viernes, 30 de octubre de 2015

La estatua de Néstor Kirchner en la sede de la UNASUR

El legado de la dinastia Kirchner: más luces que sombras

© Foto: Luis Astudillo / Cancillería del Ecuador
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Francisco Herranz

Con las elecciones presidenciales del 25 de octubre, Argentina ha entrado en una nueva era. No sólo porque es la primera vez en la historia del país que se necesita una segunda vuelta o 'balotaje' para conocer el nombre del próximo jefe del Estado.

También porque se cierra una etapa política muy definida que se conoce como el kirchnerismo, que se sitúa en el ala izquierda del peronismo. Es hora de hacer balance, sopesando los claros y los oscuros del legado K.
Los más críticos tienen una pésima memoria histórica. Ponen el acento en la situación actual para atacar un modelo económico que funcionó hace una década, justo cuando más tenía que hacerlo. Los adversarios de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner agitan el alto nivel de inflación y la restricción bancaria, pero se olvidan de que precisamente fueron las políticas de su difunto marido, Néstor Kirchner, las que sacaron a Argentina del pozo negro sin fondo en el que estaba sumida. Era una crisis política, económica y social sin precedentes desde el fin de la dictadura militar. ¿Acaso no lo recuerdan?
La presión de los tenedores de la deuda externa, sumada a la desconfianza del sistema financiero, había desembocado en la instauración de una serie de restricciones que implicaban el congelamiento de los fondos depositados en los bancos. Había nacido el famoso "corralito" que se prolongaría prácticamente un año. Esta tremebunda decisión abrió la caja de los truenos entre la población hasta tal punto que los saqueos y el vandalismo provocaron 27 muertos y más de 2.000 heridos por todo el país. Era el 19 de diciembre de 2001. Un día después, el presidente Fernando de la Rúa decretaba el estado de sitio y abandonaba Casa Rosada en helicóptero temiendo sin duda que fuera linchado si dejaba el edificio a pie o en auto. La situación era tan convulsa que hasta estuvo en discusión la integridad misma de la nación.
Ése era el país que había heredado Néstor Kirchner en 2003, consecuencia de las fuertes medidas de austeridad propuestas por el Fondo Monetario Internacional, adoptadas por el neoliberal Carlos Menem, medidas que en lugar de permitir que el país creciera más, terminaron por estrangular la debilitada economía, haciendo imposible que pagara los intereses de la deuda externa.
Kirchner era un desconocido, pero estaba bien preparado como gestor. Había desempeñado toda su carrera en la sureña provincia de Santa Cruz, su lugar natal, donde se desempeñó como gobernador durante más de 10 años, con tres mandatos consecutivos.
Nadie discute que supo salir de la crisis y entrar en la senda del crecimiento en muy poco tiempo. ¿Cómo lo logró? Mantuvo la devaluación del peso argentino iniciada por su antecesor transitorio, Eduardo Duhalde, lo que aumentó la competitividad en el exterior de los productos nacionales. Fomentó la exportación de materias primas en el preciso momento en que aumentaban los precios mundiales y el dólar se depreciaba. Gracias a sus ingresos récord por la exportaciones de productos agrícolas a China, la economía creció a tasas anuales del 9 por ciento. Es lo que la prensa local llamó el ciclo de "la soja y la suerte".
El pago y la quita de la deuda externa también representaron otro éxito de la gestión de Néstor Kirchner. Tras el anuncio por sorpresa un mes antes, en enero de 2006 canceló de forma anticipada —dos años antes del vencimiento- el préstamo contraído con el FMI que ascendía a 9.810 millones de dólares. Para ello utilizó las "reservas de libre disponibilidad" del Banco Central. El organismo emisor bancario argentino había visto crecer el superávit fiscal hasta los 27.000 millones de dólares, gracias a la suspensión de pagos de la deuda externa (default), la congelación de tarifas en sectores estratégicos por orden directa del Gobierno y la devaluación drástica de la moneda nacional con respecto al billete estadounidense que había pasado de la paridad a casi 4 a 1.
La cancelación anticipada de la deuda con el Fondo Monetario Internacional supuso la recuperación de autonomía en materia económica además de un ahorro en el pago de intereses cifrado en 842 millones de dólares.
La renegociación de la deuda externa se hizo a cara de perro durante 2003 frente al FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y a otras organizaciones financieras multilaterales. Finalmente en 2005, el equipo de Néstor Kirchner consiguió el 75% de quita de deuda, el mayor porcentaje de quita en la historia económica internacional. La reestructuración de 62.000 millones de dólares involucró a más del 70% de los acreedores. Los 'fondos buitres' que no entraron en ese canje siguen dando quebraderos de cabeza pues llevaron el asunto a los tribunales y un magistrado federal de Estados Unidos les dio la razón en 2014 para que pudieran buscar compensaciones en activos financieros argentinos repartidos por todo el mundo.
También se puede recordar su política en la cuestión de derechos humanos. Néstor Kirchner luchó contra la impunidad, apostando por la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y la reanudación de los juicios contra los genocidas de la última dictadura. Por eso más de 500 ex militares fueron condenados desde entonces.
O los avances en el aspecto social, con la aprobación de planes y ayudas como la Asignación Universal por Hijo (AUH), un programa de seguridad social que abona por cada hijo menor de 18 años (o sin límite de edad si es discapacitado) a las familias más desfavorecidas. Este proyecto, obra de Cristina, su esposa y heredera política, fue en su momento defendido por todos los partidos políticos.
Asimismo es indiscutible los avances que se consiguieron en lucha contra el paro y la pobreza. Cuando Néstor asumió la Presidencia, se encontró con una tasa de desocupación del 27% que logró reducir a un dígito durante su mandato. Los índices de pobreza también bajaron del 42,7% al 16,3% en el primer año de los cuatro que presidió al país.
"No fue magia". Ése el eslogan que repite la presidenta como si fuera un mantra. Fue fruto de una política de Estado coherente que priorizó el 'know how' nacional en sectores estratégicos como la industria espacial. El aporte de recursos humanos y financieros tuvo su merecido retorno. Hace ahora un año, el 16 de octubre de 2014, se puso en el espacio el primer satélite geoestacionario argentino, el Arsat-1, que ofrece servicios de telecomunicaciones al mercado latinoamericano. Y hace unos días le tocó el turno al Arsat-2. Eso significa que Argentina es el único Estado de América Latina —por delante de Brasil- que ha logrado fabricar satélites geoestacionarios de telecomunicaciones, en otras palabras, representa todo un hito tecnológico que supone su entrada en un club selecto de países altamente cualificados: Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Israel, India y la Unión Europa.
Sin embargo, para hacer honor a la verdad, no todo ha sido de color de rosas en esta década K. La plaga de la corrupción no ha cesado, salpicando a todos. Y tampoco han beneficiado la exaltación de la figura del fallecido Néstor Kirchner ni la ralentización del crecimiento económico en China. Se han cometido errores y ahora toca sacar al país de la recesión.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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