Un paso más para acabar con el reinado de los plaguicidas
Iván Restrepo
El viernes próximo se cumple
otro año de una de las peores tragedias ambientales ocurridas en México.
En 1991 estalló y se incendió un local repleto de plaguicidas en
Córdoba, Veracruz. Ubicado en plena zona urbana y a unos pasos de varias
escuelas, funcionó impunemente con el apoyo de las autoridades
sanitarias durante tres décadas. No intervinieron ni cuando las maestras
de una escuela cercana se quejaron porque los niños sufrían mareos
cuando en el local de Agricultura Nacional de Veracruz, Anaversa, se
preparaban fórmulas agroquímicas. El incendio fue mal apagado, el sitio
no ha sido restaurado y hasta se intentó levantar allí un mercado.
Solamente muchos años después, los culpables directos de esa tragedia
fueron citados por las autoridades ya que existe en contra de ellos una
demanda interpuesta por los afectados.
Recuerdo el caso de Anaversa porque la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH) envió la Recomendación 82/2018 a Josefa González Blanco,
titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales; a
Víctor Villalobos, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural; a José
Alonso Novelo Baeza, comisionado Federal para la Protección contra
Riesgos Sanitarios (Cofepris) y a Javier Trujillo Arriaga, director del
Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, por
la mala gestión de los plaguicidas en México, en particular aquellos
altamente peligrosos. La CNDH considera que se están violando los
derechos humanos a la alimentación, al agua salobre, a un medio ambiente
sano y a la salud. Además de atentar contra la biodiversidad. Destaca
el incumplimiento de la obligación que tiene el sector público para
normar o prohibir la comercialización y uso de tales sustancias.La recomendación es fruto de la queja que en julio y agosto de 2017 interpusieron 43 grupos de la sociedad civil. Se inconformaron por falta de acciones administrativas para restringir el uso de los plaguicidas altamente tóxicos. Así lo documentan, por ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Red de Acción en Plaguicidas. Por eso su uso está prohibido incluso por Tratados Internacionales de los que México es parte, como el Protocolo de Montreal y los Convenios de Rótterdam y Estocolmo.
Las dependencias oficiales a las que se envió la recomendación aceptaron rápidamente darle cabal cumplimiento y realizar
todas las acciones de planeación, coordinación, regulación, colaboración y capacitación que derivan de dicha recomendación. Para ello, establecerán mecanismos decoordinación a fin de poner en marcha diversas acciones, entre las que destaca la conformación del Comité Especializado en Identificación e Investigación sobre Efectos Adversos de los Plaguicidas Altamente Peligrosos (Ceiieapap).
La CNDH mandó una copia de la Recomendación al Congreso de la Unión,
exhortándolo a considerar los argumentos expuestos en dicho documento.
Esto con el fin de que el Poder Legislativo realice las modificaciones
legales necesarias en las diversas leyes que involucren el tema de
plaguicidas. Es el caso de la Ley General de Salud, la del Equilibrio
Ecológico y la Protección al Ambiente.
De gran ayuda sería que los funcionarios y los legisladores que
tienen la obligación de resolver tan importante problema nacional
leyeran dos libros fundamentales: Plaguicidas y salud y Plaguicidad y
ambiente. Sus autoras: la doctora Lilia América Albert, toxicóloga
ampliamente conocida y que ha ofrecido en La Jornada sus autorizadas
opiniones sobre esas sustancias y sus nocivos efectos. La otra es la
maestra en ciencias toxicológicas Alma Delia Viveros Ruiz, también
experta en el tema.
Especialmente en Plaguicidas y ambiente, recién publicado, la doctora
Albert efectúa un minucioso análisis de las leyes, reglamentos, normas y
demás andamia-je relacionado con los plaguicidas. Se trata de una
herramienta fundamental para que las autoridades de la Cuarta
Transformación hagan efectiva su promesa de garantizarnos el derecho
constitucional a la salud y a disfrutar de un ambiente sano.
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