lunes, 1 de abril de 2019

Nosotros ya no somos los mismos
Los años de la Federación Estudiantil Universitaria // Preguntas sobre la carta al rey
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▲ Lilia Rossbach es diputada del grupo parlamentario de Morena en el Congreso de la CDMX en la actual legislatura.
Foto José Antonio López
 
Por hoy sólo trataré dos asuntos centrales, enunciaré algunos pendientes y daré avances o, en el argot cinematográfico, tráilers de temas por venir.
Gloria Elena León Paz: Tus recuerdos de la secundaria le dan profundidad a la expresión que atribuí a Díaz Mirón: nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto. Si las raíces están en Fray Luis de León, (1527/1591), en Menéndez y Pelayo o en Luis Vives, más que mejor. Por favor no dejes de reparar mi secundaria que, aunque de paga, era mochila. Luis Sierra (de aterradora dirección electrónica), fuiste el único de la multitud que registró que cambié el nombre de Fernando por el de Felipe, su yerno.
Veamos ahora, en primer término, una aclaración que no debió dilatarse tanto tiempo: un pequeño error en el formato del párrafo final de la columneta publicada el lunes 28 de enero dio origen a un penoso equívoco que, sin embargo, permitió que aflorara la emotiva y fraterna actitud de un asiduo lector de este espacio. Explico: el domingo estaba terminando de pergeñar mi escrito del día siguiente, cuando me llamó Lilia, la Rossbach y dentro de su llanto incontenible, me comunicó la muerte de Alejandra Lugo, nuestra común y entrañable amiga. Hace más de 20 años las presenté, luego ellas se hermanaron. Le dije: en mis últimos renglones algo escribiré sobre Alejandra, ¿tienes inconveniente en que tu nombre anteceda al mío? Por supuesto que no, contestó. Lo hice: unos renglones tan sólo, para un mensaje final que terminaba con el nombre de nuestra amiga: Alejandra. Tras un punto y aparte, firmé: de Rossbach y Ortiz Tejeda. Seguramente por cuestión de espacio, todo lo anterior apareció en una sola línea y formando un solo nombre. Esta medida ocasionó la confusión que llevó a un caro lector a suponer que la persona fallecida era mi compañera. El primer correo que recibí esa mañana fue su sentidísimo y fraterno pésame. Recaí en mi dolencia pero, evidentemente, esa expresión de consuelo y acompañamiento, me hizo sentir menos apachurrado. Gracias todas, Leopoldo Santos, por tu gesto. Yo te buscaré.
Allá, a principios de los 60, lancé mi candidatura a presidente de la Federación Estudiantil Universitaria. Mis contrincantes eran el delegado de Economía, Toño Tenorio Adame, legislador ad vitam; el de Arquitectura, Pepe Beltrán, y el de Medicina, José Manuel Rodríguez. Estos dos últimos eran los candidatos de Humberto Romero, el secretario del presidente López Mateos. Para tratar de emparejar fuerzas, Tenorio y yo nos unimos y decidimos cooptar a un preparatoriano de primera: Juan José Durán, delegado de la Preparatoria 3. Nuestra presencia constante en las prepas regando polvorita se reflejaba en la multitudinaria presencia de adolescentes y jóvenes en las manifestaciones de apoyo a las demandas de los médicos, los maestros, ferrocarrileros, petroleros, telegrafistas, camioneros y, por supuesto, la revolución cubana, asediada desde sus inicios.
La secretaría de Humberto Romero intentaba primero el reblandecimiento de la muchachada con toda clase de beneficios. Luego venían las agresiones físicas disfrazadas de broncas personales y, al final, las madrinas generalizadas. Recuerdo dos broncas. Una a Fernando Pérez Correa y otra a Virgilio Dante Caballero. A ninguno de los dos lograron ni doblarlos o amedrentarlos, ni menos doblarlos. Ya más adelante dejaré testimonio de otros comportamientos juveniles dignos de encomio. A Virgilio tuve la oportunidad de corresponderle: sugerí su nombre a un progresista gobernador de Oaxaca (si digo progresista de Oaxaca, se entenderá que sólo puedo referirme a Heladio Ramírez), para que se hiciera cargo del sistema de televisión estatal y posteriormente avalé su postulación como director del Canal del Congreso. Ignoro la valoración desus desempeños en tales encargos, pero sí reconozco su espíritu de comunicador independiente y combativo.
Paso a retirarme, quedando a deber tres preguntas:
1) Al 17 director de la Academia Mexicana de la Lengua: ¿Sus lúcidas, desinteresadas y oportunísimas palabras pronunciadas en Argentina, sobre la necesidad de reconocimiento por parte del gobierno español de las consecuencias que la invasión ibérica ocasionó a estas tierras, fueron a título personal o las consultó con el resto de los académicos?
2) A don Arturo Pérez Reverte: ¿Su aguda, inteligente y bien fundada opinión sobre la carta dirigida a su majestad, es de su autoría o como ha tenido que hacerlo anteriormente, tendrá que pagar derechos al escribidor originario? Originario como los pobladores de este continente.
3) Al príncipe de los intelectuales orgánicos y miembro honorario de la Cámara de Comercio: ¿su destemplado grito: ¡A la difamadora, a la difamadora! está inspirado en la bella y aguerrida melodía de Joaquín Sabina: Al ladrón, al ladrón?
Twitter: @ortiztejeda

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