La Jornada en Tijuana
José M. Murià
Prevalece en el centro de México la idea de que aquella frontera del noroeste, Tijuana en particular, sigue siendo una tierra bárbara en la cual se vive mayormente sin cultura y tratando de imitar cuanto es posible al sur de Estados Unidos.
Al hablar de su fuerza cultural, no sólo asimilando lo mejor de la cultura mexicana sino incluso generándose allá importantes expresiones que mucho valdría la pena que se tomaran más en cuenta por acá, suele suscitarse una cierta sorna perdonavidas, dando a entender que se supone que el entusiasmo de algunos por lo que en aquella tierra se hace es más bien resultado de una exagerada generosidad o de buenas amistades en aquellos parajes.Mucha gente, cuando recurre a su experiencia propia para sustentar su menosprecio, pierde de vista que habla de tres o cuatro lustros atrás y no tiene ni idea del impresionante desarrollo cultural que, con base en su pujante universidad pública (UABC) y una que otra privada, gracias al quehacer de mucha gente tanto inmigrada como ya nativa y, sobre todo, esa benemérita institución que es el Centro Cultural Tijuana (Cecut), el cambio de la vida en esa comunidad resulta impresionante.
De ahí que, al saber de los primeros pasos de un semanario que se llama La Jornada Baja California, lo primero que pensé es que ya nos habíamos tardado mucho…
En efecto, hace tiempo ya que, en diferentes corrillos, se lamentaba la ausencia de un medio de comunicación impreso imbuido del espíritu crítico de este periódico y de lo benéfica que ha resultado su expansión por todo el país, auxiliado con la suma de algunas páginas con información local, pero llevando básicamente todo lo que cotidianamente se publica en el Distrito Federal.
¡No! No es una insensatez que La Jornada haya hecho acto de aparición en una tierra fronteriza tan importante y productiva como Tijuana y demás municipios de la misma entidad. Al contrario, debemos presumir que pronto llegará a convertirse en un diario con toda la barba.
Prueba de que tiene de sobra con qué son los primeros tres colaboradores que acompañan a Mireya Cuéllar, su directora de allá, en la fotografía que se publicó en La Jornada de aquí el pasado 21 de abril. La propia Mireya es de incuestionable calidad, pero no desmerece el doctor Víctor Espinoza Valle, un académico estudioso de la política y la sociedad tan brillante como consistente. Él nació en Tijuana y ha residido fuera de ella sólo el tiempo justo para hacer estudios de posgrado y doctorarse dos veces: en la UNAM y en Madrid. No cabe duda de que Víctor, comprometido cabalmente con su tierra, es uno de los más fuertes puntales que mantienen en alto a El Colegio de la Frontera Norte (Colef) a pesar de su decaimiento de dicha institución en los últimos años.
¿Qué decir de Pedro Miguel, conocido de sobra por quienes han leído este periódico desde hace tiempo? Su presencia en dicho grupo es también alentadora, lo mismo que la de Julio Hernández López, quien además de conocer a fondo La Jornada comprende muy bien lo que es la frontera aquella.
Finalmente, cabe decir que el cobijo del Cecut, que vive una de sus mejores épocas, es un buen augurio, lo mismo que la nutrida asistencia que vio nacer La Jornada de Baja California.
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