caída del alawita Bashar, la teocracia jomeinista de Irán sufriría un
severo golpe geopolítico, ya que el
creciente chiíta–que va desde el occidente de Afganistán hasta la parte oriental del mar Mediterráneo– se vería fracturada en Siria: desconectada de Hezbolá (mayoría chiíta de Líbano) y Hamas (en Gaza, cuyo sunismo es muy cercano a los Hermanos Musulmanes de Egipto y Siria), así como de Irak (mayoría chiíta árabe y con óptimas relaciones con la persa Irán).
A mi juicio, desde la primavera árabe hasta su metamorfosis en el
verano islámico se ha asentado y acentuado el
nuevo orden tripolar global, de corte geoestratégico, que desplaza subrepticia y gradualmente el mortinato
orden hexapolar, de corte economicista: taxonomía tanto de un servidor –BRIC (sin Sudáfrica) + EU + Unión Europea (UE)– como del geoestratega Zbigniew Brzezinski, quien coloca a Japón en lugar de Brasil.
Hoy, lamentablemente, la UE se ha desvanecido, tanto desde el punto de vista
geoeconómico como geoestratégico, cuando los otros tres actores cupulares
(Estados Unidos, Rusia y China) han eclipsado la emergencia de India y
Brasil.
Rusia y China favorecen el orden mundial en transición de la unipolaridad a
una multipolaridad que en realidad es tripartita (EU, Rusia y China): los tres
supremos jugadores, cuando el G-20, como tal, padece catatonia y la eurozona se
extingue a fuego lento, mientras Rusia y Alemania profundizan sus relaciones
gaseras y tecnológicas.
Se trata de una tripolaridad geoestratégica más que multipolaridad, sin una
guerra de por medio, que favorece la evolución de las caducas instituciones a
nuevas por formarse: un G-20 todavía disfuncional; el BM donde existió acuerdo
Estados Unidos-Rusia por la elección de un presidente estadunidense de origen
sudcoreano; el FMI, corto de capitales, donde gradualmente China amplía su cada
vez más valiosa participación.
En la cúpula de la tripolaridad geoestratégica existen muchos traslapes y
acuerdos, pero también desacuerdos notables.
EU y Rusia no están peleados, como abultan las primitivas mentes maniqueas y
lineales condicionadas, sino compiten por sus respectivas esferas de influencia
cuando se acaba de gestar un acuerdo seminal por la explotación del
superestratégico Ártico entre las petroleras rusas con ExxonMobil y la expulsión
estruendosa de BP.
Sucede algo similar con China y sus altibajos sadomasoquistas con EU cuando
la banca china acaba de ingresar a Estados Unidos por la puerta trasera y a
Latinoamérica por el pórtico principal.
En el caso de Siria e Irán, se están delimitando las respectivas esferas de
influencia de la tripolaridad geoestratégica, como se reflejó en la cumbre de
Los Cabos entre Obama y Putin, donde quedó sellado el acuerdo sobre el régimen
de transición sirio. Leáse:
sueltan–para no decir, el acuerdo cupular tripolar geoestratégico con anuencia regional– a Bashar con maquillajes en el establishment sirio, que pasaría del binomio alawita-sunita al control depurado sunita con el ascenso del general Manaf Tlass, hipótesis que me atreví, primero en el mundo, a lanzar en CNN y en Proyecto 40, la cual está resultando viable para las partes antagónicas.
Muchas interpretaciones de corte occidentaloide se han quedado paralizadas en
la nostalgia del caduco orden unipolar de Estados Unidos, que se está colapsando
aceleradamente, como denotan los graves escándalos financieros a los dos lados
del Atlántico norte.
A mi juicio, nos encontramos ante un
nuevo orden tripolargeoestratégico que no se atreve a pronunciar su nombre: con el temor fundamental de Estados Unidos, que busca como sea contener a China. De ahí se desprende la gran inestabilidad mundial producto de las derrotas militares estadunidenses en el
gran Medio Orientey del doble ascenso de Rusia y China.
Como la teoría de juegos de Von Neuman, el orden tripolar es muy inestable
por la presencia de tres jugadores cupulares cuando Estados Unidos pretende
seducir tangencialmente a Rusia y se centra diáfanamente en
contenera China a como dé lugar.
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