domingo, 27 de mayo de 2012

Bajo la Lupa
La disputa de Washington y Pekín por el mar del sur de China
Alfredo Jalife-Rahme
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Trabajadoras limpian lichis en un mercado de venta al mayoreo en Haikou, en el sur de ChinaFoto Xinhua
La línea de nueve segmentos (Nine-dashed line) del mar del sur de China, una de las principales fracturas tectónicas del planeta, forma parte conceptual de la sesión plenaria que conduzco mañana sobre La situación geoeconómica y política militar de China en el primer Congreso Mundial de Excelencia Científica en la UAM-Xochimilco.
El gigante chino (cuarta dimensión territorial del planeta), de no ser por una reducida salida al mar en su parte oriental –donde descuellan el mar Amarillo (380 mil kilómetros cuadrados), el mar del este de China (un millón 249 mil km2) y el mar del sur de China (3 millones 500 mil km2)–, sería prácticamente un país cercado por las fronteras de 14 (sic) países que no necesariamente son amigables.
La vastedad del mar del sur de China va desde Singapur/estrecho de Malaca, hasta el estrecho de Taiwán: ambos puntos superestratégicos.
En el mar del sur de China se genera 10 por ciento de la pesca global, atraviesa la tercera parte del tránsito mercantil del planeta (5 millones de millones de dólares) y ostenta pletóricas reservas de hidrocarburos, hoy en litigio con seis países ribereños (sin contar Taiwán): Filipinas, Malasia, Brunei, Indonesia, Singapur y Vietnam.
David Lague, de la agencia británica Reuters (25/5/12) –proclive a la balcanización ajena y al apotegma geopolítico anglosajón de divide y vencerás–, afirma que EU, quien reclama intereses nacionales (¡supersic!) en el mar del sur de China, incrementó “su presencia militar en la región como parte de su estrategia pivote en Asia, después de más de una década de guerras en Irak y Afganistán” (Bajo la Lupa, 4 y 18/12/11 y 4/1/12).
Lague señala que EU “recién completó ejercicios navales con Filipinas cerca de la arena Scarborough (Scarborough shoal), conocida en mandarín como Huangyan island”.
En efecto, EU intensifica sus ejercicios navales desde Medio Oriente pasando por el mar del sur de China hasta Europa (despliegue de su controvertido escudo misilístico).
Curiosamente, fue el gobierno nacionalista chino, antes de su derrocamiento por el Partido Comunista, quien publicó la muy sui generis línea de nueve segmentos, de forma cóncava en U, que comprende su reclamo territorial de 90 por ciento del mar del sur de China.
A mi juicio, el factor Taiwán alteraría la delimitación marítima de 200 millas (y su zona económica exclusiva) tanto por su probable reincorporación como por su lejana secesión.
Ergo, el asunto delicadísimo del futuro de Taiwán, a quien EU abastece peligrosamente con armas modernas, se encuentra en el corazón de la resolución integral del contencioso del mar del sur de China: asunto de vida y muerte para el Partido Comunista que en estos momentos efectúa su transición de poder a una nueva generación, en medio de la purga asombrosa de Bo Xilal y la fuga rocambolesca del disidente ciego Chen Guangcheng.
La línea de nueve segmentos constituye una línea de seguridad marítima para China. Pensémoslo al revés: ¿qué sucedería si China, en la presente coyuntura ardiente, se sometiera simultáneamente a los reclamos, quizá legítimos, de todos los países ribereños, azuzados por EU? Pues sencillamente se suicidaría.
Lague considera que Pekín no tiene dificultad en producir evidencia histórica para sostener sus ligas territoriales a muchas islas y arrecifes, atributos que EU intenta desmontar y desmitificar.
Para el gobierno chino Scarborough –en disputa con Filipinas– forma parte de la línea discontinua en nueve segmentos, así como las islas Paracel y Spratly, los dos grupos isleños más importantes en disputa en el mar del sur de China.
Lague comenta que China insiste poseer soberanía sobre los grupos de islas, pero todavía no especifica cómo intenta reclamar la mayor parte del resto de territorio dentro de la línea de nueve segmentos. Juzga que una de las razones de la falta de claridad (sic) de China es su adhesión, al unísono de los otros países querellantes (salvo Taiwán), a la Convención de la Ley de los Mares de la ONU (Unclos, por sus siglas en inglés), bajo cuyas provisiones, resumidas por Lague, un país con soberanía sobre una isla puede reclamar 12 millas náuticas de mar territorial, lo cual, en el caso de Scarborough –donde los chinos han explotado su pesca durante varias generaciones–, concedería ventaja jurídica a Pekín.
A mi juicio, lo aconsejable es que China y Filipinas, que disputan Scarborough, negocien sin intromisión de terceros. Pero tampoco hay que sucumbir a tanta ingenuidad geopolítica cuando el contencioso del mar del sur de China se ha vuelto un arma superestratégica en manos de EU para posicionarse (el pivote estratégico) y para sustraer sustanciales concesiones a Pekín.
Lo más anómalo es que EU no ha ratificado durante 30 años el Unclos, pero ahora insiste en aplicarla contra Pekín en el mar del sur de China (Chinadaily, 25/5/12).
A mi juicio, las desviaciones jurídicas de la Unclos comporta muchas deficiencias aleatorias, lo cual redunda con el cambio climático, como la definición precisa de la altura de una ola sobre la superficie de una isla y su habitabilidad (¿será el caso de la misteriosa isla Bermeja mexicana desaparecida extrañamente de los mapas por Zedillo?).
Otro problema es la congestión jurídica de la Ley del Mar del Tribunal Internacional de la ONU (Itlos, por sus siglas en inglés). ¿Cuál será válidamente aplicable para China o EU: Unclos o Itlos? Lague aduce que a China conviene el statu quo y la vaguedad definitoria, ya que si se conforma a las provisiones de Unclos, casi seguramente reduciría su territorio y expondría al gobierno a las críticas de los estridentes nacionalistas.
En caso alterno, si China maximiza la extensión de sus reclamos que incluyan todo o la mayoría del territorio dentro de la línea de nueve segmentos, sería difícil justificar bajo la ley internacional y antagonizaría a sus vecinos.
Los multimedia anglosajones prefieren balcanizar el mar del sur de China con el fin de perjudicar la seguridad nacional marítima de Pekín. EU puede provocar inmenso perjuicio a la imagen de China atizando el fuego del mar del sur de China con los otros seis países ribereños alebrestados. En los casos de Filipinas y Vietnam, EU ha conseguido empujarlos contra China. Hillary Clinton, secretaria de Estado, ha atizado las flamas y ha llegado hasta permutar lingüísticamente el Mar del Sur de China por el más incandescente mar occidental de Filipinas.
A EU conviene un abordaje multilateral del mar del sur de China para definir las fronteras que favorezcan sus intereses, más que los de los seis países ribereños.
A China beneficia una negociación bilateral: curiosamente el mismo abordaje que adopta EU en sus tratados comerciales con los impotentes países de América Latina (AL). ¿De qué se queja EU en el mar del sur de China, si hace lo mismo en AL? Así como EU maneja al mínimo vuelo de una mosca su seguridad nacional en cualquier rincón del planeta, ahora tendrá que acostumbrarse a la doctrina de los intereses vitales (core interests) de una China ascendente y cada vez más afirmativa.

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