martes, 31 de julio de 2018

Ciudad perdida
Chantaje en aras de la pluralidad // Interés malsano de los perdedores
Miguel Ángel Velázquez
 
Bueno, como que ya basta con eso de que el nuevo gobierno debe ser plural, de que los equilibrios son necesarios y para que sea democrático tiene que repartir el poder.
Claro que todo esto quiere decir que hay un grupo de perdedores inteligentes que busca la forma de convertir la desgracia electoral en una negociación gananciosa, y para ello tiene en su poder los medios, principalmente de comunicación, desde donde se pretendería orientar la razón de gobierno para que pudiera colarse.
Claro que no es criticable que cada quien busque la forma de sobrevivir al terrible impacto del hastío transformado en voto, sobre todo cuando se está del lado de los impactados, pero lo que no se vale es la recurrencia constante a la mentira y el engaño, que se usan como la mejor fórmula democrática para evitar que los cambios que exige la democracia les sean contrarios.
Se han olvidado, que eso quede claro, de que la orden viene de las urnas y que el gobierno entrante quiere seguir los dictados de eso: del voto, de las urnas, y que allí en las urnas, en la forma que ellos, los críticos de hoy, han advertido como la democracia pura, nadie pidió que el poder se repartiera.
La gente votó en favor de López Obrador, pero de ninguna forma dijo que ese voto estaba condicionado al reparto del poder, que para que fuera democrático tenía que contagiarse de otras formas del pensamiento que el voto claramente rechazó: Nada con la derecha, dijeron las urnas, pero la orden se pretende dejar de lado en favor de un equilibrio sin sustento que no supone más que confusión.
Ya basta de esas ideas que no deben obrar en favor de un mandato que claramente expresó su voluntad, y sólo confió el timón del gobierno a la idea que expresó Andrés Manuel López Obrador, la que promete trabajar en favor de un mejor equilibrio entre la población.
Así pues, basta de pluralidad cuando esa forma lo único que anuncia es confusión, el acomodo malsano de los intereses de quienes perdieron la elección. Y es que sí, hablar de la pluralidad que se advierte como señal democrática es hablar de contagiar al gobierno de formas que se rechazaron en las urnas.
Guste o no, la elección dejó en claro que las formas de gobierno pasadas no tienen cabida en la idea de reconstruir al país desde la plataforma que ordena el voto y que no tiene titubeos; marca a López Obrador como el hombre que tiene en sus manos la transformación del país en un campo de vida sin los terribles abismos de desigualdad que hoy ocurren.
Está en manos de López Obrador desoír todas esas voces que le dicen que su gobierno no será democrático si no reparte el poder a los perdedores, porque lo primero que debe recordar, lo que siempre debe recordar, es que el voto que le dio el triunfo no contempló hacer un gobierno chilaquil donde todo quepa. En los pasados 30 años hubo un proyecto de gobierno que ya fracasó; volver sobre sus pasos es ir nuevamente por el sendero del fracaso.
De pasadita
El gobierno de José Ramón Amieva Gálvez, que en muy poco tiempo se ha ganado la voluntad de muchos y que no entiende de venganzas ni de sinrazones, dejará en manos de la administración que viene la decisión de construir o rechazar la planta de termovalorización que se ha planteado como solución al problema de la generación de basura y para conseguir energía eléctrica a precios bajos. La decisión está tomada: no habrá tal planta hasta que lo autorice el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo. Esa es la idea.

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