Aunque a muchas personas, incluidos algunos expertos, les parece demasiado lento y farragoso el ritmo que han seguido los contactos entre Cuba y Estados Unidos para el restablecimiento de relaciones diplomáticas, creo que lo conseguido al cabo de estos cuatro meses transcurridos pasado ha tenido una intensidad casi de vértigo.
Y lo pienso porque debe tenerse en cuenta que se trata de hallar acuerdos trascendentales entre dos países que, por cinco décadas y media, apenas hablaron, mientras se trataban públicamente de enemigos políticos.
El propio anuncio por parte de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de que habían hablado y acordado restablecer las relaciones a nivel de embajadas, suspendidas desde 1961, fue por sí mismo un hecho histórico y conmovedor, hasta el punto de ser considerado por muchos medios como "la noticia del año".
Pero entre una voluntad política y una realización práctica como la que entrañaba y entraña este acuerdo, por supuesto que media —y se está viendo cada día- una enorme distancia: y no solo política, sino también en asuntos tan mundanos como que Cuba hallase un banco establecido en Estados Unidos dispuesto a llevar sus asuntos financieros en el país del norte, condición sin la cual no le es posible funcionar a ninguna sede diplomática, por más que el gobierno decida admitirla. Al día de hoy, según reportes que ya circulan, el hallazgo de este banco parece un hecho más cercano pero todavía no concretado, con las consecuencias que resulta fácil imaginar para el propósito buscado.
Sin duda la reciente Cumbre de las Américas de Panamá, marcada históricamente por la primera participación de Cuba en estos foros panamericanos y por el encuentro personal entre los mandatarios de la isla y de Estados Unidos, ha sido un acontecimiento relevante y revulsivo en el proceso iniciado el 17 de diciembre.
El solo hecho de que Cuba asistiera a esta Cumbre constituía una constatación del deshielo iniciado y, más aun, del nuevo contexto de relaciones políticas hoy existente en la región y entre varios de los países del área con Estados Unidos, como se ha repetido hasta la saciedad en estos días… Pero las conversaciones cara a cara entre funcionarios cubanos y norteamericanos de alto nivel, rematadas con el encuentro entre Obama y Raúl marcó un hito: varios apretones de mano entre los dos mandatarios nos hicieron sentir a muchos cubanos que veíamos algo así como un filme de ciencia ficción ubicado en los tiempos de Blade Runner… o más allá. Las declaraciones de ambos gobernantes, aferrados a sus posiciones fundamentales pero dispuestos a abrir todo un abanico de discusiones y posibles coincidencias, rematadas con los elogios de Raúl a la postura política y la honestidad del presidente Obama, constituye un paso de gigante en la reconstrucción de un puente que no fue transitado durante cincuenta y cinco años… porque de ese puente no habían quedado ni los pilares.
Quizás el acercamiento político más importante y concreto se produciría unos pocos días después de ese encuentro civilizado, casi amistoso, entre los dos gobernantes, cuando Barack Obama anunciara la exclusión de Cuba de la famosa lista de países patrocinadores del terrorismo en la cual había sido colgada por largos años, con todas las consecuencias previsibles por una decisión que convirtió a la isla, oficialmente, en un territorio "enemigo". Ahora, aunque no amigos, los vecinos ya no son tan enemigos, ¿no?
De este modo, mientras se dilata el anuncio de la apertura de embajadas en Washington y La Habana, lo cierto es que las aguas corren en diversos sentidos y el molino se mueve: el gigante Netflix y la poderosa Google han expresado su interés por penetrar el mercado de la televisión y las comunicaciones en la isla del Caribe. Otros muchos empresarios norteamericanos, por su lado, han comenzado a tantear las posibilidades de inversión en Cuba, teniendo en cuenta de que aun el bloqueo/embargo es una ley norteamericana vigente, pero escuchando al Ministro cubano para la Inversión Extranjera, que les habla de espacios por explotar y de las maravillas de la Ley aprobada por el parlamento cubano el pasado año, la cual procura atraer capitales foráneos a la economía de la isla. Con un ritmo más intenso llegan a La Habana periodistas y equipos realizadores de programas televisivos norteamericanos, en busca de la Cuba que fue, de la que es y tratando de imaginar la Cuba que vendrá para mostrarla a unas audiencias millonarias deseosas de saber más sobre el país que, de pronto, ha resultado estar mucho más cerca y asequible…
Y, junto a los hechos, corren los inevitables rumores (que tal vez no pasen de serlo), como el de un renacido interés de la empresa ronera Bacardí por acercarse a su patria de origen, el de la llegada de capitales cubano-americanos para sostener algunas de las pequeñas empresas privadas hoy admitidas en la isla o (el más comentado por los cubanos, pues se desarrolla en capítulos como las telenovelas) sobre la posibilidad de contratación de jugadores isleños de beisbol a través de los canales de la oficial Federación Cubana de este deporte, con lo cual se aliviaría la por ahora indetenible fuga de talentos de ese deporte hacia los circuitos profesionales norteamericanos, en los cuales algunos de ellos son recibidos con contratos de 50, 60, 70 millones de dólares.
El ritmo de las nuevas relaciones, que ha debido partir de una inmovilidad casi absoluta, resulta pues mucho más dinámico de lo que a simple vista puede parecer o de lo que muchos desearían, pero definitivamente, las cosas se mueven y todo movimiento genera energía… y confiemos que en esta ocasión sea positiva. Los cubanos la deseamos, la necesitamos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
El propio anuncio por parte de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de que habían hablado y acordado restablecer las relaciones a nivel de embajadas, suspendidas desde 1961, fue por sí mismo un hecho histórico y conmovedor, hasta el punto de ser considerado por muchos medios como "la noticia del año".
Pero entre una voluntad política y una realización práctica como la que entrañaba y entraña este acuerdo, por supuesto que media —y se está viendo cada día- una enorme distancia: y no solo política, sino también en asuntos tan mundanos como que Cuba hallase un banco establecido en Estados Unidos dispuesto a llevar sus asuntos financieros en el país del norte, condición sin la cual no le es posible funcionar a ninguna sede diplomática, por más que el gobierno decida admitirla. Al día de hoy, según reportes que ya circulan, el hallazgo de este banco parece un hecho más cercano pero todavía no concretado, con las consecuencias que resulta fácil imaginar para el propósito buscado.
Sin duda la reciente Cumbre de las Américas de Panamá, marcada históricamente por la primera participación de Cuba en estos foros panamericanos y por el encuentro personal entre los mandatarios de la isla y de Estados Unidos, ha sido un acontecimiento relevante y revulsivo en el proceso iniciado el 17 de diciembre.
El solo hecho de que Cuba asistiera a esta Cumbre constituía una constatación del deshielo iniciado y, más aun, del nuevo contexto de relaciones políticas hoy existente en la región y entre varios de los países del área con Estados Unidos, como se ha repetido hasta la saciedad en estos días… Pero las conversaciones cara a cara entre funcionarios cubanos y norteamericanos de alto nivel, rematadas con el encuentro entre Obama y Raúl marcó un hito: varios apretones de mano entre los dos mandatarios nos hicieron sentir a muchos cubanos que veíamos algo así como un filme de ciencia ficción ubicado en los tiempos de Blade Runner… o más allá. Las declaraciones de ambos gobernantes, aferrados a sus posiciones fundamentales pero dispuestos a abrir todo un abanico de discusiones y posibles coincidencias, rematadas con los elogios de Raúl a la postura política y la honestidad del presidente Obama, constituye un paso de gigante en la reconstrucción de un puente que no fue transitado durante cincuenta y cinco años… porque de ese puente no habían quedado ni los pilares.
Quizás el acercamiento político más importante y concreto se produciría unos pocos días después de ese encuentro civilizado, casi amistoso, entre los dos gobernantes, cuando Barack Obama anunciara la exclusión de Cuba de la famosa lista de países patrocinadores del terrorismo en la cual había sido colgada por largos años, con todas las consecuencias previsibles por una decisión que convirtió a la isla, oficialmente, en un territorio "enemigo". Ahora, aunque no amigos, los vecinos ya no son tan enemigos, ¿no?
De este modo, mientras se dilata el anuncio de la apertura de embajadas en Washington y La Habana, lo cierto es que las aguas corren en diversos sentidos y el molino se mueve: el gigante Netflix y la poderosa Google han expresado su interés por penetrar el mercado de la televisión y las comunicaciones en la isla del Caribe. Otros muchos empresarios norteamericanos, por su lado, han comenzado a tantear las posibilidades de inversión en Cuba, teniendo en cuenta de que aun el bloqueo/embargo es una ley norteamericana vigente, pero escuchando al Ministro cubano para la Inversión Extranjera, que les habla de espacios por explotar y de las maravillas de la Ley aprobada por el parlamento cubano el pasado año, la cual procura atraer capitales foráneos a la economía de la isla. Con un ritmo más intenso llegan a La Habana periodistas y equipos realizadores de programas televisivos norteamericanos, en busca de la Cuba que fue, de la que es y tratando de imaginar la Cuba que vendrá para mostrarla a unas audiencias millonarias deseosas de saber más sobre el país que, de pronto, ha resultado estar mucho más cerca y asequible…
Y, junto a los hechos, corren los inevitables rumores (que tal vez no pasen de serlo), como el de un renacido interés de la empresa ronera Bacardí por acercarse a su patria de origen, el de la llegada de capitales cubano-americanos para sostener algunas de las pequeñas empresas privadas hoy admitidas en la isla o (el más comentado por los cubanos, pues se desarrolla en capítulos como las telenovelas) sobre la posibilidad de contratación de jugadores isleños de beisbol a través de los canales de la oficial Federación Cubana de este deporte, con lo cual se aliviaría la por ahora indetenible fuga de talentos de ese deporte hacia los circuitos profesionales norteamericanos, en los cuales algunos de ellos son recibidos con contratos de 50, 60, 70 millones de dólares.
El ritmo de las nuevas relaciones, que ha debido partir de una inmovilidad casi absoluta, resulta pues mucho más dinámico de lo que a simple vista puede parecer o de lo que muchos desearían, pero definitivamente, las cosas se mueven y todo movimiento genera energía… y confiemos que en esta ocasión sea positiva. Los cubanos la deseamos, la necesitamos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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